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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

Una voz invisible

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Privado de imágenes, el radioyente recurre al poder evocador de la voz para entrar en el universo radiofónico mientras fabrica representaciones mentales.

Carente de imagen, el oyente acude a la capacidad de evocación de la voz para sumergirse en el relato radiofónico y de paso crea imágenes mentales que le facilitan la concentración sobre su contenido.

Emma Rodero

La voz de un locutor suscita en quien la escucha una corriente de emociones, sentimientos e imágenes mentales sobre los que se apoya inconscientemente el oyente para imaginar los rasgos de la persona que habla y dar sentido a sus palabras. Mientras más numerosas y vivaces sean esas representaciones o imágenes mentales, más rica será su elaboración cognitiva. La voz que brota de la radio imprime una huella auditiva bien definida en el ánimo del oyente, una impronta conformada tanto por la representación física y psicológica del locutor como por el contenido de su mensaje.

Cuando el oyente escucha la radio, tiene la impresión de que establece un vínculo con el locutor y se sumerge en sus frases. Ese nexo y esa inmersión son de orden psicológico. El oyente experimenta una sensación de bienestar al establecer un vínculo sólido con el locutor y relacionarse con su discurso. 

Al hacerlo, el oyente deduce diversos rasgos del que habla. Los estudios al respecto demuestran que los oyentes tienen una capacidad singular para discernir ciertas características, tales como la edad, el sexo, e incluso la talla y el peso, aunque estos últimos sean algo más difíciles de precisar.

Forjarse una imagen mental

Cuando oímos una voz, esbozamos en nuestra mente un retrato físico preciso de su propietario, a partir de determinadas características vocales. En un estudio que coordiné en 2013, con la colaboración de Olatz Larrea, un grupo de participantes escuchó una información periodística difundida por radio y leída por distintas personas. Otro grupo escuchó las mismas voces, tras haber visto una foto de los locutores. El 73% de ellos declaró que les había influido el hecho de haber visto los retratos antes de oír la voz. También afirmaron que habían sido menos capaces de usar la imaginación y que se habían sentido condicionados por las imágenes.  

En ambos grupos los oyentes se forjaron una representación mental de los locutores, pero lo hicieron de manera diferente. En el grupo que solo había escuchado las voces, el 39% se imaginó al locutor y, en el segundo, un 18,5%. Los participantes del primer grupo se mantuvieron más atentos y concentrados y, sobre todo, retuvieron mejor la información. 

Ese proceso está sumamente influido por las asociaciones estereotipadas que transmiten los medios de comunicación, en particular el cine. Según esos clichés, el malo de la película siempre tiene una voz grave y áspera. Gracias a esos lugares comunes, el oyente elabora una imagen mental a partir de la voz del locutor. Otro tanto ocurre cuando escuchamos la voz de un comentarista radial: todos imaginamos los mismos rasgos físicos. Si la voz es débil y aguda, pensamos en una persona de pequeña estatura; si la voz es grave y sensual, nos imaginamos a una persona seductora, aun cuando esta asociación no siempre se corresponde con la realidad. Por eso muchos oyentes se sorprenden a ver un locutor de radio, porque a menudo la persona no se asemeja a la que habían imaginado. 

Las características que deducimos del timbre de una voz dependen sobre todo de un rasgo en particular: la tesitura o el registro del sonido, elemento fundamental en lo tocante a la percepción. Por lo general, una voz aguda se asocia a un estado de ánimo positivo, como la euforia, la excitación o la alegría, pero también a un estado de alerta, como el miedo o el nerviosismo.

Las voces graves son más creíbles

En la radio, nuestro estudio demuestra que los oyentes perciben las voces agudas como emitidas por personas tensas, distantes, frías y débiles. En cambio, una voz grave suele asociarse con un aspecto físico robusto, una estatura aventajada, cierta corpulencia y un cabello oscuro. Pero el factor esencial, el que justifica la preferencia del oyente por las voces graves, es que estas transmiten una sensación de credibilidad, madurez y dominio. 

Cuando un oyente escucha la voz de un locutor, puede deducir su personalidad y estado afectivo o emocional con una precisión del 65%, según el estudio realizado por Klaus R. Scherer y publicado en 1995 en el Journal of Voice. Nuestra voz transmite información sobre nuestra personalidad. A las personas que hablan muy rápido se les suele percibir como individuos nerviosos o extrovertidos, mientras que a quienes se expresan en voz queda se les considera tímidos.  

De modo que la manera en que los locutores de radio usan sus voces influye fuertemente en las emociones y las intenciones que transmiten. Se trata de la prosodia o melodía de la palabra, sabia mezcla de entonación, acento, velocidad de elocución y pausas periódicas. En este aspecto, la primera regla para un animador radial consiste en evitar los extremos: la monotonía (resultante de modulaciones débiles, con una tesitura baja) o la excitación excesiva (que generan las reiteradas inflexiones agudas). Un tono monótono provoca directamente la pérdida de atención del oyente. En cambio, un tono sobreexcitado, demasiado enfático, sigue una melodía aguda y ascendente, que se repite a intervalos regulares. Esta entonación es muy frecuente en los anuncios publicitarios y los boletines informativos de la radio.

Alejada de ambos extremos, la mejor estrategia consiste en modular los efectos, comenzando por una frase de tono agudo para llamar la atención del oyente, y terminándola con voz grave, para subrayar lo esencial de la información.

Gracias a un adiestramiento vocal adecuado, los locutores radiales pueden suscitar en la mente de sus oyentes imágenes e impresiones, y transmitir las intenciones y emociones que desean provocar. De modo que basta con que nos dejemos llevar por sus voces para componer en nuestra imaginación representaciones mentales, experimentar emociones intensas y sumergirnos completamente en su discurso.

Emma Rodero

Profesora e investigadora en el Departamento de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España), Emma Rodero dirige el Laboratorio de psicología de los medios de comunicación en el marco de esa Universidad. Rodero dirige también el CCLab para la mejora de las competencias en materia de comunicación, en la Facultad de Administración de Barcelona.