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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Historias de jóvenes del MAB para el Día Internacional de la Diversidad Biológica

 

Con el fin de celebrar el 20 de mayo el Día Internacional de la Diversidad Biológica en 2020, la Red de Jóvenes del Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MAB) ha preparado un conjunto de relatos sobre la importancia de la biodiversidad desde la perspectiva de los jóvenes en las Reservas de la Biosfera. En los artículos que siguen, representantes de todo el mundo nos dan una visión general perspicaz de la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando alguien me pregunta sobre mi trabajo, le digo que soy una oficial de investigación y vigilancia. Cuando me preguntan "¿dónde?", respondo, la Reserva de Biosfera Shouf - una de las 701 reservas de biosfera que pertenecen al Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la UNESCO. Y cuando la pregunta final llega - "¿qué significa eso, ¿qué haces?" - respondo simplemente: "Yo vivo". Soy parte de todo un ecosistema y vivo de la manera más sostenible posible, en armonía con la naturaleza. 

Mi trabajo incluye:

  • estudiar el medio ambiente local para implementar soluciones basadas en la naturaleza
  • proteger la naturaleza, la biodiversidad y la vida silvestre
  • planificar y gestionar de manera sostenible los bosques, la biomasa y el agua
  • apoyar a los agricultores en la restauración de sus tierras y en la plantación de manera sostenible
  • preservar las tradiciones de los antepasados y producir productos locales saludables
  • realizar sesiones de concienciación medioambiental, y
  • empoderar y comprometerse con los jóvenes y las mujeres.

Esta visión del mundo comenzó gracias a mi abuelo. Los abuelos ocupan un lugar especial en nuestros corazones, y el mío solía decirme: "Nuestra naturaleza es nuestro hogar. Mientras la conservemos, viviremos una vida sostenible, saludable y feliz". Sus palabras y nuestros largos días pasados juntos en la tierra plantando y cosechando cultivos, aprendiendo sobre las especies de plantas y animales, observando a las abejas polinizar las flores de los frutos, acampando en el bosque bajo las estrellas, aprendiendo sobre la vida en el océano, y el uso de las hierbas como medicinas, y, sobre todo, su pasión y amor por todo lo que está vivo, resonó en mí y aumentó mi vínculo con el medio ambiente que me rodea.

Me especialicé en Biología, Ciencias de la Tierra y de la Vida y completé una tesis sobre el valor económico del ecosistema forestal en el Líbano para un Máster de Investigación en Ingeniería Medioambiental. Mis estudios en ciencias me enseñaron la misma lección que mi abuelo me enseñó al vivir: la biodiversidad es la base de una amplia gama de servicios del ecosistema.

En 2017, me uní a un comprometido equipo de jóvenes que trabajaban en la Reserva de la Biosfera de Shouf. Como oficial de investigación, seguimiento y redacción de propuestas, me encuentro constantemente cautivada por la intersección del medio ambiente y la comunidad, y sorprendida por más de 1.070 especies de flora dentro de la biosfera. Coordino diferentes proyectos que se centran en el fortalecimiento de la resistencia de los paisajes mediterráneos al cambio climático. También organizo actividades relacionadas con la comunidad para fomentar un cambio hacia un compromiso ambiental positivo y aumentar la conciencia ambiental sobre diferentes temas, incluida la conservación de la biodiversidad.

En nuestra reserva de biosfera, aplicamos los siete principios de la restauración del paisaje forestal para restaurar el ecosistema. Nos comprometemos con la comunidad local, incluyendo mujeres, jóvenes, personas con necesidades especiales y refugiados, y aumentamos la conciencia ambiental sobre diferentes temas, incluyendo la conservación de la biodiversidad, donde se implementa un trabajo de monitoreo continuo. Practicamos una gestión forestal sostenible que incluye el aclareo de los bosques para disminuir el riesgo de incendios y aumentar la biodiversidad. 

Ponemos en práctica la gestión de la biomasa, en la que parte de la biomasa recogida en los bosques podados se utiliza para producir eco-briquetas y compost. También aplicamos la gestión del agua para obtener beneficios de la recogida de agua de lluvia y del deshielo de la nieve. A través de la agricultura sostenible, se capacita a los agricultores en la restauración de antiguas terrazas abandonadas mediante la plantación orgánica de especies de valor económico. Por último, promovemos actividades de ecoturismo como el senderismo, el ciclismo y el conocimiento del patrimonio y la cultura libanesa visitando pueblos y disfrutando de la comida tradicional en las casas de huéspedes.

