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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Ideas

La filosofía frente a los tribalismos

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“Tribulaciones”, instalación efímera presentada en el espacio “Réserve Malakoff” (Francia) por Sir, artista grafitero y plantillero, y Evazé-Nam, pintora “desgarradora de carteles”.
La “crisis migratoria” es reveladora de repliegues tribalistas que han dado lugar a lo que el filósofo Souleymane Bachir Diagne llama “crisis de la idea de humanidad”. Recorrido filosófico de la actualidad de la mano del pensamiento de Henri Bergson.

Souleymane Bachir Diagne

En nuestros días presenciamos una crisis de la idea de humanidad que la filosofía puede y debe ayudarnos a pensar. Crisis de la idea de humanidad… ¿qué se quiere decir con esto? En el diario francés Le Monde del 30 de abril de 2016, Nicolas Hulot, que por entonces no era el ministro que es hoy, sino el presidente de la Fundación para la Naturaleza y el Hombre, planteó esta pregunta: “Con los migrantes, ¿dónde ha ido a parar nuestra humanidad?”.

Considero esencial la forma en que se formuló la pregunta, pues demuestra que lo que pone de manifiesto la “crisis migratoria” que vivimos –de la cual se dice que no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial– revela un ensimismamiento en la propia identidad que pone en tela de juicio la idea reguladora, ética, de humanidad.

Debemos pensar juntos la figura del migrante que expone la angustia humana y el auge de lo que se ha llamado etnonacionalismos y que personalmente denomino tribalismos, pues considero que populismos, el término consagrado, no basta para describirlos.

El mejor símbolo actual de este encuentro entre el migrante y el etnonacionalista es el barco que jóvenes europeos de extrema derecha autodenominados “Generación Identitaria”, fletaron en el Mediterráneo para bloquear con él las embarcaciones de migrantes. Uno se pregunta si su intención es hundirlas. Otra imagen es la de los pescadores de Túnez, que se oponen a que este “barco del racismo” pueda repostar en los puertos de su país.

Como sabemos, aquí y allá los movimientos etnonacionalistas han llevado al poder a partidos y personalidades que hacen del emigrante un espantajo contra el que piden a sus electores unirse formando un frente nacional. Han fracasado por bien poco en hacer de su ideología la primera en un país, Holanda, que la Historia, y en particular la historia de la filosofía, considera la tierra misma de la tolerancia y de la idea de humanidad.

El carácter primitivo del instinto tribal

Preguntarse qué da fuerza al tribalismo exige un análisis al que la filosofía, en especial la de Henri Bergson (1859-1941), aporta un valioso esclarecimiento. Nos enseña que el rechazo radical a escuchar la cuestión planteada por Nicolas Hulot se origina en la negación de la idea misma de una “humanidad en general” sobre la que puede fundarse la obligación de hospitalidad.

¿No hay humanidad en general? Existe para lo que Bergson llama “el alma que se abre” o “el alma abierta” y que está en el núcleo de su pensamiento en Les deux sources de la morale et de la religion (París, 1932) [Las dos fuentes de la moral y la religión].

En esta obra, el filósofo francés explica que en nosotros el sentimiento de pertenencia a la tribu es un instinto. Y, como se trata de un instinto, no es necesario preguntarse por su origen o su naturaleza, sino sólo reconocer que existe y está primitivamente inscrito en nosotros.

En esta creencia se funda política de la tribu y el llamamiento a una adhesión etnonacionalista. Por lo tanto, es comprensible que cuando esta política se da apariencias de sentido común, se presenta como una evidencia inmediata contra las complejidades de lo que denuncia como “políticamente correcto” y de la apertura a los otros, haciendo del carácter primitivo del instinto tribal su verdad primigenia: lo que existe para mí es el círculo de cercanía que constituye la comunidad de aquellos que se me parecen, que tienen mi mismo color de piel o incluso mi misma religión, y así sucesivamente. Con este razonamiento, se llegó a proponer la aberración de clasificar a los solicitantes de asilo en función de su religión.

