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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

El peso insostenible de la tecnosfera

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Tecnofósil (Samsung E570). Presunto teléfono fosilizado. Obra en malaquita del artista belga Maarten van den Eynde, esculpida en la República Democrática del Congo (2015).

Tecnofóssil (Samsung E570), a simulação de um telefone celular fossilizado esculpido em pedra de malaquita, pelo artista belga Maarten Vanden Eynde, na República Democrática do Congo (2015).

En un brevísimo instante de la escala temporal geológica ha hecho su aparición una nueva esfera de la Tierra. Su peso asciende a 30 billones de toneladas y comprende el dióxido de carbono emitido por la industria hacia la atmósfera, que por sí solo equivale al volumen de 150.000 pirámides de Egipto. Su nombre: la tecnosfera.   

Jan Zalasiewicz

 

La Tierra que nos sustenta podemos describirla desde la perspectiva de las diferentes esferas que la componen: la litosfera (formada por la capa sólida rocosa de nuestro planeta); la hidrosfera, (constituida por el conjunto de partes líquidas de la tierra); la criosfera (integrada por las regiones polares y las altas cumbres heladas de las cordilleras); la atmósfera (compuesta por la envoltura de aire que respiramos); y la biosfera (que engloba el conjunto de los organismos vivos del que los humanos formamos parte). Todas estas esferas han existido bajo diversas formas desde que la Tierra misma existe, esto es, desde hace unos 4.600 millones de años. Mucho más recientemente ha venido a agregarse a todas ellas una nueva: la tecnosfera.

En el sentido en que la entendemos aquí, la tecnosfera es un concepto elaborado por el ingeniero y geólogo estadounidense Peter Haff, profesor emérito de la Duke University. La noción de tecnosfera, al igual que la del Antropoceno, está obteniendo un reconocimiento cada vez más amplio y recientemente ha sido, por ejemplo, el eje central de una importante iniciativa del centro internacional de artes contemporáneas de Berlín, la Haus der Kulturen der Welt (Casa de las Culturas del Mundo).

Lo mismo que el Antropoceno, la tecnosfera es un concepto controvertido, aunque sólo sea por la función limitada que asigna al ser humano. En efecto, indica que colectivamente distamos mucho de gozar de la libertad que creemos tener para pilotar el sistema terrestre.

La tecnosfera abarca el conjunto de objetos tecnológicos producidos por la humanidad, pero no únicamente. En efecto, la tecnosfera es todo un sistema y dista mucho de ser un mero conglomerado de aparatos y equipamientos tecnológicos. Esta distinción, que es esencial, se puede explicar si hacemos una comparación con el concepto más consolidado de biosfera. Acuñado en el siglo XIX por el geólogo austriaco Eduard Suess, el vocablo “biosfera” fue elevado a la categoría de concepto por el científico ruso Vladimir Vernadsky en el siglo XX. Vernadsky propuso que, además del conjunto de los organismos vivos terrestres, la biosfera integrara todas las interacciones de éstos con el aire, el agua y el suelo que nutren la vida orgánica, e incorporarse también la energía solar que la alimenta en gran parte. La biosfera es, por consiguiente, algo más que la mera suma de sus diferentes partes, ya que integra su interrelación y superposición con las demás esferas terrestres, conservando al mismo tiempo su propia dinámica y sus propiedades emergentes.

Manipular la naturaleza

De la misma manera, la tecnosfera no la componen solamente nuestras máquinas, sino también nosotros mismos, los seres humanos, y todos los sistemas sociales y profesionales que permiten interactuar con la tecnología: fábricas, escuelas, universidades, bancos, sindicatos, partidos políticos e Internet. También la componen: los animales domésticos que criamos en cantidades enormes para alimentarnos; las plantas que cultivamos para nuestro sustento y el de nuestros animales; y los suelos agrícolas cuyo estado natural hemos modificado en gran parte para el cultivo de esas plantas.

La tecnosfera engloba también las carreteras, redes ferroviarias, aeropuertos, minas y canteras, campos de petróleo y gas, ciudades y obras hidráulicas. Todos esos componentes de la tecnosfera han generado ingentes cantidades de desechos que se acumulan en vertederos y contaminan el aire, el suelo y el agua. A lo largo de toda la historia humana ha existido evidentemente una “prototecnosfera”, pero la mayor parte del tiempo en forma de núcleos fragmentarios, aislados y dispersos, sin gran importancia a escala planetaria. En cambio, actualmente la tecnosfera se ha convertido en un sistema mundialmente interrelacionado que entraña una evolución nueva y decisiva para nuestro planeta.

¿Qué tamaño tiene la tecnosfera? Se puede calcular grosso modo evaluando la masa de sus componentes físicos: desde las ciudades y el volumen de tierras excavadas y arrasadas para construir sus cimientos hasta las tierras agrícolas, carreteras, redes ferroviarias, etc. Una estimación por orden de magnitud ha cifrado en unos 30 billones de toneladas los materiales que los hombres utilizan, o han utilizado y desechado, en el conjunto del planeta.

Los elementos físicos de la tecnosfera son también muy variados. Nuestros antepasados fabricaron utensilios sencillos como las hachas de piedra hace millones de años. Sin embargo, desde de la Revolución Industrial, y más concretamente después de la “gran aceleración” del crecimiento demográfico, la industrialización y la mundialización en el siglo XX, la proliferación de máquinas y objetos manufacturados de todas clases ha venido cobrando proporciones gigantescas. Además, las tecnologías avanzan a un ritmo cada vez más rápido. Nuestros antecesores de la era preindustrial no vieron muchos cambios tecnológicos de una generación a otra. En cambio hoy, en el intervalo de algo más de una generación humana, el uso del teléfono móvil –para citar solamente un ejemplo– se ha generalizado masivamente entre casi todas las franjas de edad de la población.