La biodiversidad es la red de la vida, una red de la que dependemos totalmente y de la que somos parte integrante. Así como mi abuelo creía que nos pedía prestada la Tierra a nosotros - la generación futura - en vez de heredarla de sus antepasados, yo sueño que cada uno de nosotros actuará para conservar la biodiversidad y el planeta en que vivimos. Este año tenemos la oportunidad, como comunidad mundial, de reexaminar nuestra relación con el mundo natural, de reflexionar sobre los desafíos y los logros, y de renovar nuestra determinación de superar los desafíos ambientales que enfrenta el mundo.

Por lo tanto, únanse a nuestra red de jóvenes y ayúdennos a abogar por la conservación de la biodiversidad. Tomen la iniciativa hoy para vivir de manera sostenible y conservar la red de vida para nosotros y las generaciones futuras.
 

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Me llamo Vusi Tshabalala de Sudáfrica. Nací y me crié en la Reserva de Biosfera Kruger to Canyons en un municipio llamado Nkowa-nkowa de la provincia de Limpopo. Cuando era niño me encantaba visitar la casa de mi abuelo en las vacaciones escolares. Tenía una pequeña granja con una gran variedad de animales. También era cazador, mientras que mi abuela era una herbolaria tradicional. Alejarme de la ciudad y visitar esta tranquila vida rural era el paraíso para mí. Me encantaba pasar el tiempo con el ganado y los burros. Cuando los pastoreaba, el tiempo no importaba. Incluso me olvidaba del hambre o de los baños hasta que volvía a casa. Aprendí de mi abuelo que la mejor manera de ser amigo de un animal es pasar tiempo con él. Cepillaba a todas sus vacas diariamente y pasaba horas hablando con ellas una por una. También disfrutaba viéndole pescar en el río donde nadaban los hipopótamos. Si respetas a los animales y les das su espacio, no tienes nada que temer que te diga; ellos te harán lo mismo.

Como joven pastor, también aprendí mucho sobre los árboles. Comíamos frutas silvestres que nos proporcionaban los arbustos y de las que hoy en día muchos niños no saben nada, ya que el pastoreo es visto como una cosa del pasado y una ocupación para los pobres. Aprendimos sobre qué madera recoger para el fuego y cuál evitar, ya que el humo puede provocar diarrea, drogas o incluso matarte. Cuando estábamos enfermos, mi abuela nunca nos dio pastillas o medicina moderna; en cambio, la naturaleza nos proporcionó remedios a través de hojas, corteza y raíces. Ella preparaba bebidas muy amargas y a veces nos hacía inhalar el humo de ciertas plantas mientras estábamos cubiertos con una manta. En ese momento parecía una tortura, pero a medida que crecía, llegué a comprender su importancia, ya que mucha gente venía en busca de ayuda, ya que incluso hoy en día, la medicina tradicional puede curar muchas enfermedades que no pueden ser curadas por la medicina occidental. Estos son grandes recuerdos que aprecio y allanaron el camino para mi carrera en la conservación. Experimentar la pérdida de la biodiversidad de primera mano y ver cómo cambia y se desvanece ante mis ojos me hizo querer estudiar la conservación de la naturaleza después de terminar el instituto. 

Sin embargo, en los dos años antes de terminar la escuela, fui testigo de conflictos entre las personas y la vida silvestre, de una grave contaminación del agua, de la sobreexplotación de los recursos naturales y de la invasión de plantas exóticas. Estos impactos se sintieron pero no se entendieron. Cuando pregunté a mis tíos si había una fuerza policial para la naturaleza, o alguien que le diera voz a la naturaleza, dijeron que sí, pero que nadie los toma en serio debido a preocupaciones más apremiantes. Fue entonces cuando mi llamada comenzó. Yo iba a ser esa voz; me convertiría en un investigador para entender el efecto dominó de nuestras acciones y educar a mi gente, mientras proporcionaba soluciones. Poco sabía que existían plataformas como las reservas de biosfera que permiten a la gente hacer precisamente eso, simplemente actuando como un espacio neutral de compromiso y un puente que une a la gente con los recursos naturales. 

A través de mi reserva de biosfera puedo disfrutar de los beneficios de la protección de nuestra biodiversidad, mientras hago lo que más me gusta. Estar rodeado de reservas naturales como el Parque Nacional Kruger, a sólo 20 km de mi casa, entre montañas con manantiales de agua dulce y limpia, variedades de especies vegetales que sólo se encuentran en nuestra zona y diferentes sonidos de animales que llaman a través de la noche - y ser parte de un equipo que ayuda a la gente a entender y disfrutar de estos sistemas naturales - es el mejor regalo que la madre naturaleza podría darme. Lo único que faltaba era mi propio rebaño, por lo que empecé una escuela de equitación en el corazón de mi pueblo. Ver un caballo de cerca por primera vez es un sueño hecho realidad para muchos. Todo lo que deseo es que cada niño tenga la oportunidad de experimentar lo que aprendí de pequeño, porque nunca sabes lo bueno o lo duro que es algo hasta que te expones a ello. Como joven líder, esta es mi visión para todo y más.

