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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

Profesor en un pueblo chino aislado

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Durante la ausencia de sus padres, que se han marchado a trabajar lejos de casa, le corresponde al docente acompañar a los alumnos por los caminos escarpados que conducen a la escuela.

En la provincia de Henan, en el centro de China, son muchos los habitantes de Heihumiao que desean abandonar las montañas para buscar una vida mejor en la ciudad. Zhang Yugun también se marchó. Pero una vez que obtuvo su diploma, regresó para enseñar en el pueblo que lo vio crecer y darles una oportunidad a los niños.

Wang Shuo, periodista china

Al salir de la ciudad de Zhenping, hay que tomar un camino de montaña hasta el pico que culmina a 1.600 metros sobre el nivel del mar. Desde ahí puede verse, sumergida en el fondo del valle, la escuela primaria de Heihumiao. Allí enseña Zhang Yugun desde hace 18 años.

El pueblo de Heihumiao se encuentra en un lugar muy remoto. Antiguamente, para salir de allí había que caminar por senderos de montaña trazados por bueyes y ovejas, escalar la colina y aventurarse por las lomas escarpadas de Bali. El camino es tan accidentado que resulta imposible recorrerlo en bicicleta. A falta de medios de transporte, se necesitaban cinco horas para subir la colina a pie. Debido a estas duras condiciones, muy pocos docentes aceptaban un puesto en el pueblo.

“Si ningún maestro del exterior viene hasta aquí y si los alumnos que formamos no se quedan, ¿quién se encargará de educar a los niños del pueblo?”  Zhang Yugun se obsesionó con esta pregunta desde el momento en que siguió hasta el colegio a Wu Longqi, el antiguo director. Aunque al principio tuvo sus dudas, debido al escaso salario y la dureza del entorno, finalmente decidió quedarse. Prometió a Wu que les daría una vida nueva a los niños del pueblo. Y cumplió su palabra.

Una percha cargada de esperanza

En el pueblo faltaba de todo: libretas, libros, lápices, gomas y material pedagógico. Los materiales, así como los productos alimenticios básicos como vinagre, verduras o arroz, se traían desde la ciudad cargados a la espalda. Entre 2001 y 2006, Zhang recorrió la montaña acarreando los productos necesarios en cestas que colgaba de una percha heredada de Wu. Era la única manera de mantener a los niños en la escuela y de proporcionarles medios para que, si querían, algún día pudieran dejar las montañas.

Un día de invierno, el camino estaba demasiado resbaladizo. Se acercaba el inicio del curso y los libros de texto seguían estando en la ciudad de Gaoqiu, a más de 30 km. Percha al hombro, Zhang y otro profesor salieron por la mañana temprano por los caminos enfangados. Cuando volvieron al colegio con su cargamento de libros, estaban cubiertos de barro de la cabeza a los pies, pero los libros no habían sufrido daño alguno.

En los últimos años las condiciones han mejorado. Desde 2006, hay una carretera asfaltada que permite acceder al pueblo y rompe su aislamiento. Desde el invierno de 2017, varios autobuses brindan servicio en la localidad. Y Zhang tiene ahora una moto con la que puede traer libros y alimentos cotidianos al pueblo, cargas que a menudo sobrepasan los 100 kilos. Pero las condiciones siguen siendo muy arduas. Desde su regreso, el profesor ha gastado ya cuatro de esas máquinas, sin contar el número de ruedas que ha tenido que cambiar.

Pero Zhang no se queja. “Sé que todos estos esfuerzos no han sido en vano, porque mis alumnos han tenido la posibilidad de proseguir su escolaridad”, afirma. Antes de comenzar a enseñar, él era el único alumno de Heihumiao con estudios superiores. Al día de hoy, ya son 22.

Un profesor polivalente

Ante la falta de personal, Zhang aprendió a asumir todas las funciones. Desempeña la dirección de la escuela e imparte clases de matemáticas y moral. Durante los últimos 18 años ha adquirido competencias que van mucho más allá del marco de su formación inicial. Además de enseñar, se ocupa de la cocina del colegio, cose la ropa de los alumnos al terminar la jornada e incluso ejerce de enfermero en casos de urgencia.

Su función con los alumnos es aún más importante. La mayoría de los padres trabajan lejos y Zhang conoce las dificultades que padece cada una de estas familias. “Durante todos estos años, ningún alumno de nuestro pueblo ha abandonado los estudios por culpa de la pobreza. Esto es válido tanto para las niñas como para los niños”, cuenta el jefe del pueblo. “Zhang ha convencido a los padres de los alumnos cuyas familias viven lejos de la escuela para que autoricen a sus hijos a comer y pasar la noche allí. Junto a su esposa, les ha ayudado a asearse, a remendar sus prendas y ha respondido a todas sus necesidades cotidianas. A pesar de sus escasos ingresos, ha prestado apoyo económico a más de 300 alumnos hasta el final de sus estudios”.

Gracias al apoyo de las autoridades educativas, las condiciones de enseñanza han seguido mejorando. La escuela, que cuenta actualmente con 51 alumnos, dispone ahora de nuevos dormitorios, un comedor, zonas de juego y clases de informática.

Influidos e inspirados por Zhang, cuatro maestros jubilados han decidido volver a prestar servicio en la montaña. La escuela cuenta hoy en día con 11 docentes y todos afirman: “Mientras aquí haya niños, nosotros también estaremos”.