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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Entrevista

Bakú, ciudad multicultural

Con una antigüedad de varios milenios, la ciudad amurallada de Bakú, capital de Azerbaiyán, guarda huellas de la presencia de mazdeístas, sasánidas, árabes, persas, sirvaníes, otomanos y rusos. La ciudad moderna, nacida del primer boom del petróleo a fines del siglo XIX y principios del XX, conserva un patrimonio cultural igualmente ecléctico. Gracias a su bahía y a la proximidad de las rutas de las caravanas, Bakú siempre ha estado surcada por diversas corrientes. Esa característica la ha dotado de una diversidad a la vez armoniosa y excepcional, que se refleja tanto en su arquitectura como en su espíritu cosmopolita.

Fouad Akhoundov responde a las preguntas de Mila Ibrahimova

¿En qué momento la ciudad de Bakú se incorpora a la modernidad?

Bakú empieza a convertirse en una ciudad moderna a partir de 1872, cuando las autoridades de la Rusia zarista otorgan lo que hoy se denominaría una concesión para la explotación de yacimientos petrolíferos. Desde ese momento, que ha pasado a la historia como el primer boom del petróleo, la ciudad experimenta un desarrollo vertiginoso, que se traduce en un extraordinario crecimiento demográfico: la población se multiplicó por diez en los primeros 25 años y luego se duplicó cada siete u ocho años. En 1872 Bakú apenas tenía 14.500 habitantes, pero en vísperas de la Primera Guerra Mundial contaba ya con 215.000 vecinos. Por supuesto, ninguna ciudad puede crecer a ese ritmo de manera natural. Ese crecimiento demográfico fue, sobre todo, fruto de la inmigración, que llegó atraída por la riqueza del país. No hay que olvidar que a principios del siglo XX Bakú suministraba más de la mitad de la producción petrolera bruta a nivel mundial.

En esos años, empieza a configurarse una ciudad nueva en torno al antiguo núcleo amurallado, que ya tenía varios milenios de antigüedad (y que desde el año 2000 figura en la Lista del Patrimonio Mundial). Esta villa de nuevo cuño fue planificada bajo la administración imperial rusas y se levantó gracias a las inversiones de los millonarios del lugar, siguiendo los planos diseñados por arquitectos europeos. Esos rasgos la convirtieron en un auténtico mosaico de culturas.

Los magnates del petróleo de Bakú querían asemejarse a Europa y ese deseo pasaba también por la arquitectura. Así que invitaron a la ciudad a numerosos arquitectos célebres, casi todos oriundos de Polonia, entre los que figuraron Józef Gosławski, Józef Płoszko, Kazimir Skurevich, Konstantin Borisoglebsky y Eugene Skibinski.

Esa ciudad nueva llegó a ser tan suntuosa que se la conocía como “el París del Cáucaso”.

¿Esa manera de imitar a Occidente no representó una desvinculación con el pasado?

¡No, esa gente no trataba de ninguna manera de borrar su pasado! Simplemente eran sensibles a las influencias culturales que venían del exterior, como ese soplo europeo procedente de Rusia. Pero eso no significa que renunciaran a su especificidad cultural.

Por ejemplo, la gran mayoría de los frescos que tuve ocasión de ver a lo largo de mi vida, se hallaban en las antiguas mansiones azeríes, aunque tradicionalmente esas pinturas estaban prohibidas por la religión musulmana.

En Bakú se produjo una formidable interacción de culturas, en todos los planos, incluido el artístico y arquitectónico. Por ejemplo, Mourtouza Moukhtarov, verdadero mago de la prospección petrolera, hizo construir mezquitas en Amirajan, su aldea natal, cerca de Bakú, y en Vladikavkaz (Rusia), de donde era oriunda su esposa, al tiempo que ordenaba la edificación en Bakú de un palacio de estilo neogótico que vemos todavía hoy en el centro de Bakú.

