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Entrevista: “Para imaginar un mundo más justo, debemos combatir la naturalización de la desigualdad”

23/11/2020
05 - Gender Equality
10 - Reduced Inequalities
17 - Partnerships for the Goals

En el marco del lanzamiento del curso gratuito en línea sobre Desigualdades y juventudes en América Latina y el Caribe, UNESCO Montevideo entrevistó a Sara Curruchich, joven artista musical de Guatemala, considerada, además, una referencia en la región por su activismo, quien, desde su arte, también aportará a los contenidos de este curso, junto a otros destacados expositores en variados foros de discusión

Sara Curruchich es una mujer índigena que nació en la comunidad de kaqchikel, un pueblo maya ubicado en el altiplano central de Guatemala. Con apenas 27 años, confiesa que ha sido víctima de dolorosas muestras de discriminación, desde hace, por lo menos, una década, cuando al emigrar a la ciudad se enfrentó al rechazo explícito por ser una chica con rasgos indígenas.

En busca de una “sanación” al racismo, Sara se refugió en la música. En su guitarra. Comenzó a componer melodías para expandir lo que ella define una “fuerza colectiva”, capaz de unir a las juventudes que se enfrentan a distintas situaciones de discriminación, vulnerabilidad e injusticia. La historia de Sara no es una excepción. América Latina y el Caribe es, penosamente, la región del mundo donde se registran los índices más altos de desigualdad social y económica entre las personas. Esto motiva, de manera directa e indirecta, la exclusión y la vulneración de derechos de aquellos colectivos sociales más relegados.

En este contexto, la UNESCO, El Colegio de México y CLACSO lanzaron el pasado 18 de noviembre el curso masivo abierto en línea y gratuito (MOOC) Desigualdades y juventudes en América Latina y el Caribe que sigue abierto hasta mediados de diciembre (inscríbete aquí). Sara, con su arte, aporta a los contenidos de este curso multidisciplinario, el cual también contiene exposiciones de expertos, buenas prácticas, foros de discusión, mapas interactivos, y pos supuesto, las manifestaciones artísticas no pueden faltar.

UNESCO Montevideo entrevistó a Sara Curruchich como símbolo juvenil de fuerza y cambio en América Latina. En pleno siglo XXI, la cantante se ha transformado en una importante referencia como artista y activista en defensa de los derechos de las mujeres y de los pueblos indígenas. Con su música, que se basa en el sentir colectivo e individual de los pueblos, la historia, la memoria, la cultura, las lenguas, las luchas combinadas con la reivindicación personal, ha ganado cantidad de galardones en su país y ahora se expande con fuerza por el resto de la región con su canción central, Resistir.

¿Quién es Sara Curruchich?

Me defino como una mujer indígena, maya kaqchikel, soñadora e insurrecta, que cree en el arte como un canal para poder aportar a la reconexión del tejido social y a la memoria histórica de los pueblos originarios. Soy una joven que cree tercamente en la esperanza y en la justicia para todos y todas.

¿Qué has encontrado en la música y por qué elegiste involucrarte con ella?

Cuando tenía 19 años sufrí muchísimas situaciones de racismo. Tuve que emigrar de mi pueblo a la ciudad y viví situaciones muy complicadas para mi. Muy violentas. Diariamente recibía insultos, palabras que otras personas elegían para definirme, muy despectivas y ofensivas. Algunas eran bromas verbales y otras más simbólicas, me excluían. No te toman en cuenta por venir de un pueblo indígena. Eso poco a poco fue calando en mi.

La música ahí toma un papel muy importante. Fue el vehículo de reconocimiento y revitalización de mi identidad. Me ayudó a reconocerme y autodefinirse como una mujer indígena con todos los derechos. A través de la música esas heridas que habían calado profundo en mi espíritu y en mi cuerpo, comenzaron a sanar. Mi música nació por la necesidad de encontrar esa sanación y de compartir una fuerza colectiva.

Comencé a comprender muchas de las injusticias y desigualdades sociales que existen hacia los pueblos originarios, generadas no solo por las personas, sino también por el propio Estado, por el sistema y por el gobierno, que sigue reprimiendo y oprimiendo a quienes se alzan para defender sus derechos e identidades. Yo no soy la primera mujer indigena que vive estas situaciones de racismo y vulneración de derechos. Mi mama, mi abuela, mis vecinas han vivido esto de una manera incluso mucho más grave y, sin embargo, ellas siguen de pie, siguen caminando por todas nosotras y por todas las que vienen.

Me interesa que a través de mi música las niñas de todos los pueblos sepan que nosotras somos mujeres que venimos de un pueblo originario y eso es un motivo de orgullo. Es un agradecimiento a toda la identidad y sabiduría ancestral de una comunidad que se ha mantenido en resistencia durante muchos años. Es riqueza. Y que tenemos los mismos derechos que cualquier otra persona.

 

¿Cómo se encuentra América Latina y el Caribe a nivel de desigualdades?

Existen desigualdades muy grandes. La situación que vemos por la pandemia del COVID-19 ha existido siempre, pero lo han tratado de ocultar: pobreza extrema, desempleo, la desnutrición de niños y niñas. Aca en Guatemala la gente se muere de hambre. Sigue habiendo una explotación laboral inmensa. Y esto pasa en todos los países de la región. Debemos activarnos. Debemos hacer algo. Los pueblos son los que se empobrecieron y sobre los que caen las desigualdades, mientras hay una enorme ausencia del Estado.

