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En Malí, Adama persevera en recibir su educación

15/10/2020

A los 11 años de edad, Adama Barry debería estar en el segundo grado de primaria, sin embargo, dejó de asistir a la escuela debido a la pandemia de COVID-19.

Perfil de Adama

En 2017, Adama y su familia tuvieron que abandonar su aldea para huir de un conflicto a escala intercomunitaria que enfrentó a las etnias fulani y dogón en la región de Mopti (centro de Malí), fuertemente afectada por la violencia y la guerra. Con su familia, vive en un campamento de refugiados en las afueras de Bamako.

Además de los problemas relativos a la seguridad a los que Malí debe hacer frente, el país está confrontado a la pobreza, a un acceso limitado a los servicios básicos, así como a normas culturales y prácticas sociales que obstaculizan el progreso de las mujeres, en particular en el ámbito de la educación. Más de la mitad de las jóvenes malienses entre los 15 y 24 años de edad son analfabetas y, según las estadísticas a escala nacional, el 53% de las niñas se casan antes de los 18 años de edad.

Adama pudo regresar a la escuela en 2018 gracias a la acción conjunta llevada a cabo por la UNESCO, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) y ONU-Mujeres con miras a reincorporar a las niñas desplazadas dentro de su propio país al sistema escolar formal de Bamako. Este trabajo se ha visto acompañado por un apoyo financiero y la compra de materiales escolares (carpetas, cuadernos, uniformes, libros) para las niñas como Adama, con miras a estimular la asistencia escolar.

En la escuela, Adama aprendió a leer y a escribir en francés, así como a hablar el bambara, la lengua local utilizada en Bamako, e incluso hizo nuevos amigos. “Me gusta aprender”, explica. “Mi lengua materna es el fulfulde, pero también hablo bambara. Aprendí esta lengua con mis compañeros en la escuela”.

Consecuencias de la COVID-19 en la educación de las niñas

Cuando Adama estaba volviendo a tener una vida más normal, aún viviendo en un campamento de refugiados, la pandemia de COVID-19 irrumpió para interrumpir una vez más su aprendizaje. En marzo de 2020, todos los centros educativos de Malí cerraron sus puertas hasta mediados de septiembre para limitar la propagación del virus. Como Adama, más de 1,7 millones de niñas y de madres jóvenes han quedado fuera de la escuela en el país en el momento de mayor auge de la pandemia, y 2 millones de niños no han tenido acceso a las oportunidades de aprendizaje alternativas.

“Me entristece no poder continuar con mi aprendizaje”, afirma Adama. “Ahora, cada día, salgo a buscar leña en los alrededores del campamento con otros niños para la cocina”. En el campamento, Adama no tiene acceso a Internet y por esta razón no puede continuar su aprendizaje a distancia, y su escuela no proporciona por ahora ninguna ayuda al respecto. En lugar de continuar con su educación, se ocupaba de tareas domésticas.

Las niñas que como Adama viven en un campamento de refugiados son más vulnerables, ya que su situación agrava los obstáculos que les impiden llevar a cabo su educación. Entre los riesgos que corren figuran fundamentalmente la demanda por parte de otros miembros de la familia para realizar otros trabajos, el aumento de la tasa de violencia vinculada a las cuestiones de géneros, los matrimonios precoces y forzados y de los embarazos no deseados, así como el incremento de la brecha digital de género.

No obstante, Adama no pierde sus esperanzas. “Leo mis libros y mis cuadernos para seguir aprendiendo”, nos dice.

La movilización de los padres es esencial

“Una persona que ha recibido educación es más importante que una persona analfabeta”, afirma Aminata Traore, la madre de Adama. “Quiero que ella vaya a la escuela y que consiga un buen trabajo cuando termine sus estudios”.

Aminata está orgullosa de que su hija se haya podido integrar a Bamako, aprendido la lengua local y comenzado a entender y hablar el francés. Es consciente de la importancia de la educación y de la alfabetización para el futuro de su hija.

Aminata espera que los docentes ayudarán a Adama para que continúe su aprendizaje a pesar de la situación sanitaria. “Cuando la escuela vuelva a abrir, la ayudaré para que regrese al aula”, afirma. “Encontraré la manera de comprarle los materiales escolares para que continúe su escolarización. No quiero que deje la escuela”.

Durante la crisis de la COVID-19, el Programa conjunto UNESCO/FNUAP/ONU-Mujeres proporcionó un apoyo técnico al gobierno de Malí con miras a organizar y difundir mediante el canal de televisión nacional las clases de recuperación dirigidas a los educandos. Asimismo, se difundieron mensajes de sensibilización en el seno de las comunidades, con miras a incitar a los padres para que aliviaran a las niñas en lo relativo a las tareas domésticas para que pudieran asistir a las clases de recuperación retransmitidas por radio y televisión y facilitar las denuncias de los actos de violencia vinculados a las cuestiones de género mediante un número verde.

Adama retomó el camino de la escuela desde el mes de septiembre en cuanto su centro escolar volvió a abrir. Les pide a los dirigentes que hagan todo lo posible para acabar con la guerra para que ella y su familia puedan volver a su hogar, y para que las niñas puedan continuar su escolarización.

Recientemente la UNESCO y los asociados de la Coalición Mundial para la Educación presentaron una campaña con el objetivo de garantizar que cada niña pueda aprender durante el cierre de las escuelas y regrese a las aulas de forma segura cuando estas vuelvan a abrir.