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Si la crisis causada por la pandemia nos ha enseñado algo es que las sociedades colaborativas y solidarias, flexibles y adaptables, son mucho más resistentes a los acontecimientos externos que las sociedades individualistas, cuyo deseo de sobrevivir y autoperpetuarse es indiferente al bienestar de las personas que pueden estar viviendo en situaciones precarias. Esta es una nueva experiencia de aprendizaje para nosotros. La humanidad no se ha enfrentado a un enemigo tan invisible pero poderoso desde la epidemia de gripe española a principios del siglo XX. 

Hoy en día, somos vulnerables y en su mayoría estamos encerrados en nuestros hogares, tomando innumerables medidas de precaución cuando necesitamos salir, ya sea para abastecernos o para trabajar. Esta situación es nueva para nosotros; sin embargo, es una situación que ya es familiar para nuestra biodiversidad.

La pérdida y fragmentación del hábitat se considera una de las principales causas de la actual crisis de la biodiversidad. El avance del desarrollo económico, la urbanización y la contaminación están transformando los hábitats naturales, haciéndolos incapaces de sostener sus especies nativas. La biodiversidad que una vez prosperó allí es destruida o forzada a migrar. Estas comunidades vulnerables ahora se aíslan por miedo, y deben tomar medidas de precaución al salir a alimentarse y enfrentarse a este poderoso enemigo.

No hay necesidad de caer en el cliché, "La humanidad es el virus", pero esta situación puede ayudarnos a reflexionar sobre cómo estamos tratando nuestro medio ambiente. Estamos tan acostumbrados a ver a los seres humanos y a la naturaleza como cosas diferentes que es difícil pensar en nosotros mismos como parte del mundo natural. Somos una especie más y es nuestra responsabilidad aprender a coexistir en colaboración y solidaridad con todas las especies de fauna, flora u hongos que nos rodean. En lugar de obligar a nuestra biodiversidad a migrar y aislarse, debemos migrar hacia modelos económicos más sostenibles e innovadores y hacia comportamientos más empáticos con nuestro medio ambiente para vivir en armonía con la naturaleza.

Las reservas de la biosfera son pioneras en esta misión, promoviendo modelos de colaboración en los que las comunidades son protagonistas de la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sostenible, protegiendo al mismo tiempo el patrimonio natural que les pertenece y el de toda la humanidad. En Chile tenemos el privilegio de contar con diez reservas de biosfera, cada una de las cuales tiene una valiosa identidad y una rica biodiversidad con un alto porcentaje de endemismo, resultado de la presencia de fronteras naturales como la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico.

Pertenezco a la Reserva de Biosfera Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes, que se encuentra a la entrada de la Patagonia chilena y alberga uno de los remanentes de bosque más intactos de la Tierra. Las zonas centrales de la reserva presentan una biodiversidad única y en gran parte desconocida. Está protegida por la legislación chilena que designa estas zonas como parques nacionales para evitar la intervención humana. Para nosotros, la protección de la biodiversidad no se trata sólo de preservar los ecosistemas o mantener los servicios de los ecosistemas, lo hacemos para preservar y sostener nuestra propia historia. Somos privilegiados, pero aún tenemos desafíos que enfrentar, donde los conceptos de colaboración y flexibilidad pueden ayudarnos a formar comunidades más solidarias y adaptables.

Si las circunstancias actuales nos han obligado a retroceder, que sea para repensar la forma en que vemos el mundo. Tenemos que enfrentar los graves problemas presentes en el planeta para dar una oportunidad a nuestra biodiversidad y, en el proceso, darnos una oportunidad a nosotros mismos.
 

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Nosotros, como parte de la biosfera - de esa majestuosa capa de vida de nuestro planeta que se extiende desde las profundidades de los océanos hasta los más altos picos de las montañas - no somos ajenos a todas las dinámicas que ocurren dentro de ella. Incluso después de todos los avances económicos y tecnológicos que se han producido en el último siglo, época en la que le dimos la espalda al medio ambiente, hoy, más que nunca, nos damos cuenta de que nuestra capacidad de recuperación depende de la relación que tengamos con la naturaleza; que los impactos sobre la biodiversidad no conocen fronteras y tienen consecuencias a nivel mundial; y que vivimos en un mundo que no poseemos, sino que compartimos con otros seres vivos, moléculas, elementos y átomos.