Plastiglomerados. Facsímiles de hipotéticas materias geológicas realizados en la Manufactura de Rocas del Futuro, fundada en 2013 por el artista francés Jean-Pierre Brazs.

 

Los fósiles del futuro

Una analogía puede ayudarnos a mostrar la impactante naturaleza de los nuevos objetos tecnológicos recién llegados a nuestro planeta, y más concretamente de los teléfonos móviles. Podemos considerarlos tecnofósiles desde un punto de vista geológico porque están fabricados con materiales biológicos, son robustos y resisten al deterioro. Serán los fósiles del futuro, característicos de los estratos del Antropoceno.

Nadie sabe exactamente cuántas clases de tecnofósiles hay actualmente, pero se calcula que son más numerosas que las especies de fósiles ya conocidas, de igual manera que la tecnodiversidad moderna, contemplada desde este punto de vista, supera a la biodiversidad. Además, el número de especies de tecnofósiles aumenta continuamente debido a que el ritmo de evolución tecnológico es mucho más rápido que el biológico.

La energía que necesita la biosfera procede casi exclusivamente del sol. La tecnosfera sólo recurre parcialmente a fuentes energéticas renovables como la solar y la eólica, y se alimenta esencialmente por la combustión de carbón, gas e hidrocarburos como el petróleo. Estas últimas fuentes energéticas no renovables proceden de la energía solar fósil, almacenada como energía química en moléculas de materia orgánica enterradas en las profundidades de la Tierra durante centenares de millones de años. Ahora la humanidad está agotando esa energía fósil en el espacio de unos pocos siglos.

Durante miles de años los hombres produjeron energía con ingenios como molinos de agua, pero la cantidad de energía necesaria hoy para asegurar el funcionamiento de la tecnosfera se sitúa a una escala completamente diferente. Baste con decir que desde mediados del siglo XX los seres humanos han consumido colectivamente más energía que en el transcurso de los once milenios del Holoceno.

Una marea de desechos

Hay un aspecto fundamental que distingue a la tecnosfera de la biosfera. Esta última recicla a la perfección los materiales que la componen y este reciclaje le ha permitido perdurar en la Tierra durante miles de millones de años. En cambio, la tecnosfera no recicla prácticamente casi ninguno de sus componentes. Algunos de sus desechos son demasiado visibles, como por ejemplo, las montañas de plásticos que se acumulan en los mares y playas del mundo entero. En cambio, otros, como el dióxido de carbono, son incoloros e inodoros y, por lo tanto, invisibles. La masa de CO2 emitida por la industria mundial hacia la atmósfera ha cobrado proporciones colosales y alcanza un volumen de casi un billón de toneladas, equivalente al de unas 150.000 pirámides de Egipto. Si no se llega a controlar este rápido aumento de los desechos, el futuro de la tecnosfera peligrará y la especie humana que depende de ella también.

La tecnosfera es una emanación de la biosfera y, como tal, es un sistema complejo que posee su propia dinámica. Entre los factores más importantes de su aparición cabe destacar la aptitud de la especie humana para crear estructuras sociales sofisticadas, fabricar herramientas y trabajar con ellas. Sin embargo, aunque somos los humanos quienes creamos y pilotamos la tecnosfera, Haff hace hincapié en que somos sobre todo componentes de ella y, por lo tanto, nos vemos obligados a mantenerla en funcionamiento porque es la que proporciona a una gran parte de la humanidad los alimentos, las viviendas y otros recursos que garantizan su supervivencia. El desarrollo de la tecnosfera ha hecho posible que el número de habitantes de la Tierra aumentara, pasando de unas cuantas decenas de millones de individuos que vivían de la caza y la recolección a los 7.300 millones de personas que componen la población mundial actualmente. Una sola innovación tecnológica –el procedimiento Haber-Bosch de síntesis del amoniaco para fabricar fertilizantes artificiales– permite asegurar la subsistencia de la mitad de la humanidad aproximadamente.

Hoy en día, no hay ninguna fuerza humana que controle la evolución de la tecnosfera, porque su desarrollo obedece a la invención y aparición de nuevas tecnologías útiles. Nos hallamos en presencia de una especie de evolución conjunta de los sistemas humanos y tecnológicos.

Alteración de la habitabilidad de la Tierra

Se puede considerar que actualmente la tecnosfera es un parásito de la biosfera que trastoca la habitabilidad de la Tierra. Entre las consecuencias evidentes de esto figuran el aumento y la aceleración de la extinción de especies vegetales y animales, así como las alteraciones del clima y de la composición química de los océanos que resultan ser perjudiciales para los grupos biológicos existentes. Todos estos cambios pueden deteriorar el funcionamiento de la biosfera y causar daños a las poblaciones humanas. Por eso, lo ideal sería que los seres humanos tratáramos de contribuir a que el desarrollo de la tecnosfera sea más sostenible a largo plazo. Sin embargo, a la humanidad, en su conjunto, no le queda otro remedio que mantenerla en estado de funcionamiento porque se ha hecho indispensable para su existencia.

Uno de los retos que nos plantea la tecnosfera en proceso de transformación es calcular el margen de maniobra de que disponemos en el contexto actual para emprender una acción eficaz en el plano socioeconómico y político. El primer paso que debemos dar para afrontar ese reto es tratar de conocer mejor el funcionamiento de este nuevo periodo extraordinario de la evolución de nuestro planeta. Queda todavía mucho por hacer a este respecto.

 

Fotoilustraciones:

Maarten Vanden Eynde

Jean‑Pierre Brazs