Editorial

“Un oficio imposible”. Para Sigmund Freud, la tarea del educador era, como la del gobernante o el psicoanalista, una misión en la que “de antemano, uno puede estar seguro de que los resultados que alcance serán insuficientes”*. Sin duda, es difícil transmitir conocimientos, dominar el aula, suscitar la curiosidad, enseñar reglas de convivencia y formar a los ciudadanos del porvenir, y hacer todo eso al mismo tiempo. El reto parece aún más arduo en un contexto a menudo lastrado por la escasez de medios, el número excesivo de alumnos y una pérdida del sentido de la misión original de la docencia.

Sin duda, todo el mundo reconoce la función esencial que desempeñan los docentes. A título individual, cada uno de nosotros puede mencionar el nombre de al menos un maestro que le influyó decisivamente, a veces hasta el punto de reorientar toda su vida. En el ámbito internacional, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, en particular el ODS 4, destacan la importancia del profesorado en la consecución de la Agenda 2030 de desarrollo sostenible.

Y, sin embargo, la profesión docente está en crisis. El desarrollo de la neurociencia cognitiva y las múltiples aplicaciones de las nuevas tecnologías en el sector educativo imponen al magisterio la necesidad de adaptarse, de reinventarse.

Antaño respetada y valorada, la figura del maestro es hoy objeto de polémica e incluso se le exige responsabilidades por las deficiencias del sistema educativo. En determinadas situaciones, la imagen negativa que se le atribuye puede dar lugar a que sea víctima de actos intimidatorios e incluso de agresiones perpetradas por los alumnos o sus familiares.

De hecho, la docencia consigue a duras penas renovar sus efectivos. Tras pocos años de ejercicio, muchos maestros abandonan la profesión. Un estudio realizado en 2014 en Estados Unidos con una muestra de 50.000 profesores de primaria y secundaria**, reveló que más del 41% de ellos había renunciado a la profesión en los cinco primeros años de la carrera.

Salarios exiguos, horizonte profesional limitado, intensas presiones sociales y escasez de medios son los factores que disuaden a los jóvenes de consagrarse a la enseñanza.

Sin embargo, para alcanzar los ODS será preciso contratar a más de 69 millones de nuevos maestros de aquí a 2030. De esa cifra global, 48,6 millones irían a sustituir a los profesores que abandonarán el magisterio. En la actualidad, ya existe una carencia aguda de personal docente en Asia Meridional y Occidental, y también en el África Subsahariana.

En un contexto así, ¿cómo sería posible atraer a una nueva generación de maestros motivados? Esta pregunta inspiró el tema de la edición de 2019 del Día Mundial de los Docentes: “Jóvenes docentes: el futuro de la profesión” (5 de octubre).

Pero más allá de cifras, estadísticas y titulares alarmantes, hay maestros que no se desaniman ante los contextos difíciles. Profesionales que siguen impartiendo educación en aulas repletas de alumnos, entre las mayores carencias. Educadores que trabajan con pupilos que han tenido una trayectoria vital complicada, que han abandonado el sistema escolar o que viven en zonas remotas. Docentes para quienes la enseñanza es un compromiso, una batalla cotidiana. Son los hombres y mujeres a quienes El Correo de la UNESCO honra hoy en este número.

Vincent Defourny y Agnès Bardon

* Análisis terminable e interminable, 1937.

** Ingersoll, R., Merrill, E., Stuckey, D., 2014. Seven Trends: The Transformation of the Teaching Force [Siete Tendencias: La transformación de la fuerza docente]. CPRE Research Reports.

Este dosier se publica con motivo del Día Mundial de los Docentes, que se celebra cada año el 5 de octubre.