Esos mismos "desarrollos" nos han permitido distanciarnos y separarnos de la biodiversidad y de la naturaleza, y creer que no importa lo que hagamos, la naturaleza seguirá persistiendo. Sin embargo, la biodiversidad se refleja en nuestros genes más simples a los ecosistemas más complejos. No se necesitan más que unos pocos pasos para encontrar un número inimaginable de formas de vida. Los microorganismos, los hongos, las plantas y los animales están presentes en nuestros hogares y en nuestro entorno, recordándonos que sin ellos no estaríamos vivos hoy en día, aunque muchos de nosotros los ignoremos.

Hemos llegado al punto de una economía insaciable en la que incluso los valores éticos y morales pueden ser comprados. Se ha hecho necesario poner un precio a todo lo que la naturaleza hace por nosotros - lo que se denomina "servicios de los ecosistemas" - para percibir los beneficios de tomar medidas para la gestión sostenible de la biodiversidad. Ahora que reconocemos que la biodiversidad es fundamental para nuestra existencia, tal vez establezcamos estrategias para reducir los impactos que hemos generado, y encontremos un camino que nos guíe hacia una relación más recíproca con la naturaleza.

Estamos convencidos de que el establecimiento de reservas de biosfera es un punto de partida para generar cambios a nivel mundial. Lo hemos visto con nuestros propios ojos y lo hemos cultivado con nuestras acciones, en el seno de nuestras familias, grupos de amigos y comunidades, difundiendo el mensaje sobre la necesidad de cambiar nuestra forma de pensar, y trabajando duro para contagiar a cada persona el deseo de proteger la vida en su sentido más amplio. No es necesario tomar grandes acciones para lograr un cambio significativo. A menudo, no logramos hacer pequeños cambios en nuestra vida cotidiana porque creemos que no serán visibles o no tendrán un efecto significativo. Sin embargo, nuestro trabajo en las reservas de biosfera nos ha enseñado que las pequeñas buenas acciones tienen un efecto en cadena que se traduce en resultados gigantescos.

Si pudiéramos hacer que todas las personas del mundo reflexionaran, por un minuto, sobre lo que es la biodiversidad y lo que significa para el planeta, y pensaran en una pequeña acción que pudieran llevar a cabo, estaríamos 8.000 millones de minutos más cerca de vivir en armonía con la naturaleza".

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Desde que puedo recordar, siempre me ha fascinado la biodiversidad. Cuando era pequeña, solía sentarme en las ventanas durante horas para observar a los pájaros alimentándose en la mesa para aves de mi jardín. Al crecer, mis ambiciones cambiaron un par de veces, pero siempre supe que quería hacer algo relacionado con la conservación de la biodiversidad. En mi adolescencia, tuve la suerte de viajar a muchos países y descubrir la belleza de la naturaleza. También me he enfrentado a la desigualdad: personas que viven en los lugares más sorprendentes pero que luchan por satisfacer las necesidades más básicas. Cuando entré en la universidad, me interesé por la política basada en el deseo de ayudar a cambiar el mundo. Mientras navegaba por el mundo académico, mis instintos me llevaron a la maestría sobre el Programa MAB. Investigué un poco sobre el Programa MAB y todo encajó. Esto fue todo. No tuve que elegir entre apoyar a la gente y a la naturaleza, podía hacer ambas cosas. 

Formar parte de la comunidad del MAB es algo que me hace sentir muy orgulloso. A pesar del nombre del programa (El Hombre y la Biosfera), el MAB no ve a los seres humanos y la naturaleza como algo separado: todos somos parte de la misma biosfera. Por eso le damos tanto valor a la biodiversidad. Los ecosistemas no son sólo hábitats para las aves y las flores; nos proporcionan alimentos, aire limpio, recursos médicos y energía; y nos protegen contra las inundaciones, las plagas y los climas extremos. La biodiversidad también forma parte de nuestro patrimonio cultural, un hecho que no se limita a los pueblos indígenas. ¿Qué aspecto tendrían las películas de Disney sin la diversidad biológica? ¿Se imaginan las pinturas de Henri Rousseau si hubiera optado por representar paisajes urbanos - o nuestros parques y jardines sin su vida silvestre?

Hoy en día, trabajando como parte del comité del MAB de Francia, promuevo la vida sostenible y las iniciativas locales que muestran que vivir en armonía con la naturaleza no es sólo un ideal utópico. Es un estilo de vida que ya se vive en las reservas de biosfera, y más allá, donde la gente elige vivir con la biodiversidad y la valora como parte de su ecosistema. Estas personas tienen historias que contar, experiencias que compartir e inspiración que proporcionar. Sus testimonios son particularmente valiosos a la luz de la crisis actual y los desafíos que tenemos por delante. Ellos marcan el camino para una mejor relación entre los humanos y la naturaleza. 