Hay un detalle interesante: ¡las formas de ese edificio evocan de alguna manera el porte de su propietario! Así como el palacio de estilo neo-renacentista que mandó construir Dmitri Mitrofanov recuerda el aspecto robusto de ese otro nuevo rico (y uso la expresión en sentido positivo), que vino de la provincia de Perm para hacer fortuna en la industria petrolífera. Otro tanto cabe decir del palacio de Isa Bey Hadjinski, de seis plantas, que combina diversos elementos arquitectónicos neobarrocos, neogóticos y modernos.

Esas similitudes son asombrosas, hasta el punto de que inspiraron al poeta ruso Alexandre Gorodinski estos versos: “Aquí estoy y no sé adónde ir, / de pie, en el viento mañanero de Bakú / entre las mansiones que tanto se parecen a sus dueños / lo mismo por dentro que por fuera”.

De cierto modo, la élite económica de Bakú jugaba a ver quién tenía el mejor palacio. Los encargos efectuados a los arquitectos eran más o menos así: “¡Quiero el mismo zaguán que Taguiev, el mismo balcón que Moukhtarov, la misma cúpula que Dadachev y las mismas ventanas, digamos, que Metrofanov, y además, deseo añadir algo de mi propia inspiración!”. De esta rivalidad entre millonarios que trataban de impresionar a sus competidores, nació el insólito estilo arquitectónico de Bakú de finales del siglo XIX y principios del XX, un eclecticismo imposible de clasificar en uno solo de los géneros conocidos de la arquitectura occidental.

¿Pero quién realizaba las obras?

Los artesanos del lugar, por supuesto. Los arquitectos aprovecharon perfectamente los ambiciosos encargos de los millonarios azeríes, que disponían de recursos ilimitados, para resaltar el valor de la piedra, único material de construcción disponible en esta región desértica.

En esa época los canteros de Bakú tenían una excelente reputación. ¡Se decía que habían nacido con un cincel en la mano! Pero no estaban familiarizados con el arte figurativo, porque el islam lo prohibía, según algunas de sus interpretaciones. De modo que trajeron al escultor italiano Antonio Franzi para que les enseñara el oficio.

Aunque los arquitectos utilizaban motivos procedentes de diversas culturas, su trabajo no consistía en copiar mecánicamente elementos. Profundamente arraigados en la tradición local, sus proyectos se ejecutaban maravillosamente en arcilla fina. Las distintas influencias coexisten, por así decir, una junto a la otra. Esa peculiaridad proporciona una elegancia especial a la arquitectura de Bakú y refleja la dimensión multicultural de su población, desde el primer boom petrolero hasta nuestros días.

¿Qué aspecto presentaba entonces la composición étnica de la ciudad?

Al inicio de la Primera Guerra Mundial, los grupos étnicos mayoritarios representaban cada uno alrededor de un tercio de la población: 36% de rusos y 34% de azeríes, un tercio de estos venidos de Irán. En Bakú había también una comunidad armenia rica y próspera, que representaba el 19% de la población. Cerca del 4,5% eran judíos, seguidos por alemanes, georgianos, griegos, polacos, tártaros, etc.

Los judíos disfrutaban aquí de un contexto de tolerancia y vivían sin temor a la persecución. Los judíos aportaban a la ciudad casi el 40% de los médicos generalistas y más del 30% de los juristas profesionales. Entre ellos figuraban miembros de las familias Rothschild, Landau, Cohen e Itskovich. Junto con los polacos y los alemanes, los judíos constituían la clase media alta de Bakú.

