Stefan Uhlenbrook: “El efecto de los biocombustibles en los recursos hídricos podría ser nefasto”

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Las repercusiones de una extensión masiva de los cultivos para producir biocombustibles no se conocen con exactitud. La solución podría consistir en producir una segunda generación de biocombustibles que no compitiesen directamente con los cultivos destinados a la producción de alimentos. Esto es lo que opina Stefan Uhlenbrook, profesor de hidrología del Instituto UNESCO-IHE para la Educación relativa al Agua con sede en Delft (Países Bajos).

Los biocombustibles son fuentes de energía muy prometedoras. ¿Qué porcentaje del consumo mundial de energía representan? ¿Cuáles son los principales cultivos para producirlos?

Un 10,7% de la energía consumida en el mundo procede de la biomasa y este porcentaje aumenta continuamente. Los biocombustibles y biodiésels representan entre 1% y 2%, pero en los últimos años su producción ha cobrado un gran auge.

Los biocombustibles que se producen actualmente, esto es, los de la primera generación, se extraen de la caña de azúcar, el maíz, el girasol, las semillas de colza y algunos cereales. El problema estriba en que la utilización de estos cultivos para producir combustibles compite directamente con la producción alimentaria.

Por eso, se han “redescubierto” recientemente otras plantas, como la Jatropha curcas, para producir biodiésel. Hasta ahora, esta planta oleaginosa sólo se venía cultivando en proporciones relativamente reducidas para sustituir al petróleo destinado al alumbrado de lámparas, fabricar jabón y contrarrestar la erosión del suelo. Este vegetal es muy robusto y puede crecer en suelos relativamente pobres y en condiciones climáticas semiáridas.

Es bien sabido que una de las ventajas más importantes del uso de los biocombustibles es la disminución de la emisión de gases con efecto de invernadero. Sin embargo, algunos estudios recientes parecen indicar que su costo en el plano ambiental podría ser muy elevado. ¿Qué se sabe hoy de su impacto en los recursos hídricos?

A decir verdad, los efectos del uso de biocombustibles en el conjunto del medio ambiente no se conocen suficientemente hoy por hoy. Por otra parte, la emisión neta de gases con efecto de invernadero puede ser un elemento discutible y, además, depende fundamentalmente de la manera en que trabajan los agricultores. ¿Utilizan biocombustibles para los tractores y la maquinaria agrícola? ¿Qué cantidad de carbono se emite hacia la atmósfera por oxidación de este elemento en el suelo? ¿Qué cantidad de protóxido de nitrógeno (N2O) produce la agricultura de este tipo?

Las repercusiones en los recursos hídricos tampoco se conocen con absoluta exactitud, pero podrían ser nefastas, sobre todo si se recurre al regadío a gran escala y al monocultivo de plantas energéticas, lo cual es muy posible que ocurra. Tampoco se ha evaluado con certeza el impacto en la calidad del agua y, a este respecto, es necesario realizar estudios más vastos. Ese impacto dependerá en gran medida de las clases de cultivos practicados, así como de los abonos, plaguicidas y técnicas agrarias que se utilicen. Los demás efectos posiblemente perjudiciales para el medio ambiente guardan relación con la biodiversidad, que puede correr un grave peligro a causa de las grandes transformaciones inevitables en el uso de las tierras.

¿Se puede considerar que los biocombustibles son una fuente de energía sostenible, si se tiene en cuenta la cantidad de agua que se necesita para producirlos?

La cantidad de agua necesaria depende en gran medida de los lugares en que se produzcan y utilicen los biocombustibles. Se podría mantener probablemente un buen equilibrio si se produjeran en la zona tropical y se utilizasen a nivel local. A este respecto, surge el problema de que esa producción de las regiones tropicales estaría también destinada a los países del hemisferio norte, como ya ocurre a gran escala con la caña de azúcar y el aceite de palma.

No obstante, esto abriría a los países en desarrollo de esas regiones inmensas perspectivas de desarrollo de sus agriculturas, ya que podrían convertirse en proveedores de plantas energéticas para los países del Norte. Dicho sea esto, todas las consideraciones anteriores con respecto al impacto en el medio ambiente deben examinarse junto las repercusiones socioeconómicas, por ejemplo en la mano de obra o las corrientes migratorias.

Se oye hablar ya de una segunda –e incluso de una tercera– generación de biocombustibles, ¿podría decirnos de qué clase son y en qué punto se hallan los trabajos de investigación a su respecto?

Hoy en día, la segunda generación de biocombustibles se halla en curso de elaboración. Proceden de vegetales y otras materias orgánicas que no compiten directamente con las destinadas a la producción de alimentos, por ejemplo la biomasa forestal, las plantas herbáceas y los residuos orgánicos. Las innovaciones en este ámbito ofrecen perspectivas muy halagüeñas, pero es probable que no se puedan explotar efectivamente a gran escala antes cinco o diez años.

La tercera generación podría estar compuesta por biocombustibles extraídos de determinadas algas cultivadas por métodos transgénicos y destinadas exclusivamente a la producción energética, por lo cual es de esperar que su impacto en el medio ambiente sería de poca envergadura. De todos modos, hay que mirar al futuro con optimismo. La persona que fuese capaz de descubrir un biocombustible de este tipo merecería no sólo el Premio Nobel de física y química, sino también el de la paz.

• 15-04-2008