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An interview with the IBE Director Dr. Mmantsetsa Marope featured in La Vanguardia

Mmantsetsa Marope,, directora de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco
¿Edad? Quiero aprender y enseñar: soy joven. Nací en Botsuana, un oasis de prosperidad en medio de África y una democracia hecha a sí misma. La escuela no puede limitarse a dar información sino experiencias formadoras para seguir aprendiendo toda la vida. Colaboro con el Centre Unesco Catalunya

Vivirlo es aprenderlo
Al aprender, lo que no es experiencia es mera información. Y esa información hoy es gratis, ubicua y continua en cualquier pantalla digital, pero cada vez cuesta más experimentarla. Nunca fue tan fácil ver cómo se hacen ecuaciones en un vídeo, pero un buen profesor sigue siendo el único capaz de convertir con ilusión esa información en la vivencia que permite aprenderlas. La doctora Marope enseña a pedagogos de todo el mundo a convertir la información en capacidad de aprender para que los ciudadanos sigan educándose todala vida. Y esa base se adquiere desde la práctica. En Singapur, por ejemplo, los niños aprenden química diseñando perfumes e insecticidas enel laboratorio.​

¿En qué echaríamos en falta a la Unesco si desapareciese?
Educar hoy es adaptarse y enseñar a adaptarse a un cambio cada vez más acelerado en ciclos cada vez más cortos durante toda una larga vida. En la Unesco ayudamos a los países y sus sistemas educativos a no quedarse atrás adaptando a sus circunstancias los programas y estrategias de los que van por delante.

¿Cómo?
Es difícil anticiparse, por ejemplo, a lo que demanda la industria en inteligencia artificial y lo que requerirá, pero podemos dar a los estudiantes la base matemática, de inglés y técnica para que puedan aprender rápidamente toda su vida. Diseñamos programas educativos para que la proporcionen.

En cambio, las tecnológicas se quejan de que no encuentran esas habilidades.
Hablo con esos empleadores a menudo y de lo que se lamentan es de que no encuentran a quien tenga la base educativa para aprovechar sus cursos de especialización.

¿Qué propone a los gobiernos?
Los programadores, por ejemplo, necesitan un nivel alto de matemáticas y algunos rudimentos de ingeniería que les permitan formarse en la empresa sin empezar desde cero. Pero también requieren madurez intelectual y capacidad de trabajar en equipo.

No todos los estudiantes querrán trabajar en empresas tecnológicas.
Es que en cualquier terreno, medicina, arquitectura, periodismo..., será necesaria la inteligencia artificial. Ya es necesaria. Y para trabajar con ella hay que saber matemáticas, inglés y habilidades tecnológicas.

¿Eso no depende de cada país?
Las competencias necesarias desde el cole para seguir aprendiendo siempre no son diferentes en Catalunya o mi país, Botsuana. Por eso, la Unesco también es necesaria.

¿Qué países están educando mejor?
Los que forman a sus educadores no para enseñar un programa sino para que enseñen a aprender.

Cite algunos.
Los encontrará en todos los rankings, pero, además de tests y calificaciones de países, a mí me gusta citar la prueba de la catástrofe.

No me asuste.
Es muy sencilla. Mide la resiliencia de un país. Su capacidad de adaptarse y superar un gran desastre, porque esa competencia depende de la calidad de su sistema educativo y no sólo ahora sino durante generaciones. Su escuela es la clave.

Por ejemplo.
Japón sufre tsunamis, terremotos, huracanes..., pero en muy poco tiempo se recupera y vuelve a tener en marcha su sistema productivo y así pronto la tragedia queda atrás.

¿Y eso tiene que ver con sus colegios?
Mucho, porque demuestra que han enseñado a sus estudiantes a adaptarse a las condiciones adversas hasta conseguir superarlas como sociedad. En cambio, en los países con malos colegios cualquier contratiempo tarda décadas en superarse.

Habrá otros factores además.
Pero están relacionados con la calidad de su educación. Por ejemplo, su cohesión social. En un país que no está dividido por la desigualdad, los individuos se sacrifican con más facilidad por los demás y hacen ese esfuerzo extra que se requiere para superar la adversidad.

¿Y en eso cómo influye la escuela?
Un sistema educativo puede educar para la integración y para potenciar la diversidad en el esfuerzo colectivo y el trabajo en equipo. O puede fomentar la segregación.

¿En qué lo aprecian ustedes?
Si la educación convierte la diferencia en algo positivo, construirá una sociedad más cohesionada y próspera. En cambio, si el colegio discrimina a los estudiantes –y se puede ser muy sutil al respecto– por lengua, etnia, la opción sexual de sus padres o por si pueden pagarla o no, está destruyendo la cohesión de hoy y la del futuro.

¿En qué se fijan ustedes, además, cuando evalúan la calidad de la escuela de un país?
En su conexión con la realidad. Si el cole es malo, digamos que en él se hablará de los derechos humanos en la pizarra y ya está.

¿Y si es bueno?
Si es bueno, formará equipos e irán a los lugares de la ciudad en que se violan esos derechos, porque no hay vivienda asequible o falta seguridad ciudadana o se sufre pobreza. Los estudiantes hablarán con quienes carecen de esos derechos y al fin propondrán soluciones.

Al educar, lo que no es experiencia es sólo información.
Y hemos de superar ya la época en que la escuela sólo proporcionaba información. En Singapur, por ejemplo, no es que se enseñe química, en el laboratorio, es que los escolares están diseñando un perfume o un insecticida ecológico.

Eso es ir muy rápido.
Es que quien no vaya muy rápido quedará muy atrás. Ya no podemos hablar de la creatividad en el colegio, sino que los escolares tienen que estar creando.

¿Finlandia tiene buena escuela porque exige mucho a los aspirantes a profesor?
No sólo hay que exigirles antes de hacerlos profesores, también apoyarles después con recursos. Es así como se consigue el prestigio social que los estudiantes perciben y que hace que se esfuercen y progresen.

Source: La Vanguardi
By VÍCTOR AMELA, IMA SANCHÍS and LLUÍS AMIGUET