Por su parte, los azeríes constituían el núcleo de la clase media. Gracias al éxito que habían alcanzado en la industria del petróleo, eran propietarios del 81% del parque inmobiliario. El millonario Moussa Naghiyev, quien había comenzado su carrera como empleado de finca, se convirtió en el barón del petróleo más rico de Azerbaiyán y en uno de los magnates locales del parque inmobiliario. Muchas de sus compatriotas se habían enriquecido muy rápidamente y no habían tenido ocasión de recibir demasiada instrucción escolar. A menudo la primera generación no sabía leer ni escribir. Uno de estos barones analfabetos del petróleo era Hadji Taguiev. No obstante, fue el fundador de la primera escuela laica para niñas musulmanas en 1901, así como el primer teatro europeo de Bakú.

¿Qué relaciones mantenían entre sí esas comunidades?

Los azeríes no tomaban a mal que los extranjeros vinieran a establecerse en la ciudad. Eso hizo posible una convivencia pacífica, incluso solidaria, entre las distintas comunidades. Por ejemplo, los millonarios musulmanes del lugar solían aportar donativos a los templos de otras religiones. De este modo, con motivo de la consagración de la catedral de San Alejandro Nevski de Bakú, el templo ortodoxo más importante del Cáucaso Meridional (que fue demolido en en los años 1930 por el régimen comunista), Hadji Taguiev donó 10.000 rublos.

A partir de 1920 comienza el proceso de incorporación de Azerbaiyán a la Unión Soviética. ¿Qué cambios causó en Bakú esa integración?

En el ámbito de la arquitectura, la influencia soviética se sintió primeramente por una fuerte presencia de elementos orientales, que dieron origen a un estilo romántico nacional que traducía la voluntad de la administración soviética de ganarse el corazón de la población local, glorificando su pasado arquitectónico. La estación de trenes de Sabounchi, en Bakú, es el mejor ejemplo. Esta tendencia dio paso más tarde al constructivismo, en los años 1930, que introdujo en el paisaje de la capital edificios modernos, con volúmenes cúbicos y tejados planos. Muchas personas consideraron que ese estilo se conjugaba armoniosamente con la arquitectura tradicional, que tiene en la cubierta plana una de sus principales características. De modo que Bakú asimiló sin dificultad esa novedad, como tantas otras que habían llegado en décadas anteriores.

En las décadas de 1940-1950 vemos surgir el estilo imperial stalinista. Una constelación de arquitectos formados en la escuela soviética, como Mikhaïl Useïnov, Sadiq Dadachev, Konstantin Sentchikhin y Elbaï Kasumzade, introdujeron entonces elementos orientales en esa nueva arquitectura, maciza y ostentatoria, reinterpretándola desde una perspectiva local y creando de este modo un estilo que es propio de Bakú.

Si usted tuviera que resumir en pocas palabras el rasgo definitorio del patrimonio arquitectónico de Bakú, ¿qué diría?

¡Eclecticismo! Y acto seguido precisaría: un eclecticismo motivado por una parte por el ánimo de competencia y, por otra, por la apertura de espíritu. Fue esta última la que permitió, por ejemplo, la rara similitud entre los palacios venecianos de estilo gótico flamígero, como la Ca’ d’Oro, y el suntuoso palacio de Ismailiyya, que Moussa Naghiyev donó a la Sociedad caritativa musulmana de Bakú, para honrar la memoria de su hijo Ismail.

La «ciudad de los vientos» ha merecido su apodo, tanto en el sentido recto como el figurado, porque ha estado surcada por corrientes venidas de todas partes, sin perder nunca ni su carácter único ni su cosmopolitismo.

Este artículo se publica con motivo del 43er. periodo de sesiones del Comité del Patrimonio Mundial, que se lleva a cabo en Bakú (Azerbaiyán), del 30 de junio al 10 de julio de 2019.

Más información:

La ciudad amurallada de Bakú

V Foro Mundial sobre el Diálogo Intercultural

Fuad Akhundov

A great lover of Baku, Fuad Akhundov is known for his unusual tours of the city, during which he presents each place by juxtaposing his photographs of yesterday and today, using the hundreds of archive photos he carries in his immense portfolio. Akhundov is the author of articles, films and television shows, including The Baku Secrets.