A partir de ahí, una abstracción como la de una humanidad no podrá ser sino una totalización zoológica, un conjunto obtenido sólo por la adición de humanidades en última instancia heterogéneas. Simplemente, no se puede llegar a la idea de humanidad partiendo de pertenencias y ampliando gradualmente las inscripciones territoriales. En resumen, no se puede estirar el instinto de tribu para convertirlo en un instinto de lo humano.


Un hombre recluido en el Centro de Albergue de Solicitantes de Asilo “Pian del Lago” (Caltanissetta, Sicilia, Italia) da de comer a unas palomas en el patio (2014).

Más allá del instinto, la apertura

Por tanto, hay que poder salir del instinto para reencontrar la referida humanidad en sí y en los otros. La pregunta entonces es: ¿cómo es posible abrir el alma más allá de la tribu si, como escribió Bergson, está primitivamente demostrado que amamos “natural y directamente a nuestros padres y a nuestros conciudadanos, mientras que el amor de la humanidad sólo puede ser indirecto y adquirido?” ¿Dónde podría enraizarse y fortalecerse lo que no tiene la inmediatez del instinto? En otras palabras, ¿cómo es posible adquirir lo que va contra el plan de la naturaleza para inscribirnos en la ciudad que nuestra “tribu” se ha construido con su propia moral y su oposición a otras tribus? Según explica Bergson, resulta que es también parte de nuestra naturaleza poder “engañar” a esa naturaleza gracias a la inteligencia y convertir “la solidaridad social en fraternidad humana”.

Adquirimos pues el sentido de esta fraternidad humana a través, por un lado, de la religión (cabe recordar aquí que religare, una de las etimologías de esta palabra, da como significado lo que une, liga o conecta) y, por otro, de la inteligencia, que toma la forma de razón filosófica. Para salirnos del instinto, existen entonces el llamado de la religión a amar a la humanidad “a través de Dios, en Dios”, y el de la razón, “por la que todos nos comunicamos”, y por la cual “los filósofos nos hacen ver la humanidad para mostrarnos la dignidad eminente de la persona humana y el derecho de todos al respeto”. Este amor a la humanidad no es primitivo como el instinto. Pero no es menos primero. Lo experimentamos a través de la caridad o del sentido filosófico: en un caso y en otro, nos dice Bergson, llegamos allí por un salto y no en etapas como serían la familia, luego la nación, etc.

“El alma abierta” es precisamente el principio de este salto. Se opone a lo que podríamos llamar un alma mustia, cerrada, para quien amar es amar contra, que a la idea de humanidad responde que le preocupa lo suyo y lo que le toca más de cerca y que con eso tiene bastante y le es muy suficiente, que no puede llorar toda la miseria del mundo.

Contra esta alma mustia y sus falsas evidencias, me reconozco un alma abierta que de inmediato me hace presente –y tangible– a la humanidad, y me permite ser el prójimo de alguien que no es cercano. Tal como escribe Bergson, también reconozco por este mismo hecho que siempre tenemos que devenir humanos, es decir, que debemos hacer que esa alma abierta crezca de continuo y dé a la crisis de las migraciones una respuesta que sea la de la humanidad y la hospitalidad.

Leer más: 

Niños soldados: la vida por delante, entrevista con Forest Whitaker, El Correo de la UNESCO, 2011-4.

Inmigrantes: bienvenidos o indeseados, El Correo de la UNESCO, 1998-11

Los mundos del exilio, El Correo de la UNESCO, 1996-10

Inmigrantes: vivir entre dos culturas, El Correo de la UNESCO, 1985-9

Éxodo de pueblos: el problema mundial de 40 millones de refugiados El Correo de la UNESCO,1956-1

Souleymane Bachir Diagne

Filósofo e historiador de la lógica matemática, Solimán Bachir Diagne (Senegal) es también profesor en la Universidad de Columbia (Nueva York) y autor de numerosas obras sobre la historia de la lógica, la filosofía, el islam y las sociedades y culturas africanas. En 2011, fue galardonado con el premio Édouard Glissant por el conjunto de sus obras.