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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

La ranita que busca recuperar su brillo

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Niños disfrutan de actividades educativas y recreativas en el Punta Culebra Nature Center del Smithsonian, ubicado en la Ciudad de Panamá, en ocasión del Festival de la Rana Dorada.
Rana dorada: CC BY 2.0 by Brian Gratwicke

Muchos científicos consideran que la desaparición masiva de algunas variedades de anuros centroamericanos es emblemática de la sexta extinción. Es una de las manifestaciones de nuestra entrada en el Antropoceno, que afectará, según algunos, a un porcentaje importante de los mamíferos, los anfibios, los corales y de numerosas otras especies. En Panamá, científicos y autoridades nacionales luchan contrarreloj para evitar que una especie mítica, la rana dorada, sucumba para siempre. Una investigación indica que los hombres son los culpables, porque han introducido en América del Sur un hongo extremadamente nocivo para los anfibios.

 

Karla Jiménez Comrie

Una leyenda precolombina surgida en las tierras centrales de Panamá afirmaba que quien viera o lograra poseer una rana dorada, gozaría de buena fortuna. Su color amarillo intenso, salpicado con manchas de tonos café, fue motivo de embeleso entre las tribus originarias, que pensaban que al morir el anfibio su diminuto cuerpo se tornaba en oro macizo.

Endémica de la región central de Panamá y descubierta en la zona circundante al Valle de Antón y el Parque Nacional Campana, la rana dorada –bautizada por la ciencia como Atelopus zeteki– habitó y adornó por muchos años los riachuelos y quebradas de las espesuras panameñas. Panamá ha hecho de la rana dorada un símbolo ecológico y cultural, con un Día Nacional que se celebra cada 14 de agosto. Su figura es tan popular que es común encontrarla en artesanías, joyería, carteles de festivales, billetes de lotería y como apelativo de hoteles, cervezas artesanales y establecimientos comerciales. Y, sin embargo, esta especie se ha extinguido de los bosques istmeños.

La situación comenzó a registrarse durante los años 1993-1996, apunta el herpetólogo panameño e investigador asociado del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI, por sus siglas en inglés), Roberto Ibáñez. El biólogo panameño Edgardo Griffith, por su parte, recuerda haber encontrado ranas moribundas en las inmediaciones del Valle de Antón a finales de 2005, cuando hacía una expedición. En ese entonces se desconocían las causas de las defunciones, pero su voz de alerta coincidía con otros estudios que buscaban conocer qué estaba sucediendo con el anfibio. La última vez que se la vio en estado salvaje fue en 2007, momento capturado por la BBC para uno de sus documentales de la serie “Life in Cold Blood” (La vida a sangre fría).

Se cree que el culpable de esta hecatombe es el hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd), un hongo quítrido que amenaza a la población mundial de anfibios con la enfermedad quitridiomicosis, que “infecta la piel de las ranas, alterando sus funciones”, explica el doctor Roberto Ibáñez. Entre las funciones de la piel de las ranas se encuentra la de mantener el balance de agua y sales entre el cuerpo y su medio. Las ranas enfermas por el hongo Bd presentan un transporte de electrolitos aquejado, que reduce principalmente las concentraciones de sodio y potasio en la sangre del animal y les ocasiona un paro cardíaco.

Un hongo invasor

¿Cómo surgió? La hipótesis más aceptada para los biólogos panameños es que se originó en África, pues se asume que el hongo Bd vive naturalmente en la piel de la rana sudafricana Xenopus laevis, utilizada intensivamente desde la década de 1930 en pruebas de embarazo para las mujeres. Se piensa que al exportarse este método hacia otras latitudes se propagó la infección, pues se desconocía que la Xenopus laevis actuaba como vector de la enfermedad.  

En Panamá, se asume que el hongo pudo haberse dispersado por contagio de los mismos anfibios, explica Ibáñez, quien advierte que el quítrido ya se encuentra esparcido por todo el país y además amenaza a otras especies de anfibios. De hecho, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza incluye al Bd entre las Cien de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo, “por la severidad de su impacto sobre la diversidad biológica”. Edgardo Griffith lo detalla como un organismo “muy efectivo, que reduce la biodiversidad, afecta la dinámica poblacional, la reproducción y, en algunas especies, acaba con el 100% de sus individuos”. Hoy, el hongo se encuentra en todas partes, tanto en Panamá como en otros países de América Latina.

El arca de Noé de los anfibios

En Panamá no existe por el momento un tratamiento eficaz para combatir la enfermedad, aunque sí sobra el optimismo de poder devolver algún día la rana dorada a su hábitat natural. En 2011, el gobierno del país creó un Plan de Acción para la Conservación de los Anfibios de Panamá, enmarcado en tres componentes esenciales: investigación, conservación y ejecución, como primer paso para paliar la situación de los anfibios. La Fundación Centro de Conservación de Anfibios de El Valle (Fundación EVACC, por sus siglas en inglés), presidida por Edgardo Griffith, busca preservar la rana dorada, aunque en esta etapa esté aún en cautividad. Su zoo acoge cerca de 4.500 ranas, mil ellas de la variedad dorada.

Al otro lado del país, en el poblado de Gamboa, contiguo a un bosque lluvioso ubicado dentro de la antigua zona del Canal de Panamá, el doctor Roberto Ibáñez dirige el Proyecto de Conservación y Rescate de Anfibios. Se trata de un proyecto ex situ creado en 2009, con la finalidad de establecer colonias en cautiverio para reproducir aquellas especies que están en peligro, principalmente a causa del hongo quítrido. Es una especie de Arca de Noé, que procura restablecer la demografía de las especies más amenazadas a partir de poblaciones en cautiverio mientras se encuentra una manera de controlar el hongo. Este centro, ubicado a 32 kilómetros de la capital panameña, cuenta con unos 1.200 ejemplares de ranas de nueve especies, con excepción de la rana dorada, que Roberto Ibañez espera importar desde la Fundación EVACC para finales de 2018.

¿Recuperará la ranita dorada su brillo de antaño? Los científicos apuestan a un sí rotundo. Mientras, los panameños esperan que el emblemático anfibio logre ostentar y hacer valer su conocida buena fortuna.

 
Karla Jiménez Comrie

Periodista independiente y comunicadora de proyectos culturales, Karla Jiménez Comrie (Panamá) ha trabajado para el Sistema de las Naciones Unidas y como reportera del diario La Prensa, donde escribía sobre medioambiente y cultura.