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Entrevista con Gonzalo Abad-Ortiz sobre la violencia en América Central

La violencia que sufre América Central afecta, por su gravedad, no sólo a la seguridad pública, sino a la gobernabilidad democrática y la viabilidad económica. El problema es especialmente grave entre los jóvenes, a la vez víctimas y verdugos de la violencia. A petición de los gobiernos centroamericanos, en mayo de 2005 la UNESCO puso en marcha el Programa de desarrollo juvenil y prevención de la violencia en América Central. Sus esfuerzos culminaron en el Primer Foro de ministros a cargo de las áreas de la juventud de los gobiernos de Centroamérica, celebrado el 24 y 25 de agosto en Costa Rica. Es el tema de la entrevista con el doctor Gonzalo Abad-Ortiz, coordinador del grupo intersectorial de la UNESCO para el desarrollo juvenil y la prevención de la violencia en América Central.

¿Cuáles son las causas de la violencia que sufre América Central?

La región ha conocido una historia de violencia recurrente. En primer lugar, por los efectos de la Guerra Fría, que fueron desastrosos: conflictos bélicos prolongados que impregnaron de violencia la vida de los ciudadanos durante décadas, sobre todo en los ochenta. En segundo lugar, por la situación de pobreza y desigualdad generalizada, que es un caldo de cultivo para los grupos que promueven la violencia. Un tercer elemento son los factores interétnicos, que están en la raíz de muchos conflictos. Así, hay causas estructurales que explican la violencia, tanto externas como internas.

¿Qué explica, en concreto, la violencia que padecen los jóvenes centroamericanos?

Muchos jóvenes han vivido situaciones de violencia desde chicos. En sus países, la capacidad de la sociedad para incorporar a la juventud era muy limitada, a causa sobre todo de la guerra y la pobreza. Esa situación provocó una migración masiva, que llevó a la juventud a enfrentar situaciones muy complejas, sobre todo en Estados Unidos. Algunas prácticas de pandillerismo juvenil, comunes en varias ciudades de ese país, fueron incorporadas por muchos jóvenes, que las importaron a sus países de origen en América Central, pues el fin de las guerras civiles de la región implicó su expulsión masiva de Estados Unidos. Y no hubo capacidad de reinserción en sus comunidades. Estamos hablando de varios centenares de miles de personas, esencialmente de Guatemala y El Salvador.

¿Cuál es, en cifras duras, la dimensión del problema?

Existen diferentes tipos de cifras. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hay entre 150.000 y 200.000 jóvenes delincuentes reunidos en pandillas, o “maras”, en Centroamérica. Otras fuentes estiman que son 80.000 o 100.000 individuos. No hay acuerdo desde el punto de vista estadístico para definir quién es, y quién no es, un delincuente juvenil. Pero las cifras del BID son las más aceptadas, de una población total de alrededor de 20 millones de personas en Centroamérica. Combatir una violencia que tiene una dimensión tan grande implica un altísimo costo económico: en aparatos policiales, compra de armamento, equipamiento, infraestructura, reforma del sistema penitenciario… El problema es muy complejo. ¿Hasta qué punto es atribuible la violencia a las bandas juveniles? No está claro. ¿Cuál es la dimensión del problema en términos de vidas humanas? Difícilmente se puede saber la cifra. Uno de los objetivos del Foro fue, precisamente, fijar criterios comunes y estadísticas más precisas para poder medir el problema y los avances que podamos hacer para resolverlo.

La UNESCO tomó la iniciativa de convocar este Foro. ¿Cuáles fueron sus objetivos?

El primero, y central, era el de permitir el intercambio de experiencias concretas nacionales en un foro regional, pues no ha existido en el pasado ese espacio de reflexión: éste es el primero. En segundo lugar, tratamos de dotar de instrumentos a los gobiernos de la región para lograr una política de prevención de la violencia, que traduzca los acuerdos en programas concretos. El tercero se encamina a dar a esta voluntad los elementos técnicos que le permitan tener, por ejemplo, intercambio informático, criterios comunes, estadísticas fiables… Queremos dos cosas complementarias: mejorar las capacidades institucionales para incluir a los jóvenes y mejorar las capacidades de los jóvenes para ser incluidos.

  • Author(s):Entrevista realizada por Carlos Tello Díaz / Oficina de Información Pública
  • 28-08-2007
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