El enfoque que relaciona la cultura con el desarrollo asignando una función central a las comunidades indígenas ha sido innovador en esta región.  Desde 1978 (Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales en América Latina y el Caribe) se reconoció  que la diversidad de pueblos debería considerarse un factor de equilibrio y no de división.  Este concepto de combinar la diversidad cultural y la identidad nacional de la sociedad ocupa un lugar central desde entonces.  A partir de 1982 (Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales) se reconoce un nuevo campo de acción  basado en la dimensión cultural del desarrollo a través de la definición -“la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social.  Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

A partir de esta definición, la región ha continuado su acción en este sentido hasta llegar a la XVI Cumbre Iberoamericana de Montevideo que adopta la “Carta Cultural Iberoamericana”, marcando así un nuevo avance para impulsar la cooperación cultural y promover un mejor conocimiento de la riqueza cultural propia.

La cultura forma parte de los recursos que las sociedades pueden utilizar para promover su desarrollo y alcanzar elevados niveles de bienestar para sus integrantes. Con este espíritu, se han elaborado 18 programas del Fondo para el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) sobre Cultura y Desarrollo (cinco en América Latina) para mitigar las desigualdades sociales y fortalecer las industrias creativas, demostrando la contribución de la cultura  en los procesos de desarrollo.  El rol de la cultura se ha convertido en tema central de la agenda política  a nivel internacional según la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas A/65/166/2011.