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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

De actualidad

El sueño de universalidad de la Sociedad de las Naciones ante la dura realidad

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Sesión plenaria de la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual, en presencia de figuras destacadas de la cultura y las ciencias, entre ellas Albert Einstein. Ginebra, en los años 1920.

Hace 100 años, el 10 de enero de 1920, se fundó la Sociedad de las Naciones (SDN) y sobre las ruinas que la recién acabada Primera Guerra Mundial había dejado tras de sí. Siguiendo sus huellas se creó el organismo antecesor de la UNESCO: el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual (IICI). La SDN pretendía apostar por el multilateralismo en las relaciones internacionales para superar los egoísmos nacionales que habían desembocado en la gran catástrofe bélica. Esta aspiración no sobrevivió al periodo de entreguerras. Sin embargo, la fe de los fundadores de la SDN en un mundo más solidario no ha perdido ni un ápice de actualidad en un mundo, como el de hoy, que debe afrontar los retos de la guerra, el terrorismo, las crisis económicas y el cambio climático. 

Jens Boel

Los intereses nacionales y el multilateralismo no son forzosamente incompatibles, sino que incluso pueden ser complementarios. Esta idea fue el germen de la SDN. Sus fundadores distaban mucho de ser soñadores utópicos y tenían la convicción de que el “el espíritu de internacionalidad” y “el realismo de Estado” estaban indisolublemente unidos.

La SDN se creó en virtud del Tratado de Versalles con el que se puso fin a la Primera Guerra Mundial. La nueva organización intergubernamental se inspiraba en los Catorce Puntos expuestos en enero de 1918 por el Presidente Woodrow Wilson ante el Congreso de Estados Unidos. En realidad, la idea de constituir una sociedad de naciones venía de antes, concretamente de la segunda mitad del siglo XIX. Luego, en las Conferencias de La Haya de 1899 y 1907 se pasó a la idea de un “concierto de naciones”, elaborada por las grandes potencias europeas, al concepto de un verdadero multilateralismo. 

En la Conferencia de 1907, en el transcurso de una reunión intergubernamental que congregó a 44 países, los Estados europeos quedaron por primera vez en minoría debido a la presencia de 18 países de América Latina. Años después, la creación de la SDN supuso un gran avance hacia el multilateralismo y sentó un precedente histórico, aunque dadas las condiciones reinantes en la época la iniciativa adoleciera de limitaciones importantes en diversos ámbitos, por ejemplo en lo relativo al mantenimiento del colonialismo o a la negativa de los gobiernos a tener en cuenta el principio de la igualdad entre los sexos. 

Nunca más

Al igual que ocurrió con las Naciones Unidas veinticinco años después, la SDN surgió a raíz de una guerra mundial con el firme propósito de que nunca más se repitiese una tragedia de tal envergadura. Sin embargo, la falta de voluntad de las grandes potencias afiliadas, impidió que se pudiera prevenir o sancionar eficazmente las agresiones territoriales perpetradas por Japón, Italia y Alemania en el decenio de 1930. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial se desvaneció la esperanza de evitar nuevos conflictos, que ya no volvería a renacer hasta la creación de las Naciones Unidas en 1945.

Al poco tiempo de su fundación, los miembros de la SDN apoyaron la idea de que la cooperación intelectual era una condición indispensable del mantenimiento y la instauración de la paz, tal como venía propugnando el político francés Léon Bourgeois, Premio Nobel de la Paz de 1920. En consecuencia, en 1922 se estableció la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual y tres años más tarde, en 1925, se creó el IICI para que desempeñara la función de órgano ejecutivo de dicha Comisión. Ambos organismos fueron los precursores de la UNESCO, o como afirma el historiador francés Jean-Jacques Renoliet “la UNESCO olvidada”. 

En efecto, es preciso recordar que el IICI estableció normas y criterios internacionales, organizó conferencias y publicó toda una serie de obras con títulos tan significativos como El porvenir de la cultura, El futuro del espíritu europeo y Hacia un nuevo humanismo, o el estudio Europa-América Latina sobre las relaciones culturales entre estas dos regiones del mundo. Sin embargo, su publicación más célebre fue la correspondencia cruzada entre Albert Einstein y Sigmund Freud, editada en 1933 con el título ¿Por qué la guerra?, en la que ambos sabios reflexionaban sobre las causas de los conflictos armados y los medios de prevenirlos.