Como joven profesional, también formo parte de la comunidad juvenil del MAB, que ayuda a dar voz a una generación que a menudo es ignorada. Trabajamos para potenciar a los jóvenes y encontrar formas de involucrarlos en el proceso de toma de decisiones a todos los niveles. Aunque a menudo se nos considera una generación perezosa y pasiva, tenemos mucho que decir sobre la creación de un futuro que podemos esperar. 

Estoy agradecida de tener un trabajo significativo en línea con mis valores, y cada vez que tengo la oportunidad de visitar una reserva de biosfera, me enamoro de la naturaleza una y otra vez.

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Durante muchos años, el océano fue visto como un lugar misterioso, de miedo. Y es normal tener miedo de lo que es desconocido. En la antigüedad, gente valiente exploró esta superficie azul; algunos regresaron, otros no. El océano fue durante mucho tiempo conocido como un lugar de monstruos y sirenas.

Más recientemente, hemos cambiado nuestra perspectiva sobre el océano, viéndolo como una fuente de vida. Sin embargo, también ponemos en peligro el océano y sus formas de vida a través de la contaminación, el cambio climático y la sobrepesca. Sacamos del océano más de lo que puede proporcionar de forma sostenible, dejando su biodiversidad bajo constante amenaza. El océano, representado en la mitología griega como Tethys, la hija de Urano y Gaia, la fuente de tantas leyendas e historias, necesita atención.

Nuestra perspectiva del océano ha evolucionado a medida que el conocimiento científico ha avanzado. Hoy sabemos que gran parte del océano sigue siendo desconocido para nosotros, si lo comparamos con nuestro conocimiento de Marte y la Luna. Hemos catalogado numerosas especies, y aunque ninguna de ellas es un monstruo, existe una gran biodiversidad. 
Sabemos ahora que los monstruos del océano son, de hecho, criaturas fantásticas que no tienen misterios pero sí un potencial increíble. Hay criaturas inteligentes como el pulpo que tiene tres cerebros, o animales enormes como la ballena azul cuyo corazón bombea unos 220 litros por latido.

El océano es el hogar de las criaturas más grandes y más pequeñas del planeta. Es un universo rico, lleno de vida incluso en las profundidades donde no llega la luz. Hay criaturas que brillan con neón, otras que se comunican mediante el sonar, e incluso peces que recogen conchas. La vida en el mar es fascinante.

Mientras que en el pasado las historias sobre sirenas misteriosas se usaban como advertencias, hoy en día necesitamos reconciliarnos con lo femenino, con Gaia, nuestra Madre Tierra, que nos proporciona la más rica biodiversidad. El suelo fértil presente en el planeta Tierra, el único planeta que tiene biodiversidad en nuestro sistema solar, es un regalo de la fuente de la vida: el océano.

Que el Día Internacional de la Diversidad Biológica sea un día para honrar nuestra profunda dependencia de este ambiente azul que produce el 60% del oxígeno que respiramos. Incluso si estamos aislados, podemos hacer un brindis por la vida en este planeta azul.

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“La biodiversidad, no son solo árboles en el bosque, ni animales en medio de la selva, 
la biodiversidad es todo”. 

En un mundo donde el antropocentrismo es la norma, los seres humanos seguimos encontrando razones para eternizarnos como protagonistas, olvidando que todo está conectado y que además de seres sociales somos seres biológicos, que afectamos y somos afectados por nuestra relación con los demás seres que nos rodean. 

(Re)definir la lucha, no es asumirnos como los salvadores de los bosques, del agua, ni las montañas sino, asumirnos como parte de un todo en el que convivimos interrelacionados con otros seres humanos y no humanos. 

La red de Jóvenes del Chocó Andino de Pichincha en Ecuador es una organización que buscamos un territorio megadiverso, fortalecido el sentido de pertenencia y de identidad para alcanzar la sostenibilidad en todos sus sentidos; así como un ecosistema, la red de jóvenes del Chocó Andino de Pichincha convivimos y respetamos las realidades diversas, donde la conservación y las amenazas son latentes. El desafío por mitigar el conflicto hombre y naturaleza lo vemos como un proceso que asumimos a largo plazo y que simultáneamente se traduce en fortalecernos como organizaciones alrededor de la gobernanza ambiental que pretende alcanzar el cambio, la sostenibilidad, armonía, soberanía y el buen vivir, factores determinantes al momento de tomar acciones para buscar sortear la crisis ambiental, económica y social que atraviesa la humanidad. 

Bajo ese contexto, el trabajo articulado de la red ha sido y seguirá siendo nuestra principal fortaleza, pensar en puntos como la edu – comunicación, participación activa y real en la gobernanza del territorio nos ha significado conocer diferentes realidades, asimilarlas y enriquecer nuestro proceso. 

