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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

Hoy en día los radioyentes hacen oír sus voces

Las redes sociales han hecho posible que los radioyentes comentemos los programas emitidos por nuestras emisoras preferidas, e incluso que influyamos en su concepción. Sin embargo, la otra cara de la moneda de esta interacción positiva con los ciudadanos es que las grandes empresas tecnológicas acopian datos sobre nuestras actitudes y conductas para lucrarse con ellos.

Tiziano Bonini

Hace casi 70 años, el filósofo y crítico de arte alemán Walter Benjamin afirmó: “El gran fracaso de la radio estriba en que este medio, en contradicción con sus fundamentos técnicos, ha perpetuado la separación inicial entre los productores de programas y la audiencia […] Es necesario que los radioyentes se conviertan en testigos y actores de las entrevistas y coloquios radiados para hacer oír su voz”. Actualmente, gracias a las redes sociales, se está produciendo el advenimiento del tipo de radio deseado por Benjamin, esto es, un instrumento que acorte distancias entre los locutores y los oyentes. 

Hoy en día, la audiencia de una emisora de radio se debe considerar como la suma de sus oyentes directos y de los que siguen sus programas a través de las redes sociales. Estos últimos están conectados entre sí y con los animadores de sus espacios favoritos en el seno de una red, de tal manera que el cruce de las emisiones de radio con las redes sociales está reconfigurando no solo la relación vertical entre animadores y audiencia, sino también la relación horizontal de los radioyentes entre sí.

El capital económico de una emisora de frecuencia modulada o digital lo venía constituyendo hasta ahora su audiencia, estimada con los sistemas de medición tradicionales, pero hoy en día es preciso añadirle un auténtico capital social o “físico” constituido por los oyentes que escuchan sus programas en las redes sociales. Obviamente, las redes de seguidores no crean un valor económico material para la emisora, como ya ocurre con la medición de la audiencia radiofónica, pero sí generan un importante capital de notoriedad. Además, cabe señalar que muy posiblemente la crisis de la publicidad tradicional traerá consigo un incremento y perfeccionamiento de los instrumentos de capitalización de este tipo de audiencia conectada a través de las redes sociales. 

Radioyentes reporteros

Las redes sociales no sólo han contribuido a incrementar la audiencia de las emisoras, sino que también han propiciado que se dé la palabra en las ondas a los radioyentes, incluso fuera de los horarios de difusión de los programas radiofónicos. En efecto, cuando se producen acontecimientos importantes, estos se pueden convertir en reporteros realizando grabaciones sonoras o en vídeo con sus teléfonos móviles inteligentes para enviarlas a las emisoras y compartirlas en Twitter o YouTube por ejemplo.

En realidad, los oyentes ya han llegado a desempeñar un papel considerable en la actividad de sus emisoras preferidas. Por ejemplo, en Italia la emisora Radio 3 del principal grupo audiovisual público (RAI) ha creado un amplio círculo de seguidores en Twitter que comenta con brío y apasionamiento sus programas. Durante la clásica revista de prensa que realiza cada mañana, esta emisora siempre puede contar con un radioyente voluntario que difunde en directo a través de Twitter todas las informaciones escuchadas, lo que facilita a los miembros de la red social acceder en diferido a las noticias esenciales del día. En Francia, Émilie Mazoyer, locutora de la emisora pública Le Mouv’, elabora desde 2011 con sus oyentes y seguidores en Twitter la lista discográfica de su programa radiofónico, a la que ha denominado “TweetListe”.

Actualmente, los radioyentes pueden enviar a las emisoras mensajes sonoros grabados por ellos mismos que luego los presentadores filtran, seleccionan, adaptan y editan antes de integrarlos en sus programas. En Italia, otra emisora de servicio público, la Radio 2 de la RAI, se ha dedicado entre 2015 y 2019 a pedir a los oyentes relatos escritos de episodios señalados de su vida para realizar “docuficciones” radiofónicas, esto es, recreaciones dramatizadas de hechos reales que se difunden en una emisión titulada Pascal.

La audiencia se expresa más que antaño y se ha vuelto por así decir más “ruidosa”, ya que produce cada vez un mayor número de contenidos mediáticos escritos, sonoros y audiovisuales, pero esta participación acrecentada de la ciudadanía en la producción de programas radiofónicos no deja de tener consecuencias.

Intensificación del acopio de datos

El emparejamiento de la radio y las redes sociales ha incrementado lo que podría llamarse “datificación” de los oyentes, es decir, una intensificación del acopio de información sobre quienes están conectados entre sí por conducto de las redes sociales. En efecto, cualquier contenido que transite por ellas se mide y examina para convertirlo en un conjunto de datos que sirven para elaborar un análisis predictivo de la conducta de los usuarios. 

Si lo que se mercantilizaba y vendía antes a las empresas publicitarias era el grado de audiencia, hoy en día los datos y contenidos vinculados a los usuarios se han convertido en mercancías. Las empresas tecnológicas poseedoras de las plataformas de las redes están amasando gratuitamente una auténtica fortuna a costa de los radioyentes, ya que estos no perciben compensación alguna por parte de esas entidades a cambio de lo que producen en beneficio suyo, y además las emisoras de radio también se ven en la imposibilidad de acceder a los datos acopiados.

Cada día somos más los que escuchamos la radio en nuestros teléfonos móviles inteligentes, dispositivos de retransmisión u ordenadores utilizando siempre un teclado o una pantalla táctil. De ahí que la escucha de los contenidos radiofónicos ya no sea exclusivamente una actividad auditiva y a veces visual, sino también háptica. Efectivamente, lo más frecuente es que acariciemos con los dedos una pantalla para abrir una aplicación que nos permita escuchar en directo, o en diferido, nuestra emisión de radio predilecta.

Todas las actividades táctiles de los usuarios generan sin cesar nuevas masas de datos sumamente lucrativas para los propietarios de las plataformas de las redes sociales. Se está borrando la frontera entre el beneficio obtenido por los oyentes de la relación afectiva que mantienen con sus emisoras, por un lado, y la explotación mercantil de esa relación a través de las redes sociales. Aunque estas nos permiten anudar vínculos con otros oyentes de nuestras emisiones preferidas, al mismo tiempo hacen de nosotros mercancías al convertir nuestra pasión por la radio en un maná providencial para intereses económicos ajenos.

Todos los datos afectivos emanados de los comentarios, reacciones íntimas, “emoticonos” y “likes” que expresamos en las redes constituyen otros tantos indicadores explotables de nuestros comportamientos y conductas en el futuro. De ahí que las emisoras de servicio público y las radios comunitarias revistan hoy más que nunca una gran importancia porque ofrecen a los radioyentes una participación real alejada de los circuitos de la mercantilización.

Tiziano Bonini

En la sección de Estudios sobre Medios de Comunicación e Información del Departamento de Ciencias Sociales, Políticas y Cognitivas de la Universidad de Siena (Italia), Tiziano Bonini es encargado de curso y realiza investigaciones sobre los puntos de contacto entre la radio, Internet y las redes sociales.