Fueron numerosos los intelectuales y científicos que colaboraron con el IICI, como el filósofo francés Henri Bergson, la física y química franco-polaca Marie Curie, el filósofo que después sería Presidente de la India, Sarvepalli Radhakrishnan, la primera escritora latinoamericana galardonada con el Premio Nobel de Literatura, la chilena Gabriela Mistral, y el novelista alemán Thomas Mann, entre otros.

Enseñanzas de la experiencia del IICI

El IICI se vio pronto confrontado a los graves problemas de la situación reinante en el periodo de entreguerras. En 1933, por ejemplo, se planteó la cuestión de que el Instituto reimprimiera las obras que habían sido pasto de las llamas en el “auto de fe” público organizado por los nazis en Berlín ese mismo año. Sin embargo, su dirección se abstuvo de hacerlo por temor a que Alemania se sintiera ofendida y abandonase la SDN. La prudencia fue inútil porque los libros nunca se reimprimieron y de todos modos Alemania acabó retirándose de la organización cinco meses después de la quema de libros. 

Cuando se creó la UNESCO en 1945, sus fundadores sacaron enseñanzas de los éxitos y fracasos que jalonaron la experiencia del IICI. El punto flaco del Instituto había sido, en parte, la excesiva importancia concedida al objetivo de hacer de él una “sociedad del pensamiento” primando la cooperación entre los intelectuales, pero relegando a un segundo término la función esencial de la política. De ahí que en la estructuración de la UNESCO se optara por reservar a los Estados un papel mucho más importante. Además, en la labor del IICI la educación no había ocupado una posición especialmente destacada, mientras que en el programa de la UNESCO pasó a ser el primer sector de actividad, con lo que se realzaba su trascendencia fundamental en la misión de promover la paz que la Organización se había asignado.

No obstante, el IICI cosechó numerosos éxitos en diversos ámbitos y sentó los cimientos sobre los que la UNESCO pudo construirse más tarde. A este respecto, cabe mencionar la labor que llevó a cabo en materia de idiomas y traducciones, la elaboración de normas internacionales para museos y bibliotecas y la organización de conferencias internacionales que debatieron sobre temas filosóficos de cardinal importancia. Asimismo, es preciso señalar que en su época el Instituto empezó a ocuparse de cuestiones tales como la preservación del patrimonio cultural y la salvaguardia de la diversidad cultural, denominada por entonces “la particularidad de las culturas”. También fueron iniciativas suyas los trabajos emprendidos sobre los manuales escolares –en particular, los de geografía e historia– con miras a combatir los prejuicios y estereotipos que vehiculaban. La UNESCO ha proseguido ese combate. Por último, en su labor de promover la paz el Instituto otorgó una prioridad eminente a la función de los medios de información y comunicación de masas, y más concretamente a la radio. La UNESCO también ha continuado esta tarea.

Un sueño realizable

El IICI intentó realizar una “utopía modesta”, según palabras del historiador estadounidense Jay Winter. Sus archivos, conservados hoy en la UNESCO, son testigos de los sueños y anhelos desvanecidos del periodo de entreguerras que, sin embargo, iban a resurgir con fuerza en 1945. En la historia de la humanidad, la creación del Instituto fue la primera tentativa de establecer un espacio de cooperación intelectual auténticamente universal. Sus lagunas en la consecución de esta meta fueron numerosas, pero no se debe olvidar que fue el primer esbozo para lograrla. 

En sus archivos se pueden leer tanto sus éxitos y fracasos como sus puntos fuertes y débiles. En 2017, se reconoció el valor universal de esta importante colección documental y fue inscrita en Registro Internacional de la Memoria del Mundo de la UNESCO. Ese mismo año empezó a ejecutarse el proyecto de digitalizarla para que pudiera publicarse en línea y ponerla al alcance de todos. Los trabajos de digitalización finalizaron en 2019.

Con la creación de la SDN y de sus dos órganos destinados a promover la cooperación intelectual universal se empezó a materializar el sueño de universalidad y solidaridad mundial de la humanidad. Hoy en día, cuando en muchas partes del mundo se le ataca con ferocidad, parece más oportuno que nunca seguir albergando ese sueño dentro de todos nosotros y perseverar en su realización. 

Los archivos del IICI entre 1921 y 1954 pueden consultarse en línea.

Jens Boel

Historiador danés y ex archivero en jefe de la UNESCO entre 1995 y 2017, Jens Boel inició en 2014 el proyecto “Historia de la UNESCO” y organizó varias conferencias internacionales sobre el tema a fin de fomentar las investigaciones sobre las actividades de la Organización, así como sobre la utilización de sus archivos. Actualmente, Boel prepara una historia de la Comisión Oceánica Intergubernamental (COI) de la UNESCO, fundada en 1960.