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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

Pakistán recupera su verdor

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El trabajo en un vivero ayuda a las mujeres de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa (Pakistán), a combatir a la vez el calentamiento climático y la pobreza.

La provincia pakistaní de Khyber Pakhtunkhwa, situada a unos 50 kilómetros de la capital, Islamabad, se ha cubierto de árboles estos últimos años. El paisaje se ha transformado al mismo tiempo que cambiaba la sociedad. La lucha contra el recalentamiento del clima y el combate contra la pobreza forman parte de la misma estrategia.

Zofeen T. Ebrahim

Instalada cómodamente en un taburete bajo el árbol que da sombra al patio de su casa, Farzana Bibi coge un puñado de tierra de un montículo que tiene a su lado y lo vierte en una bolsa alargada de plástico negro. El cacareo de las gallinas y el paso del único gallo que se pavonea en el minúsculo jardín componen un escenario bucólico perfecto. Cuando la bolsa está llena, Farzana abre un agujero en el medio y coloca una semilla, que luego recubre de tierra.

Najafpur, la aldea donde vive Farzana, es un pueblo idílico rodeado de montañas, situado en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, a unos 50 kilómetros de Islamabad, la capital de Pakistán.

Farzana Bibi es una de las 400 mujeres que han recibido capacitación en métodos modernos de preparación y multiplicación de viveros de árboles en sus propias casas y que luego revenden los arbolitos a la Secretaría de Silvicultura del gobierno provincial. De ese modo participan en el proyecto de reforestación “Un tsunami de millones de árboles” (BTTAP, por sus siglas en inglés), creado por el gobierno en el marco de una iniciativa de crecimiento ecológico, que se ha propuesto luchar contra el cambio climático y la contaminación mediante la plantación de árboles.

La cobertura forestal de Pakistán abarca del 2% al 5% del total del territorio nacional, lo que convierte al país en uno de los menos arbolados de la región, muy lejos del 12% que recomiendan las Naciones Unidas.

En 2014, el movimiento Tehreek-e-Insaf (PTI, movimiento por la justicia) de Pakistán, partido político que gobernó la provincia de Khyber Pakhtunkhwa de 2014 a 2018, se adhirió al Desafío de Bonn, una iniciativa de ámbito mundial cuyo objetivo es restaurar de aquí a 2020 unos 150 millones de hectáreas de tierra deterioradas y deforestadas. Bajo la dirección de Imran Khan, ex jugador de cricket que ahora se consagra a la política, el movimiento se comprometió a restaurar entre 2014 y 2018 alrededor de 350.000 hectáreas de bosques y terrenos deteriorados.

Más de mil millones de árboles

En un periodo de tiempo tan corto, la Secretaría de Silvicultura no hubiera podido cumplir por sí sola la promesa formulada por el partido político.

Por eso el modelo que se adoptó para el proyecto adquirió la forma de un negocio, que recabó la participación de las comunidades locales. “Logramos cumplir con los objetivos del proyecto en agosto de 2017, antes de lo previsto”, afirma Malik Amin Aslam, actual ministro federal y consejero en materia de cambio climático de Imran Khan, quien en 2018 llegó a ser Primer Ministro del país.

“El costo se había calculado en 22.000 millones de rupias pakistaníes (155 millones de dólares estadounidenses) y se llevó a cabo por 14.000 millones (99 millones de dólares), lo que es poco corriente, en los proyectos financiados por el Estado, que suelen excederse de lo presupuestado”, señaló Aslam, que fue el promotor de la iniciativa. En menos de tres años, se plantaron 1.180 millones de árboles.

La estrategia cuatripartita que se utilizó comprendía la plantación de nuevos árboles, la regeneración de los bosques ya existentes, una gran transparencia, la ubicación de la población en el centro del programa y la lucha contra la poderosa “mafia de la madera” o la tala ilícita.