Sembrar Salva Vidas, es una campaña de la Red de Jóvenes del Chocó Andino de Pichincha en respuesta a la pandemia mundial del COVID-19, que tiene como objetivo motivar a que más personas locales, siembren y de esta forma asegurar su soberanía alimentaria y la de sus vecinos. Sembrar, es una de las actividades con la que la red de jóvenes nos sentimos más identificados, el sencillo hecho de sembrar te lleva a una amplia reflexión de diferentes temas, así: sembrar tiene relación directa con el agua, con el estado de la tierra, con la alimentación, con la cultura y costumbres, con la luna, con las personas e incluso con la salud mental de una población; todo está interconectado y todo depende de todo para generar una armonía. Sembrar de forma sostenible, significa pensar ¿De dónde proviene la semilla e incluso si tienes acceso a ella o no?, deja en la mente de quien lo hace con sus propias manos, valorar y respetar a todos los seres, entendiendo que incluso dependes de microorganismos para generar abono que nutra las plantas que en un futuro servirán para alimentar a tu familia. 

La Reserva de Biósfera del Chocó Andino de Pichincha del programa MaB es un gran aliado para nosotros los jóvenes, donde vemos un espacio fresco para trasmitir nuestras inquietudes, peligros y propuestas del como los habitantes de este territorio queremos vivir en ese gran contexto de diversidad biológica y cultural que está en contra de la homogenización de procesos. Homogenización que pretende seguir alimentando el modelo económico de escala voraz, claramente insostenible y que atenta contra los hábitats y comunidades; vemos un espacio para dar voz a quien no la tiene y construir un ecosistema más armónico surgiendo de manera resiliente y apostando a soñar que el turismo sostenible, la soberanía alimentaria, la salud, investigación, educación y producción agroecológica nos ayudarán a encaminarnos por una mejor relación entre los seres humanos y los ecosistemas. 

 

 

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Mi nombre es Cecilia Laporta, soy uruguaya y la menor de 4 hermanos: Martín, Paula e Inés. Mi relación con la biodiversidad se conecta, desde que tengo memoria, con la relación con mis hermanos y con La Paloma, un pueblo costero del departamento de Rocha que forma parte de la Reserva de la Biósfera Bañados del Este.

Martín y Paula son biólogos marinos. Corría el año 1992 y en la escuela celebrábamos el 5 de junio, el día mundial de medio ambiente. La maestra, nos había pedido realizar un afiche para compartir con nuestra clase y armar entre todos una cartelera. Sin saberlo, este fue mi primer acto activista.

Mi hermano Martín, amante de Jacques Cousteau, atesoraba gracias a su empeño una gran enciclopedia sobre el mar y hacía poco tiempo la película Liberen a Willy había causado gran conmoción en la familia, pasando a ser la elegida en el Video Club todos los domingos. Todavía recuerdo ese dibujo: mi primera pancarta ambiental con una hermosa orca dibujada de la enciclopedia y la frase “No al cautiverio” en rojo.

Fuimos creciendo y los veranos fueron pasando. Atardecer, amanecer, camping y océano, Inés y yo siempre junto al mar en alguna playa de Rocha. Paula, 6 años mayor que yo, comenzó a trabajar en la conservación de mamíferos marinos y Martín con tortugas marinas. Así, arribamos al siglo XXI y toda la familia tomaba conciencia de por qué era importante conservar no una, sino ¡más de 4 especies de tortugas marinas que habitaban las costas de Uruguay y delfines como flipper! Disfrutamos de las primeras experiencias de eco-turismo en la Reserva y vivimos grandes aventuras en ella.

Cuando llegó el turno de elegir mi carrera profesional, el cupo de biólogos en la familia estaba cubierto, pero además luego de ver una biopsia de tonina, desistí de la idea. Y por algo se dan las cosas. Estudié ciencias económicas, mientras ayudaba a Paula con salidas al mar a realizar foto identificación de las toninas (Tursiops truncatus gephyreus) y comencé a trabajar en la ONG Repapel como tallerista en Educación Ambiental y gestión de residuos. Años después, ingresé en la Dirección Nacional de Medio Ambiente, como administrativa de un proyecto que buscaba relacionar las aprobaciones de los proyectos de impacto ambiental con información sobre biodiversidad y áreas protegidas. Lo administrativo-contable fue quedando de lado y mi involucramiento con la gestión del proyecto creció.

Creía que cambiaríamos el mundo con esta idea, pero la realidad y el sabernos seres en un sistema complejo, ganaron esa partida. Entonces, volví a los estudios y realicé la maestría en Manejo CosteroIntegrado, buscando relacionar mi profesión con mi gran pasión, la mar, abriendo el portal de la Interdisciplina y la Investigación – Acción participativa.

