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ISSN 1993-8616

2009 - número 10

Editorial

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© UNESCO/NOPD Isidro Magana
Inundaciones en Nueva Orleans (Estados Unidos), tras el paso del huracán Katrina en septiembre de 2005.

Cambio climático: soluciones equitativas

¿Es posible un consenso internacional para luchar contra el cambio climático? Sí, a condición de elaborar un acuerdo fundado en principios a los que todos puedan suscribir, adoptando un enfoque ético.


En diciembre de 1997, unos 150 países se reunieron en Kioto (Japón), para discutir medidas a tomar frente al recalentamiento planetario. El Protocolo de Kioto es el primer programa legalmente vinculante destinado a luchar contra el calentamiento climático. Se inscribe en la línea de la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, Brasil, 1992). Entró en vigencia en febrero de 2005.

En Bruselas, el pasado 30 de octubre, la Cumbre de la Unión Europea no logró decidir quién pagaría qué para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente al cambio climático. En Copenhague, a partir del 7 de diciembre, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP15) corre el riesgo de concluir en un acuerdo de mínimos que no garantizará para nada el control futuro de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Sin embargo, casi nadie niega la urgencia de establecer una actuación a la vez ambiciosa y concertada. ¿Cómo comprender entonces que no se logre entendimiento para actuar, ya se trate de reducir enérgicamente las emisiones de gas con efecto invernadero o de ayudar a los más vulnerables a adaptarse a las transformaciones que podrían sobrevenir?

Una razón mayor es que la respuesta internacional al cambio climático comporta un desafío cuyos términos éticos no se plantearon con claridad. Es cierto, los retos científicos y técnicos son complejos. Pero, desde la adopción del Protocolo de Kioto, en 1997, se busca una solución equitativa al reparto mundial de costos de la atenuación de las emisiones y de la adaptación a sus consecuencias. La solución sigue sin hallarse por falta de acuerdo sobre los términos y modalidades de la equidad.

Saber y no hacer nada, he aquí el núcleo ético del asunto. Es hora de que la comunidad internacional se dote de los medios para decidir.

¿En qué exactamente constituye un desafío ético el cambio climático? Me parece esencial insistir en por lo menos cuatro dimensiones: el cambio climático pone en juego responsabilidades, exige la movilización de conocimientos científicos, compromete la solidaridad internacional, e interpela a cada uno de nosotros a título individual.

El cambio climático no es sólo una cuestión de gases de efecto invernadero. También tiene un rostro humano y ese rostro es trágico. Dirijamos nuestra mirada hacia Papua Nueva Guinea, y veremos hundirse las islas Carteret, su población obligada al exilio y toda una cultura condenada a extinguirse. Otras islas correrán bien pronto igual destino, millones de personas sin hogar estarán condenadas a buscar consuelo y asilo en un mundo cada vez más inhóspito. Pensemos en la desertificación de África y en los cincuenta millones de refugiados que, según algunas previsiones, ésta creará en los próximos diez años,. Si tal cifra por su propia enormidad parece abstracta, pensemos simplemente en esas mujeres del África subsahariana que cada día deben caminar varios kilómetros para procurarse agua. Los países más desarrollados tampoco están inmunizados: el huracán Katrina, al devastar Nueva Orleáns y su región costera creó refugiados climáticos en el interior de las fronteras de Estados Unidos.


Finding a way out

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Salir del atolladero
Frente a estos riesgos -que irán aumentando- nos incumbe a todos los niveles saber más para actuar mejor en beneficio de quienes más lo necesitan. Estamos de lleno en el corazón de la ética.

Por otra parte, los rostros de las víctimas no expresan sino una parte del desafío. La vida humana es tan solo una de las formas de la vida terrestre, que es también animal y vegetal. El derretimiento de los glaciares del Ártico pone en peligro todo un ecosistema: amenaza de extinción no sólo los osos polares, sino también a toda una fauna marina que se nutre en aguas contaminadas. Por último nuestras acciones afectarán a las generaciones futuras, ajenas a nuestras actuaciones. ¿Les dejaremos como epitafio: “Arreglaos, el problema es vuestro”?

Un enfoque ético del cambio climático supone escuchar todas las voces, tener en cuenta todos los intereses y elaborar un acuerdo basado en principios a los que todos puedan suscribir. Hoy por hoy estamos lejos de lograrlo.

¿Cómo salir del estancamiento?

La UNESCO, cuyo mandato es esencialmente ético, dio un gran paso en esta dirección, comprometiéndose durante la Conferencia General de octubre de 2009, en un proceso que podría conducir a una declaración universal de principios éticos en relación con el cambio climático. Esto supone un consenso internacional que puede parecer improbable, pero la UNESCO demostró con otros temas controvertidos, como la bioética, su capacidad de alcanzar un acuerdo a partir de la consultación de todos.

Aun así, es necesario que a la discusión entre Estados se añada la movilización de los ciudadana. Y también que se encaren con franqueza los temas difíciles, especialmente el de las responsabilidades éticas que resultan del conocimiento y de la capacidad de actuar. Sin reconocimiento de la dimensión ética del cambio climático, podemos temer que todos los acuerdos técnicos sin aplicación, todos los compromisos políticos sin futuro, no sean más que mera espuma de una ola que poco a poco acabará por devorarnos.

Alain Pompidou (Francia), Presidente de la Comisión Ética Internacional para la Ciencia y la Tecnología (COMEST)

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