Según Aslam, que desempeña también la vicepresidencia de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el 60% del objetivo (o sea, mil millones de árboles) se logró mediante “la regeneración natural, gracias a la protección de los bosques realizada por las comunidades”. Esas masas forestales se dividieron en 4.000 parcelas, en las cuales las comunidades estaban autorizadas a recoger leña, como medida de estímulo. Esas zonas se beneficiaron también de empleos “verdes”, en calidad de nigehbans o guardias forestales comunitarios, encargados de proteger las parcelas del pastoreo ilícito, el fuego y la tala ilegal.

El 40% restante se realizó mediante la aplicación de un modelo público-privado de crecimiento común con gastos e ingresos compartidos, como los viveros de Farzana Bibi y otras mujeres. De ese modo el gobierno pudo recuperar más de 3.000 hectáreas de tierras públicas que habían sido ocupadas de manera ilícita.

El proyecto recibió aplausos tanto en el plano nacional como en el internacional. La Oficina del Fondo Mundial para la Naturaleza que opera en Pakistán (WWF-Pakistan) recibió el encargo de realizar una evaluación independiente del funcionamiento anual del proyecto. Según el director general de WWF-Pakistán, Hammad Naqi Khan, el proyecto ha sido “un gran paso adelante en la dirección correcta”.

Un paliativo del desempleo

Mientras tanto en Najafpur, el marido de Farzana Bibi, Shaukat Zaman, ha venido para ayudarla a rellenar las bolsitas de plástico. Su negocio de cría de pollos fracasó hace dos años, porque un virus mortal diezmó las aves. Shaukat fue incapaz de cubrir las pérdidas y no pudo volver a empezar. Entre los dos, consiguen rellenar unas mil bolsas al día, que luego apilan cuidadosamente al fondo del patio.

“Nosotros suministramos las semillas y las bolsas de plástico; ellos aportan la tierra, mezclada con abono orgánico, y la mano de obra”, explica Mohammad Tehmasip, director del proyecto BTTAP.

En las próximas semanas, el matrimonio deberá rellenar 25.000 bolsas. Dentro de seis u ocho meses, los arbolitos que hayan sobrevivido serán adquiridos por la oficina local de la Secretaría de Silvicultura, al precio de 6 rupias la pieza. “En nuestra aldea hay mucho desempleo”, señala Farzana Bibi, “de modo que cualquier ingreso es importante, por pequeño que sea”. Sus tres hijos, que ya obtuvieron el diploma de fin de ciclo académico, están en paro y les ayudan en las labores del vivero.

 “En menos de un año, los participantes ganan alrededor de 150.000 rupias (unos 1.060 dólares) con la producción del vivero (de 25.000 retoños), que les abonamos en tres pagos”, dice Mohammad Tehmasip. Lo primero que Farzana Bibi se propone hacer con el dinero que le paguen es colocar una bella lápida sobre la tumba de su hija de 20 años de edad, Anam, que falleció repentinamente hace algunos meses.

“El año pasado, Anam había reunido su dote mediante el trabajo en el vivero”, cuenta Farzana, con lágrimas en los ojos.

“Nunca había tenido tanto dinero, mi vida ha cambiado completamente y todo eso ha ocurrido sin tener que salir de casa”, exclama entusiasmada Rubina Gul, de 30 años de edad. “Mi hijo asiste ahora a una escuela privada”. La joven madre sonríe. Ella y su marido, Sajjid Zaman, preparan viveros desde 2015. “El primer año, dejamos que los arbustos crecieran en el patio delantero”, recuerda. Con los beneficios obtenidos, crearon un vivero aún mayor, sobre una parcela improductiva de su propiedad, y también montaron una tienda, que les proporciona un alquiler mensual. Asimismo pudieron comprar una camioneta de segunda mano. “Ahora podemos ir a los valles aledaños”, afirma Rubina con expresión radiante.

Diez veces más

Cuando el movimiento PTI asumió el gobierno federal, en agosto de 2018, las autoridades decidieron ampliar el proyecto al resto del país y plantar 10.000 millones de árboles.

Esta versión del plan, que multiplicaba por diez sus objetivos iniciales, era de índole muy diferente a la del proyecto original, como explica el ministro Aslam, a causa de una mayor diversidad de zonas ecológicas, terrenos y modelos de gestión que era preciso tener en cuenta para plantar los árboles.

