<
 
 
 
 
×
>
You are viewing an archived web page, collected at the request of United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO) using Archive-It. This page was captured on 06:06:17 Aug 11, 2016, and is part of the UNESCO collection. The information on this web page may be out of date. See All versions of this archived page.
Loading media information hide
logo

Observaciones del Secretario General en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis financiera y económica mundial y sus efectos en el desarrollo

Nueva York, 24 de junio de 2009

Sr. Presidente,
Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno,
Excelentísimos Señores y Señoras,

Quisiera expresar mi agradecimiento al Presidente de la Asamblea General por convocar esta importante conferencia en un momento tan decisivo para hacer frente a la crisis económica mundial. Agradezco también su participación en la conferencia a los numerosos Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros presentes.

Quisiera dar las gracias en particular a los dos cofacilitadores de esta importante reunión, el Embajador Gonsalves de San Vicente y las Granadinas y el Embajador Majoor del Reino de los Países Bajos. Agradezco su gran dedicación y perseverancia.

Distinguidos delegados,

Lamentablemente, seguimos sumidos en varias crisis. La alimentación; el combustible; la gripe; la economía.

Seguimos tratando de sobreponernos a la peor crisis financiera y económica mundial desde que se fundaron las Naciones Unidas hace más de 60 años.

Las consecuencias se han dejado sentir en todo el mundo.

Al mismo tiempo, los efectos del cambio climático y la extrema pobreza se han agravado aún más.

Es cierto que hay quien ve atisbos de estabilización financiera y crecimiento en algunos países. Pero permítanme dejar una cosa clara: sólo son indicios.

En muchos países no hay "brotes" de recuperación. Sólo hay tierras yermas. Las verdaderas repercusiones de la crisis podrían prolongarse durante años.

Millones de familias más se están viendo abocadas a la pobreza. Sólo en este año podrían perderse 50 millones de empleos.

Casi 1.000 millones de personas se acuestan hambrientos cada noche. Demasiados niños mueren a causa de enfermedades prevenibles y demasiadas madres mueren en el parto.

Es necesaria la solidaridad internacional. Son necesarias las Naciones Unidas.

Por eso, he llamado la atención sin cesar sobre las necesidades de los más vulnerables, que son los menos responsables de la crisis y los que menos capacidad tienen para reaccionar.

Hemos hecho progresos.

Antes de la reunión del Grupo de los 20 celebrada este año en Londres, hice un llamamiento a la comunidad internacional para poner en marcha una iniciativa de 1 billón de dólares que promoviera los intereses de todas las naciones, en especial las naciones en desarrollo.

El Grupo de los 20 decidió crear un importante programa de apoyo financiero por un total de 1,1 billones de dólares, que en su mayor parte se distribuirán por medio del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos de desarrollo multilaterales.

Es una iniciativa impulsada en gran medida por las Naciones Unidas. Pero esto es sólo el principio. En nosotros, como colectivo, recae la obligación de cerciorarnos de que las buenas intenciones se plasmen en acciones concretas.

En los próximos meses se nos presentarán varias oportunidades decisivas para impulsar el crecimiento mundial, mitigar el cambio climático y luchar contra la extrema pobreza: la reunión del mes que viene del Grupo de los Ocho en Italia; la Cumbre sobre el Cambio Climático que se celebrará en septiembre aquí, en Nueva York; la Cumbre del Grupo de los 20 que se celebrará en Pittsburgh.

Debemos establecer prioridades claras.

En este sentido, acabo de enviar una carta a los líderes del Grupo de los Ocho instándoles a definir compromisos concretos y medidas específicas que sirvan para reforzar nuestra determinación. Insistí en la necesidad de destinar recursos a ayudar a los más pobres y más vulnerables a adaptarse al cambio climático y sellar un acuerdo en Copenhague en diciembre.

Subrayé la importancia de cumplir las promesas de ayuda para conseguir los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

En ustedes, los aquí presentes, recae la mayor obligación de todas, la Asamblea General representa a toda la humanidad.

Juntos, debemos impulsar la adopción de medidas. Juntos, hemos de promover los derechos económicos, los derechos sociales y los derechos humanos de todos los habitantes del planeta.

