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Ideas

Una lección de humanidad

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“Macho Nne | Pavo real del Caribe”, 2014, y “Mali Ya Mfalme, Macho Nne” | Nubia Kale (Antigua Nubia), 2016, de la serie C-Stunners del artista keniata Cyrus Kabiru.

"Un anciano maestro africano dijo: Está mi verdad y tu verdad, pero la verdad está en el medio. Para acercarse, cada uno debe liberarse un poco de su verdad para dar un paso hacia el otro". Esta es una de las lecciones que Amadou Hampâté Bâ quiso transmitir a los jóvenes de su continente y de otros sitios, en una carta escrita en la década de 1980. Hoy día, sus palabras adquieren acentos proféticos.

Abdourahman A. Waberi

A través de todo el Sáhara, gran parte de la juventud africana solo conoce una vida precaria. Desilusionada y desorientada, se lanza a la aventura sin tener en cuenta los riesgos que entraña. Afrontar el desierto, los contrabandistas, las alambradas de púas, las olas del Mediterráneo les parece más soportable que la sensación de quedarse en la cuneta de la vida y pudrirse aquí. ¿Qué hacer? Ponerse en movimiento, huir, optar por emigrar y perecer en el mar si es necesario. Cuando se les pregunta, los sobrevivientes de los naufragios aducen falta de medios de subsistencia. Pero cruzar el Sáhara para ser vendido como esclavo en Libia o unirse a Boko Haram no es tampoco una opción ni un proyecto de vida.

Crecida en los barrios marginales, esta juventud no tuvo tiempo de probar el legado de los ancianos, que no escatimaban sus consejos y otras lecciones de vida. Entre ellos, una figura emblemática para todo el continente africano: el maliense Amadou Hampâté Bâ (1901-1991), a quien se le atribuye la frase ahora famosa: “En África, cuando un anciano muere, una biblioteca se quema”. En realidad, dijo: “Considero la muerte de cada uno de estos tradicionalistas como el incendio de un fondo cultural sin aprovechar”.

La fecha: 1 de diciembre de 1960. Amadou Hampâté Bâ era entonces representante en la Conferencia General de la UNESCO de la delegación de Malí, que acababa de ingresar en la Organización como país independiente. En su discurso, argumentó a favor del “gigantesco monumento oral que hemos de salvar de la destrucción debida a la muerte de los tradicionalistas, que son sus únicos depositarios [y quienes] están, por desgracia, viviendo sus últimos días”.

Me digo que, de adolescente, me hubiera gustado tener de abuelo a Amadou Hampâté Bâ. La honestidad me obliga a admitir también que probablemente no habría tenido el oído dispuesto para escuchar su consejo. Los viejos "boubous" (N. de la R.: ropaje africano típico consistente en una amplia túnica vestida tanto por hombres como por mujeres), los rostros venerables y sus valores tradicionales no me atraían. Condenaba de antemano ese mundo que me parecía pasivo y obsoleto y, por principio, rechacé sus reglas. Estuve terriblemente equivocado.

Si el mundo de hoy, en África como en cualquier parte, necesita desesperadamente figuras tutelares como la del autor de L’Étrange destin de Wangrin (El extraño destino de Wangrin) es porque la ruptura entre generaciones parece consumada. El círculo familiar se reduce de manera considerable y, peor aún, ya no es una base sólida para la estimulación y la transmisión como lo fue ayer.

Queridos jóvenes...

Seis años antes de su muerte –ocurrida en 1991–, este gran maliense escribió una carta a los “jóvenes” que más bien parece un testamento. “El que os habla es uno de los primeros nacidos en el siglo XX”, afirma, antes de proferir su advertencia: “Jóvenes, últimos nacidos del siglo XX, vivís en una época a la vez aterradora por las amenazas que pesan sobre la humanidad y fascinante por las posibilidades que abre en el campo del conocimiento y la comunicación entre las personas. La generación del siglo XXI experimentará un fantástico encuentro de razas e ideas. Dependerá de cómo asimile este fenómeno que garantice su supervivencia o cause su propia destrucción por conflictos asesinos. En este mundo moderno, nadie puede refugiarse en su torre de marfil. Todos los Estados, ya sean fuertes o débiles, ricos o pobres, son ahora interdependientes, aunque solo sea económicamente o frente a los peligros de una contienda internacional. Lo quieran o no, los hombres están embarcados a bordo de una misma balsa: si se alza un huracán, todos estarán amenazados. ¿No es mejor intentar entenderse y ayudarse mutuamente antes de que sea demasiado tarde?”.

