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Gran angular

Las redes sociales, nuevo Dorado de los traficantes

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Mosaico sustraído ilegalmente de Siria y puesto en venta en Facebook.

Los sitios web dedicados a subastas de obras de arte y bienes culturales, así como las redes sociales, se han convertido desde hace algunos años en centros de intercambios de traficantes del mercado ilegal del arte. Aunque algunas plataformas de servicios, como Facebook, han proscrito muy recientemente el comercio de antigüedades, todavía queda mucho por hacer para yugular las actividades clandestinas de quienes se lucran con la posibilidad de hacer negocios ilícitos a escala mundial.

Tom Mashberg
Experiodista de investigación en el diario estadounidense The Boston Herald, hoy en día colabora periódicamente en las páginas culturales de The New York Times. Especializado en el tema de robos y repatriaciones de antigüedades y obras de arte, es coautor del libro Stealing Rembrandts: The Untold Stories of Notorious Art Heists [Robos de Rembrandts – Historias desconocidas de célebres sustracciones de obras de arte].

Tras más de dos años de quejas formuladas oficialmente a Facebook por especialistas en el rastreo de objetos culturales robados, esta empresa de servicios de redes sociales reconoció el pasado mes de junio que su sitio web se utilizaba como un verdadero bazar en línea de compraventa de obras de arte saqueadas en países del Oriente Medio.

Facebook, comunicó públicamente que “para proteger los objetos históricos y a sus usuarios […] prohibía de ahora en adelante la compraventa de cualquier objeto histórico en su sitio web y en el de ‘Instagram’”, e incluyó esa restricción en sus Normas Comunitarias, lo que supuso un cambio importante en la política que había seguido hasta entonces.

Ya iba siendo hora de que se hiciera ese cambio. En efecto, las plataformas en línea apenas se habían movilizado antes para poner trabas al comercio ilícito de vestigios y objetos históricos, tal y como venían denunciando desde 2014 los expertos agrupados en el Antiquities Trafficking and Heritage Anthropology Research Project – ATHAR (“antigüedades” en árabe) [Proyecto de Investigación sobre Tráfico de Antigüedades y Antropología Cultural].

La crisis de la COVID-19 agravó ese comercio ilícito al inducir a un creciente número de revendedores y compradores de objetos históricos a servirse de Internet, donde comprobaron que podían tener un acceso fácil al mercado ilegal del arte si se integraban en grupos de Facebook sobre los que no se ejercía vigilancia alguna.

Una lacra mundial

Facebook no es la única plataforma en línea donde se han vendido obras de arte y antigüedades de procedencia ilegal. Para localizar a posibles compradores, especialmente en Europa y EE.UU., los traficantes también recurren a una amplia gama de sitios web de subastas como eBay, Invaluable, Catawiki y GoAntiques, pese a que las normas de utilización de estas plataformas proscriben, en teoría, las transacciones sobre ese tipo de objetos culturales.

En la normativa adoptada por eBay se dice que “en los anuncios relativos a la venta de antigüedades es menester señalar la procedencia del objeto o la cronología de su propiedad, a las que se deberá adjuntar, cuando sea posible, una fotografía o una imagen digitalizada de un documento oficial que especifique el país de origen y los pormenores legales de su venta; además, el objeto tendrá que contar con una licencia de importación o exportación, según los casos”.

Sin embargo, en la práctica es casi imposible bloquear las ventas que conculcan este tipo de normas. “Esto se debe a la gran cantidad de objetos vendidos en línea, a la rapidez con que se efectúan las transacciones y a la imposibilidad en que se encuentran muchas autoridades represivas nacionales para controlar e investigar con regularidad las transacciones mercantiles por Internet”, tal y como explica Neil Brodie, profesor de investigación especializado en arqueología de la Universidad de Oxford y autor de numerosos artículos sobre el comercio electrónico.

Es muy difícil evaluar el número de objetos de procedencia ilegal subastados en línea. En 2019, durante la presentación de un estudio elaborado para la Comisión Europea sobre el comercio ilícito de bienes culturales en el Viejo Continente, Brodie estimó que tan solo en 2018 en el Reino Unido se habrían vendido unos 52.560 lotes de antigüedades por un valor de 1,8 millones de euros, y agregó que, sin duda, una gran parte de las transacciones efectuadas ese año fueron ilegales.

La UNESCO viene criticando sin descanso la expansión del comercio de bienes culturales en Internet, junto con diversas entidades asociadas a su acción que tienen por finalidad la represión de la delincuencia, como la Organización Internacional de Policía Criminal (INTERPOL) y la Organización Mundial de Aduanas (OMD), o la elaboración de normas jurídicas, como el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT).

El pasado 26 de junio, en una videoconferencia de expertos destinada, entre otros fines, a determinar qué nuevas medidas se pueden adoptar para impedir en Internet la compraventa ilícita de bienes culturales saqueados, el Subdirector General de Cultura de la UNESCO, Ernesto Ottone Ramírez, declaró que “todos debemos redoblar nuestros esfuerzos para luchar contra esta lacra mundial”. En esa reunión se cuestionó la función de plataformas giratorias del tráfico ilícito de objetos históricos desempeñada por Facebook, eBay y otros sitios web.