Para conseguirlo, debemos actuar en tres frentes específicos.

Primero, tenemos que movilizar todo nuestro potencial para obtener mejores datos en tiempo real sobre las consecuencias de la crisis para los más pobres.

Segundo, tenemos que honrar los compromisos mundiales de ayudar a las mujeres y los hombres a progresar de una situación de vulnerabilidad a otra caracterizada por las oportunidades.

Tercero, debemos colaborar en la reforma de las instituciones internacionales del siglo XXI.

Empecemos por la vulnerabilidad. Todos nos hacemos una idea general de la situación: países con escasas reservas financieras, países afectados por la reducción de la inversión extranjera, las remesas y la ayuda, y países en que se ha reducido la demanda de exportaciones.

Pero necesitamos una lente más precisa y con mayor resolución.

Las Naciones Unidas tienen presencia en todos los países y su mirada puesta en todos los sectores.

Estoy movilizando los recursos de las Naciones Unidas para hacer un seguimiento de los efectos de la crisis a tiempo real. En los próximos meses pondremos en marcha un sistema mundial de alerta sobre los efectos y la vulnerabilidad.

También estoy movilizando a todo el sistema de las Naciones Unidas para prestar apoyo a los países con respecto a la seguridad alimentaria, el comercio, una economía más ecológica, unas redes de seguridad más sólidas y un Pacto Mundial para el Empleo.

La creación de puestos de trabajo decentes no es sólo uno de los ansiados resultados de la recuperación económica. Es un componente esencial de la recuperación económica.

En segundo lugar, los dirigentes tienen que cumplir sus compromisos. En crisis económicas anteriores, la ayuda cesó en el momento en que más se necesitaba.

La crisis actual no puede utilizarse como una excusa para incumplir las promesas.

He aquí un ejemplo: según algunas estimaciones, la ayuda anual a África es como mínimo 20.000 millones de dólares inferior a las promesas hechas en Gleneagles en 2005.

No hay duda, si el mundo es capaz movilizar más de 18 billones de dólares para mantener a flote el sector financiero, también puede encontrar algo más de 18.000 millones de dólares para cumplir sus compromisos con África.

Tenemos muestras precisas de dónde hay que destinar más recursos para transformar vidas, crear oportunidades y ampliar el potencial humano.

Acortando la disparidad entre las necesidades y los recursos del Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria y la Alianza Mundial para el Fomento de la Vacunación y la Inmunización;

Garantizando la seguridad alimentaria y nutricional y ayudando a los agricultores de subsistencia a aumentar su productividad agrícola y acceso a los mercados;

Cubriendo el déficit de recursos de la iniciativa acelerada de Educación para Todos y garantizando el acceso universal a la enseñanza primaria; y

Ayudando a los países en desarrollo a promover una energía menos contaminante y puestos de trabajo ecológicos.

No es caridad. No es un lujo. Es un imperativo del desarrollo. Es un componente fundamental de un plan de recuperación mundial coordinado.

Por último, y sobre todo, debemos trabajar de consuno para reformar las normas e instituciones mundiales. Es una cuestión básica de efectividad, legitimidad y fe pública.

Las instituciones mundiales creadas generaciones atrás deben rendir más cuentas, ser más representativas y eficaces.

Como he sostenido desde el primer día, si reformamos una institución es porque creemos que tiene futuro.

Lamento que la reforma de las instituciones financieras haya dividido a los Estados Miembros.

No es una causa para una persona, una nación o un grupo de naciones. Es un reto que nos incumbe a todos.

Reconstruyamos las instituciones mejorándolas.

Señoras y señores,

La crisis económica mundial pone de manifiesto por qué necesitamos un nuevo multilateralismo.

Sabemos que sin una reglamentación adecuada, un fallo en una parte del sistema tiene profundas repercusiones en todas las demás.

Los problemas están interrelacionados. Nuestras soluciones también han de estarlo.

Devolvamos la esperanza a los más vulnerables y sentemos las bases para que haya más paz y seguridad.

Aseguremos una mayor equidad en la gobernanza de las instituciones mundiales.

Aunemos la capacidad de obtener resultados con los principios de la justicia social.

Nada de esto podemos hacerlo solos.

Todo lo podemos hacer juntos.