 

¿Qué le falta a la región para vencer dicha desigualdad?

Le falta sensibilidad. Es una consecuencia del sistema capitalista que sobrepone lo individual a lo colectivo. Desde las visiones de los pueblos originarios siempre se piensa primero en la colectividad, en la solidaridad. Pero, cuando lo vemos desde la óptica de este sistema capitalista, pues no importa si al otro o la otra hermana sufre y le va mal. Y al repetir de manera automática esos patrones de individualismo, se desconocen las distintas violencias que se ejercen hacia los pueblos vulnerados. Y eso también aleja al resto de las luchas. De las causas que se buscan reivindicar.

A la gente no solo le falta esa sensibilidad, sino también conocimiento y razonamiento. Ahora todos repiten ese discurso que dice que los pobres son pobres porque quieren. Porque no se esfuerzan. No tienen un cuestionamiento real hacia el Estado, hacia las políticas sociales o hacia el sistema que, en definitiva, ha sido el culpable de generar desigualdades que hoy vivimos y la pobreza que sufre la mayoría. Nos falta más compromiso en ese sentido.

El racismo va ligado a esto. Si se siguen reproduciendo estos patrones conceptuales de que los pobres tienen lo que se merecen y que son menos importantes que nosotros, se reproduce insensibilidad. No podemos naturalizar la desigualdad. Hay que combatir la naturalización de la desigualdad para imaginar un mundo más justo. El racismo es uno de los problemas estructurales que crea la mas grandes desigualdades, históricamente es uno de los males que genera pobreza.

 

¿Cómo se pueden deconstruir estas lógicas?

Desde todos los espacios de aprendizaje. En la calle, en tu casa, en la escuela. Con conocimiento, educación y cultura. En mí país, por ejemplo, es importante que no se recorten las clases que tienen que ver con la memoria histórica de los pueblos originarios. Eso está pasando y es gravísimo. Se niega a conocer nuestra historia y eso no puede pasar. Si desconoces quién eres, no te vas a identificar con la lucha, no te vas a unir para exigir justicia.

Todos los grandes hechos humanos que hayan sucedido merecen ser conocidos. Creo que el arte es un mecanismo para crear sensibilidad y esa rehabilitación del racismo. Pero también es muy importante que como sujetos políticos nos cuestionemos si, desde nuestros entornos, si con nuestras actitudes o palabras, estamos generando algún tipo de desigualdad. Si, tal vez sin darnos cuenta, motivamos expresiones racistas hacia algún sector. Debemos ser autocríticos.

Es importante cuestionarnos a nosotros mismos. Y si escuchamos a un amigo o un familiar hacer una broma racista, no nos quedemos callados. Debemos frenarlo. Aunque sea un ser querido. Hay que frenar también esos micro racismos. El gobierno es uno de los actores más visibles de cada país y pienso que ellos también tienen responsabilidad en este sentido, con las políticas que diseñan y los diálogos y encuentros que impulsan.

 

¿Qué rol cumplen las juventudes en este proceso?

Juegan un rol sumamente importante. En Guatemala existe una juventud organizada que lleva años y que, actualmente, está incluso mucho más fortalecida y articulada. Tenemos una responsabilidad muy grande que debemos asumir. Nosotras siempre decimos que somos nietas de la guerra, y que muchas heridas no han sanado porque no se ha obtenido justicia. Eso también genera cierto temor a involucrarse en diferentes causas, para luchar por algún objetivo común. Porque se teme a la criminalización. La gente tiene miedo que por reivindicar la asesinen. Y eso es muy grave.

Aun así considero que hay mucha fuerza de la juventud. Lo podemos ver a través de videos en las redes sociales y de todo lo que se organiza con debates y cursos. Pero siempre es necesario seguir fortaleciendo. De eso se trata. Eso es lo que nos han enseñado nuestras abuelas y abuelos: la juventud tiene fuerza, tiene la palabra, pero siempre acompañada de la sabiduría de quienes nos han antecedido. El ideal sería generar una articulación mucho más grande entre toda América Latina para fortalecernos.

 

¿Eres optimista? ¿Se podrá construir una sociedad más justa e igualitaria?

Es lo que anhelamos. Es lo que yo deseo. Pienso que es importante que podamos asumirnos como las y los actores políticos. Como sembradores de la justicia, de la igualdad social, del respeto hacia todos los pueblos y personas. Quizá no lo podemos ver en nuestra vida, pero debemos asumir esa responsabilidad. Es por lo mismo que han luchado nuestras familias en el pasado. Nosotras y nosotros en este tiempo podremos aportar para las siguientes generaciones, para que todos y todas puedan disfrutar de más respeto a sus derechos y hacia sus identidades. Lo anhelo y sueño. Soy terca de esa esperanza. Esa es mi convicción.

Las ideas y opiniones expresadas en esta entrevista son las de los entrevistados y no reflejan necesariamente el punto de vista de la UNESCO ni comprometen a la Organización. Los términos empleados y la presentación de los datos que en ella aparecen no implican toma alguna de posición por parte de la UNESCO en cuanto al estatuto jurídico de los países, territorios y ciudades ni regiones, ni respecto de sus autoridades, fronteras o límites.