Y el sabio de Bandiagara alienta a esta juventud que crece y se forma en un mundo bipolar, donde los bloques de intereses se enfrentan y desgarran, a hacer "emerger gradualmente una nueva mentalidad, más orientada hacia la complementariedad y la solidaridad, tanto individual como internacional". Porque, nunca lo recordaremos con la suficiente frecuencia, "en nuestro tiempo tan lleno de amenazas de todo tipo, los hombres deben hacer hincapié no en lo que los separa, sino en cuanto tienen en común, dentro del respeto de la identidad de cada uno. Encontrarse y escuchar al otro es siempre más enriquecedor, incluso para el florecimiento de la propia identidad, que los conflictos estériles o las discusiones para imponer el propio punto de vista".

Preciso y elocuente, el escritor maliense utiliza un arte de imágenes singulares que dan en el blanco: “La vida humana es como un gran árbol y cada generación es como un jardinero”. Y agrega: “El buen jardinero no es el que desarraiga, sino el que, llegado el momento, sabe cómo podar las ramas muertas y, si es necesario, proceder juiciosamente a útiles trasplantes. Cortar el tronco sería suicidarse, renunciar a la propia personalidad para asumir artificialmente la de los demás, sin alcanzar jamás un éxito completo. Nuevamente, recordemos el dicho: ‘Un tronco de madera podrá estar mucho en el agua, quizá llegue a flotar, ¡pero nunca se convertirá en un caimán!’" Por tanto, “así, bien enraizados en vosotros mismos, podréis, sin temor y sin daño, abriros al exterior, tanto para dar como para recibir”.

Defensor de la sociedad africana tradicional, de la que reconoce que tenía “sus defectos, sus excesos y sus debilidades”, Amadou Hampâté Bâ nos llama la atención sobre el hecho de que “ante todo era una civilización de responsabilidad y solidaridad a todos los niveles”, incluido el del medio ambiente: “El hombre también se consideró responsable del equilibrio del mundo natural circundante. Tenía prohibido cortar un árbol sin motivo, matar a un animal sin causa justa. La Tierra no era su propiedad, sino un depósito sagrado confiado por el Creador y del cual solo era el administrador”. En la era del Antropoceno, fruto del divorcio entre el hombre y la naturaleza, esta lección de nuestros antepasados nos invita a cuestionarnos con seriedad respecto del estilo de vida que hemos adoptado, que destruye tanto las tradiciones como el medio ambiente.

Apertura de espíritu, diversidad, diálogo y comprensión mutua: estos son los cuatro pilares que sustentan y pregonan el mensaje de esta preciosa carta de Amadou Hampâté Bâ destinada a las manos de jóvenes y mayores tanto de África como de otros lugares.

Narrador, escritor, poeta, etnólogo, líder espiritual, numerólogo, diplomático, Amadou Hampâté Bâ se autodefinía como "un graduado de la gran universidad de la Palabra enseñada a la sombra de los baobabs". Después de haber atravesado caminos inusuales para acceder a las esferas superiores del conocimiento, nos lo ha transmitido, sean cuales fueran nuestras creencias, nuestro color de piel o nuestra edad.

Foto: 

Cyrus Kabiru

Para saber más: 

Amadou Hampâté Bâ en El Correo de la UNESCO

Kaidara, Dios del oro y del conocimiento, n°1990-5

Los archivos orales de la historia, n°1979-8/9

Palabra africana, n°1976-2

 

La juventud en El Correo de la UNESCO :

Cómo los jóvenes cambian el mundo, n° 2011-3

Juventud, 1985, n° 1985-6

La juventud africana entre la tradición y el mundo moderno, por Boubakar Ly, n° 1981-10

Juventud, 1969, n° 1969-4

Las Avanzadas de la juventud, n°1965-7/8

 

Escuche en francés el fragmento sobre los tradicionalistas (15:40) en el discurso de Amadou Hampâté Bâ en la UNESCO, 1 de diciembre de 1960

Abdourahman A. Waberi

Novelista, ensayista y poeta, Abdourahman A. Waberi nació en la República de Yibuti. Vive entre Francia y Estados Unidos, donde es profesor en la Universidad George Washington. Autor de varias novelas, entre ellas The United States of Africa (Estados Unidos de África, 2006) y The Divine Song (La divina canción, 2015), mantiene una columna quincenal en el periódico francés Le Monde. Traducido a más de doce idiomas, su obra cuestiona el mundo con ira, ternura y compasión.