Saqueos a la carta

Según los expertos, el tráfico de antigüedades en Facebook comenzó en 2011, más o menos en la época en que estallaron los movimientos de la “Primavera Árabe”. Amr Al-Azm, profesor de la Shawnee State University (Ohio, Estados Unidos) especializado en historia y antropología del Oriente Medio que codirige el Proyecto ATHAR, estima que fue entonces cuando el autoproclamado Estado Islámico del Iraq y el Levante (EIIL) organizó el pillaje sistemático de objetos arqueológicos en yacimientos iraquíes y sirios, sirviéndose principalmente de Facebook para venderlos.

En su opinión, “las redes sociales han roto las barreras que obstaculizaban el acceso al mercado del arte”. En septiembre de 2020, este profesor y Katie Paul, antropóloga y codirectora del Proyecto ATHAR, ya habían contabilizado por lo menos 120 grupos de Facebook –en su mayoría de lengua árabe– vinculados al comercio ilegal de objetos arqueológicos procedentes del Oriente Medio. Esos grupos cuentan con miles y miles de miembros.

Los sitios web de subastas en línea constituyen también un problema. Sin embargo, Katie Paul subraya que “a diferencia de lo que ocurre con el sitio de eBay, en el caso de los grupos de Facebook pueden ascender a centenares de miles los seguidores de un solo vendedor ilegal de objetos arqueológicos.”

“Todo es una cuestión de dimensiones –añade– porque eBay cuenta con unos 182 millones de usuarios, mientras que los de la plataforma Facebook se cifran en más de 2.000 millones y, además, tienen acceso a ella todos los países en desarrollo”.

Amr Al-Azm afirma que quienes tratan de comprar o vender obras de arte y objetos culturales suelen hacer primero indagaciones prospectivas en grupos de Facebook, y luego ultiman sus negociaciones en aplicaciones digitales de mensajería cifrada. Señala, además, que los compradores difunden profusamente demandas muy concretas, incentivando así lo que él denomina “saqueos a la carta”.

En un informe realizado en 2019 por el Proyecto ATHAR, se mostraban abundantes fotos y vídeos publicados por grupos de Facebook para ofrecer a la venta mosaicos, elementos arquitectónicos y estatuas de la Antigüedad, así como máscaras funerarias egipcias e incluso sarcófagos faraónicos.

Según Katie Paul, “los traficantes publican abiertamente fotos de catálogos de subastas con el precio de objetos similares a los que ofrecen para suscitar la codicia de los compradores ilegales, como diciéndoles: ‘vengan a por ellos, fíjense en los precios que pueden alcanzar’”. Los traficantes en línea, agrega esta especialista, tratan también de dar seguridades a los compradores sobre la autenticidad de los objetos, llegando a publicar fotos o vídeos de sus exhumaciones in situ. Algunos de ellos incluso cuelgan en Internet instrucciones para enseñar a eventuales saqueadores cómo se deben localizar los sitios arqueológicos vulnerables y desenterrar adecuadamente los tesoros artísticos que puedan contener.

Katie Paul hace notar además cuán irritante es el hecho de que los algoritmos de las plataformas en línea recomienden a sus usuarios que se conecten con grupos y sitios web dedicados al tráfico de objetos arqueológicos. “Cada vez que en el marco del Proyecto ATHAR investigamos uno de esos grupos y sitios, el algoritmo de Facebook, por ejemplo, nos recomienda conectarnos con otros tres más”.

Los rastreos efectuados por ATHAR han detectado también la tendencia a subastar obras de arte directamente y en tiempo real, mostrando a los saqueadores en plena faena de exhumación de vestigios para demostrar sobradamente su autenticidad. Cuando se adjudica el objeto subastado a un pujador, se le muestra cómo se le pone una etiqueta falsa y se le expide a través de terceros países.

Cuando Facebook o un sitio web de subastas han proscrito a vendedores ilegales, Amr Al-Azm y otros rastreadores les han pedido que no supriman las páginas publicadas por esos traficantes, ya que muy a menudo los únicos indicios fehacientes de la existencia de los objetos puestos a la venta son las fotos y los vídeos que figuran en ellas. Esas imágenes constituyen pruebas esenciales de los robos para las autoridades policiales y los expertos en patrimonio cultural. Sin embargo, las plataformas digitales invocan motivos de confidencialidad para alegar que no tienen la intención de conservar los contenidos de las páginas suprimidas.

Es muy probable que en los años venideros la oleada de objetos arqueológicos siga inundando el mercado del arte en línea. En efecto, hay traficantes que con frecuencia los almacenan durante años para dar tiempo a que se les deje de prestar atención y también para poder falsificar la documentación credencial que facilite su puesta en venta en el mercado legal.

Habida cuenta de todo cuanto antecede, las fotos y los vídeos de objetos robados revisten una importancia primordial. En opinión de Amr Al-Azm, “son elementos probatorios que tendrán un gran valor para los estudiosos especializados en el patrimonio cultural y, por consiguiente, también serán esenciales para los trabajos que se emprendan en el futuro con miras a restituir las obras de arte robadas a sus países de origen”.

Más información:

Tráfico de antigüedades: acabemos con la hemorragia, El Correo de la UNESCO, octubre-diciembre de 2017

 

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