“El ‘tsunami de 10.000 millones de árboles’ es una empresa mucho más compleja, porque abarcará paisajes y modelos de silvicultura de seis regiones, que van desde los manglares hasta las plantaciones de macizos geométricos, pasando por reservas naturales y arboledas de zonas urbanas”. Tras haber luchado exitosamente contra la explotación ilícita de los bosques en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, las autoridades están dispuesta a enfrentarse con la “mafia de la tierra” del Punjab, “para crear espacios en los que el bosque pueda prosperar”, declara el ministro federal.

Y, actualmente, el ministro ha puesto ya manos a la obra. A una hora en coche de Lahore, en la zona de Balloki, en la provincia del Punjab, el gobierno ha logrado recuperar terrenos de titularidad pública que habían sido ocupados ilegalmente y ha creado una reserva natural de 1.011 hectáreas. Así, el gobierno se propone recuperar, por medios legales, los arrendamientos correspondientes a 20 años de ocupación ilícita de tierras que adeudan 80 políticos y grandes propietarios. Entre los planes gubernamentales figura también la próxima expulsión de quienes se apoderan de bosques o humedales en las márgenes del río Indo.

Cambiar las mentalidades

Para las personas que han tenido la inmensa suerte de participar en el proyecto BTTAP, la experiencia ha sido sumamente instructiva. “La Secretaría de Silvicultura, antaño considerada el departamento más corrupto de la administración pública, ha sido objeto de una limpieza a fondo. Su funcionamiento ha mejorado considerablemente. Antes no había controles ni responsabilidad, y los agentes no visitaban casi nunca las plantaciones. Todo eso ha cambiado. Quizá nuestro equipo no sea el que dispone de mejor formación, pero ha llegado a ser, con diferencia, el más comprometido y el más motivado”, afirma Nazar Shan, Secretario de Medio Ambiente de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa.

A continuación, los infractores –que a menudo eran miembros influyentes de la sociedad y se creían intocables–, fueron castigados con severidad. Todo eso pudo llevarse a cabo porque existía voluntad política en los niveles más altos del Estado.

En la Secretaría de Silvicultura son muchos los que afirman que esta experiencia ha cambiado la perspectiva sobre los árboles que tiene la población de Khyber Pakhtunkhwa. Los vecinos han recuperado la sabiduría tradicional, que aconseja cuidarlos y conservarlos. “Ahora constatamos que existe en las comunidades un firme sentimiento de propiedad”, dice Ubaidur Rehman, agente de desarrollo comunitario de la Secretaría de Khyber Pakhtunkhwa. “Sin su participación, el proyecto jamás habría tenido éxito”.

“Lo que caracteriza al BTT como un proyecto singular es que no se trata únicamente de plantar árboles, sino de cambiar la mentalidad de la gente, de inducirla a entender de otra manera la función de la naturaleza y los bosques, y a preocuparse por su conservación. El proyecto ‘mil millones de árboles’ nos ha ayudado a modificar el comportamiento, en particular de los niños y los jóvenes, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa y les ha hecho comprender que los árboles son un bien natural. Y los beneficios han llegado incluso más allá de las lindes provinciales, porque de repente hemos propiciado todo un movimiento político ecologista a escala nacional, que es ahora más sensible a la conservación de la naturaleza”, añade Aslam.

Aun cuando esa meta parecía una misión imposible, sobre todo en una provincia donde la ‘mafia de la madera’ estaba sólidamente establecida e imponía su voluntad, hoy, considera Aslam, las dos grandes enseñanzas que cabe retener son: “Primero, si se da a la naturaleza el espacio y la posibilidad de regenerarse, lo hará incluso más allá de nuestras expectativas y esperanzas”, y la segunda: “cuando hay un compromiso sincero y se trabaja arduamente, nada es imposible”.

Zofeen T. Ebrahim

La periodista pakistaní Zofeen T. Ebrahim, especialista en temas de desarrollo para medios de prensa nacionales e internacionales, es redactora para Pakistán de The Third Pole, una plataforma plurilingüe que promueve el debate sobre el parteaguas de la cordillera del Himalaya y las cuencas de los ríos que allí se originan.