Fue así que comenzó el camino al Paisaje Protegido Laguna de Rocha y a la comunidad de pescadores artesanales que vive allí. Junto a Ximena, una chilena antropóloga que se enamoró de Uruguay, comenzamos a trabajar con el grupo de mujeres pescadoras en la creación de un emprendimiento gastronómico que produce exclusivamente alimentos en base a la pesca lagunar. Con ellas descubrimos qué significa la soberanía alimentaria, el esfuerzo y la vulnerabilidad de los trabajadores de la pesca y la invisibilización e importancia que tienen las mujeres pescadoras en Uruguay.

Observé más de 100 especies de aves, de las 250 que habitan este sitio RAMSAR y también las vi migrar. Aprendí sobre el increíble ciclo de vida del camarón que se pesca en la laguna, y empecé a pensar en cada setiembre si la corriente de agua del Sur de Brasil estará lo suficientemente cálida para que vengan en ella los alevines de camarón que se pescarán entre marzo y mayo en la laguna. Conocí los impactos de los pesticidas que se utilizan en la cuenca de la laguna sobre los peces que comemos, sobre la calidad del agua y en especial sobre esa vegetación que comenzó a crecer en la laguna y genera que las redes se entreveren haciendo más difícil la pesca. Vi a las pescadoras inundarse, una y otra vez, cada año que “La Niña” así lo provocó. Y vimos la laguna baja, bien baja, cuando el niño trajo la sequía.

Observé las interrelaciones que tienen nuestras acciones y sus consecuencias comunes, porque es la naturaleza la que está conectada. Descubrí el conocimiento que tienen las pescadoras, sus padres y abuelos sobre la laguna…cómo usan sus sentidos… conocen el ruido del golpe del agua sobre cada rincón de sus orillas y ven la laguna temblar ese segundo en el que cambia la dirección del viento.
Entonces supe que eso es habitar el territorio, y en un país “sin indios”, esta es la población local.

Hace 5 años me mudé a La Paloma, a la Reserva. Martín y Paula andan cerca de aquí también. Ahoravivo junto al mar y la laguna. Desde entonces y gracias a la vinculación con otros jóvenes latinoamericanos y del resto del mundo que forman parte de las Reservas de la Biósfera, el concepto de desarrollo local, la conservación de la biodiversidad, la lucha por las mujeres y jóvenes, la población local e indígena han vuelto a tener sentido, se han transformado en una causa común, en una red genuina.

Nos sabemos en un sistema con fecha de caducidad, en una economía abusiva, global e invasora, que nos enajena y tiene a la naturaleza, a las mujeres y los pobres como su principal rehén. Pero, estos jóvenes compartimos saberes, sentires, iniciativas, acciones, sueños y esperanzas. Y esta vez, compartimos historias y unimos nuestras voces en el #díadelabiodiversidad para empoderar nuestra lucha. ¡Qué alegría! Ahora es junto a más hermanos y hermanas.

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Bueno, todos hemos visto nuestras vidas directamente afectadas por la biodiversidad. Algunos de los primeros recuerdos que tuve de mi infancia fueron las visitas que mi familia hizo al Jardín Botánico de las Montañas Azules. Están escondidos en una parte tranquila del mundo, atrapados entre las Montañas Azules y el Parque Nacional Wollemi. La diversidad de las plantas, mostrando la diversidad botánica de cada continente en un jardín diseñado de tal manera que cada sección es su propio escape pintoresco a un mundo diferente.

Ahora que he crecido, he aprendido a apreciar mucho más la biodiversidad, y tengo la movilidad para ver más de otras partes del mundo. Cada vez más versado en la flora y la geografía de mi región, los vínculos y las historias de cada especie que veo empiezan a ser más claros en cuanto a cómo surgieron y se revela una historia de su evolución a lo largo de miles de generaciones. 

Pero, al mismo tiempo, veo cambios en esta biodiversidad, todos vemos cambios en esta biodiversidad. Ya sea que se trate de especies que alguna vez parecieron regulares en mi zona y que dejaron de aparecer una temporada, como el número decreciente de los icónicos escarabajos navideños que alguna vez golpeaban regularmente nuestras ventanas en las noches de verano, o el choque de la mala gestión de nuestras comunidades ecológicas separadas de los pueblos indígenas, cuyas prácticas a lo largo de miles de años han dado forma a la tierra en una existencia mutua, prácticas cada vez más olvidadas a medida que pasan las generaciones desconectadas de sus tierras.

