La Torre de Hércules (España) ha servido como faro y emblema de la entrada al puerto de La Coruña (noroeste) desde el siglo I de nuestra era, cuando los romanos lo construyeron con el nombre de Farum Brigantium. Este faro monumental de 55 metros está edificado sobre una roca que de 57 metros de altura. La torre consta de tres niveles que se van estrechando hacia la cúspide y el primero de ellos corresponde a la estructura del faro romano. Adyacente a su base, se halla un pequeño edificio romano de forma rectangular. El sitio comprende también los petroglifos del Monte dos Bicos que datan de la Edad de Hierro, un cementerio musulmán y un parque de esculturas. Los cimientos romanos del faro se pusieron al descubierto durante una serie de excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el decenio de 1990. Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, numerosas leyendas han ido jalonando la historia de la Torre de Hércules. Es el único faro de la Antigüedad grecorromana que ha conservado en cierta medida su integridad estructural y que sigue desempeñando la misma función.
El sitio La Chaux-de-Fonds / Le Locle – Urbanismo de la industria relojera (Suiza) consiste en dos ciudades situadas en terrenos poco aptos para la agricultura de una zona apartada de las montañas del Jura. Las dos localidades vecinas ilustran con su urbanismo las necesidades de organización racional de la industria relojera. Planeado a principios del siglo XIX, después de tres grandes incendios, el trazado urbano de ambas localidades está concebido en función de esa industria, ajustándose a un esquema abierto en bandas paralelas en el que se imbrican casas y talleres para mejor responder a las necesidades profesionales de los relojeros, cuya actividad se remonta al siglo XVII y perdura hoy todavía. El sitio constituye un ejemplo notable de ciudades monoindustriales bien conservadas y en plena actividad actualmente. Su planificación urbana se ha amoldado a la evolución de la relojería, que pasó de la producción artesanal a domicilio a una producción fabril más integrada a finales del siglo XIX y principios del XX. Cuando analizó la división del trabajo en El Capital, Karl Marx tomó como ejemplo, entre otros, la industria relojera del Jura y se refirió a la ciudad de La Chaux-de-Fonds definiéndola como “una sola manufactura de relojes”.