El estado de la naturaleza está en problemas. Una especie dentro de ella, los humanos, han experimentado una evolución sin precedentes para convertirse en la especie más poderosa e influyente, tal vez en todo el pasado y el futuro de este planeta. En nuestro empeño por sacar a miles de millones de personas de la pobreza, por lograr nuestros sueños de huida y progreso tecnológico para una vida mejor, lo hemos hecho a menudo a costa de la biodiversidad y los ecosistemas de los que dependemos. El progreso económico de los últimos siglos se ha hecho a través de la explotación del resto de la naturaleza y su capital, acumulado durante incontables milenios. Esto es insostenible, y amenaza la estabilidad y existencia de nuestras sociedades. 

Podemos estar de acuerdo en que existen graves problemas en nuestro mundo, pero en lo que no podemos estar todos claramente de acuerdo es en una clara solución a los problemas que enfrentamos.

Pero lo que sí tenemos funcionando son formas que reúnen a los numerosos interesados con diversos intereses, para acordar y trabajar hacia decisiones y modelos de desarrollo más sostenibles, a un ritmo fiable. Uno de estos ejemplos es el Programa MAB, y esta capacidad de reunir a una gama tan diversa de actores para acordar y aplicar este progreso. Si bien no es capaz de ofrecer el rápido progreso que algunos actores desean, o tan fácil de trabajar como otros desean, es un ritmo de progreso que es práctico, y que proporciona resultados a largo plazo.

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Mi nombre es Yu Tian y nací  elel 10 de diciembre de 1989. Desde septiembre de 2015, he estado trabajando en la Administración de la Reserva de la Biosfera de Fanjingshan, dedicado principalmente a la conservación de la biodiversidad y su respuesta al cambio climático. Actualmente, estoy a cargo del proyecto del Fondo Especial para la formación de jóvenes talentos forestales destacados, apoyado por el Departamento de Silvicultura de Guizhou, titulado "Estudio sobre la diversidad de las especies de mariposas y su respuesta al cambio climático en la Reserva de la Biosfera de Fanjingshan". Este proyecto se ha ejecutado en 2018 y se espera que concluya en 2021. Mediante la respuesta del patrón de distribución vertical de las especies de mariposas al cambio climático, este proyecto analiza y predice el cambio del patrón de distribución de las mariposas en el contexto del cambio climático en el futuro, a fin de proporcionar una base científica para la protección de las especies de mariposas.

La Reserva de Biosfera de Fanjingshan está situada en la unión de los condados de Jiangkou, Songtao y Yinjiang, en el noreste de la provincia de Guizhou. Fue designada como zona de bosque natural prohibida por el Ministerio de Silvicultura en 1956 y se estableció como la primera reserva natural de Guizhou con la aprobación del Gobierno popular de la provincia de Guizhou en 1978. En 1986, la UNESCO la incluyó en la lista de miembros de la Red Mundial de Reservas de Biosfera, convirtiéndose así en la cuarta reserva natural de China en incorporarse a la red. En el 42º Congreso del Patrimonio Mundial, celebrado en 2018, Fanjingshan fue incluido con éxito en el Patrimonio Natural Mundial y se convirtió en el 13º sitio del Patrimonio Natural Mundial en China. La Reserva de la Biosfera de Fanjingshan cubre un área total de 428,63 kilómetros cuadrados, incluyendo 416,07 kilómetros cuadrados de tierras forestales que representan el 97,07% del área total de la reserva. La biodiversidad de especies es muy rica. Ahora se ha identificado preliminarmente que hay 6.546 especies de animales y plantas, incluyendo 3.533 especies de plantas y 3.013 especies de animales.

La solución del problema de la pérdida de la biodiversidad es una cuestión mundial urgente, que requiere que los gobiernos, las instituciones de investigación científica, las empresas privadas, las organizaciones no gubernamentales y las comunidades den a conocer el valor y la importancia de la conservación de la biodiversidad. Debemos reforzar la garantía de las políticas, los incentivos de la política social y la acción mundial para hacer frente a la pérdida de la biodiversidad. Deberíamos fortalecer aún más la comunicación y la educación sobre la conservación de la biodiversidad mediante la divulgación de la ciencia, y alentar a diversos grupos sociales, como las niños y los niños, los jóvenes e incluso los ancianos, a participar en las actividades de conservación de la biodiversidad. La juventud deberían convertirse en defensores, participantes y promotores activos de la conservación de la biodiversidad. Deberíamos alentar y apoyar a las y los jóvenes para que desempeñen un papel vital en la conservación de la biodiversidad, y establecer equipos ecológicos, como el equipo de servicio voluntario de jóvenes para la conservación de la biodiversidad y el equipo de comunicación para la protección ecológica y ambiental. Además, necesitamos urgentemente promover la investigación de los recursos locales, averiguar el patrón de distribución geográfica de los animales y plantas silvestres raros y en peligro de extinción, y obtener las características de distribución de la flora y la fauna, a fin de proporcionar información para la conservación y la gestión de la biodiversidad. 

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