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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Nuestra selección

Entrevista a Jacques-Yves Cousteau

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© Shutterstock

El nombre de Cousteau está estrechamente asociado a la exploración y la protección del océano. Este pionero del buceo y la investigación submarina ha surcado todos los mares del mundo con sus cruceros oceanográficos y, a través de películas y documentales, ha revelado al público las riquezas del universo submarino. Actualmente su principal empeño es la protección del medio ambiente mundial, amenazado por la desenfrenada expansión económica y demográfica del género humano.

Entrevista realizada por Bajgat Eladi y Adel Rifaat

 

¿Cómo surgió en usted el interés por la naturaleza,y en particular por el mundo acuático?

—Siempre he sido muy curioso. De niño me levantaba por las noches para ir a observar las aves nocturnas. Mi excesiva curiosidad me acarreaba algunos problemas, pues mis padres no veían con buenos ojos que llegara a esos extremos.

Tenía diez años cuando tuve mi primer "encuentro" con el agua. Fue en Estados Unidos, en una colonia de vacaciones cerca de un lago. Como había que retirar los desechos que regularmente se depositaban bajo el trampolín de los niños, aprendí a zambullirme y a permanecer cierto tiempo bajo el agua. No tenía máscara y no disponía de ningún tipo de material. Debía realizar un gran esfuerzo para remover esos residuos solo con las manos. Durante dos o tres semanas me sumergí una y otra vez hasta que aprendí a contener la respiración bajo el agua. 

Tiempo después, a los catorce años, perfecciono mi método. En mi escuela de Alsacia había una piscina en la que buceaba sirviéndome de tubos, bombas y objetos diversos para respirar bajo el agua. No lo hacía con el fin de observar la naturaleza, sino más bien para imitar a los personajes de Fenimore Cooper que para escapar de sus perseguidores se escondían bajo el agua y respiraban con ayuda de una caña. 

Fue así como, poco a poco, quise ser marino. Al terminar el bachillerato, aprobé el examen de ingreso a la Escuela Naval, y a los veinte años obtuve el diploma correspondiente. Dos años después, cuando daba la vuelta al mundo en el buque-escuela Jeanne d’Arc, presencié una escena que iba a tener en mi vida una importancia decisiva. En Indochina, en la bahía de Cam Ranh, entre el mediodía y la dos de la tarde, en la época de los calores más intensos, los indígenas se zambullían desde sus barcas y salían a la superficie con peces en la mano. Nos explicaban que era muy fácil atraparlos mientras dormían la siesta. Me pareció algo tan extraordinario que decidí perfeccionar mi técnica de buceo. 

No pude hacerlo de inmediato pues me nombraron jefe de la base naval francesa en Shangai, donde estaba a cargo de la intendencia de los barcos que hacían escala en la concesión francesa del gran puerto chino. al regresar a Francia, recordando a los indígenas de la bahía de Cam Ranh mi interés por desarrollar las técnicas de buceo. Entre tanto había trabado amistad con Frédéric Dumas y Philippe Talliez; llegaríamos a ser los Tres Mosqueteros de la aventura submarina. 

El problema que planteaba la respiración bajo el agua se convirtió para mí en una auténtica obsesión. Con mis amigos habíamos probado todos los aparatos que existían en esa época y ninguno nos satisfacía plenamente. 

Después estalló la guerra, a la que siguió la ocupación de Francia. En esa época conoció a Émile Gagnan, un ingeniero de la empresa “Air Liquide”. Gagnan había acondicionado un automóvil que funcionaba con gasogeno a fin de reemplazar la gasolina por el dióxido de carbono resultante de la combustión parcial de la lena. El gas combustible llegaba al motor por medio de un descompresor especial. En ese procedimiento se basa el aparato de respiración que lleva mi nombre y del que se han vendido millones de ejemplares. En mi aparato, totalmente autónomo, el gas liberado por el descompresor era aire comprimido. A partir de ese momento, Dumas, Taillez y yo pudimos desarrollar las técnicas de buceo y comenzar a filmar. 

Al terminar la guerra, ya en el Ministerio de Marina, puse a los responsables al corriente del aparato totalmente nuevo que habíamos perfeccionado y les propuse crear un centro de estudios en Tolón. Fue así como nació el CERS, “Centro de Estudios y de Investigación Submarina”, en el arsenal de Tolón. 

 

...los recursos de nuestro planeta no son ilimitados

...hay una barrera que no se debe sobrepasar, un umbral de habitabilidad que no hay que trasponer

 

Pero no se quedó allí mucho tiempo.

—No, en efecto. en 1949 pensé que debíamos pasar a la fase de aplicación. Para ello había que empezar por equipar un barco. Pero, ¿cómo procurarse los fondos necesarios? Abri mi agenda. En la letra A di con el nombre de Auniac, un hombre encantador al que había conocido con su mujer en unas vacaciones en la montaña. Auniac era el hombre de negocios de Guiness que controlaba, entre otros, los astilleros de Antibes. Al concluir nuestra entrevista, Guiness me había abierto un crédito de 25 millones de francos y había puesto al director de los astilleros de Antibes a mi disposición….

 

¡Parece un cuento de hadas!

—Asi es. Con el director de los astilleros de Antibes viajamos a Malta donde encontramos un dragaminas convertido en transbordador, que realizaba el transporte de pasajeros entre Malta y la pequeña isla de Gozo. Se decía que Gozo era la Ogigia legendaria de la Odisea donde la ninfa Calipso había acogido a Ulises. Por ese motivo el propietario había bautizado a su barco con el nombre de Calipso. Lo compramos por siete millones de francos. Estaba en perfecto estado pero tuvimos que dedicar lo que quedaba de mi crédito a reacondicionarlo y dotarlo de instrumentos de investigación oceanográfica. 

Comenzamos entonces nuestros cruceros. Había agotado todo el crédito de Guiness y no tenía más dinero. Me puse, pues, al servicio del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. Como al terminar la guerra Francia ya no disponía de barcos oceanográficos, durante algunos años servimos de barco de transporte y de cooperación de los oceanógrafos franceses de todos los organismos interesados. 

 

...Más tarde llegó el éxito con El Mundo del silencio

El mundo del silencio data de 1956. Las primeras expediciones del Calipso, en el mar Rojo, se remontan a 1951. Habíamos realizado ya algunas películas excepcionales y una de ellas había obtenido en 1951 el Gran Premio del Festival de Documentales en París. Comenzamos en 1953 a filmar películas en color. Al comienzo no resultó fácil. Debíamos resolver los problemas de iluminación pues, como usted sabe, el agua tiende a absorber los colores. Perfeccionar la técnica de las cámaras, los filtros, la iluminación, etc. representó una ingente tarea. Poco a poco pudimos pasar a la video profesional, en blanco y negro, para comenzar.

En esos años construí las primeras cámaras francesas submarinas, y poco más tarde creé en Marsella un centro de estudios marinos avanzados. En ese puerto construimos el primer submarino de exploración, concebido especialmente para la observación científica a 350 metros de profundidad. Poco después construimos para el Estado francés otro submarino de observación que podría llegar hasta los 3.000 metros de profundidad, y para los norteamericanos, un tercero que llegaba hasta 600 metros. Fabriqué también dos pequeños submarinos monoplaza que funcionan hasta el día de hoy. Por último, iniciamos la construcción de un submarino más importante, lanzador de buzos. El casco estaba concluido cuando tuvimos que interrumpir las obras: nos habían suspendido los créditos. veinte años más tarde seguimos en la misma situación.

En 1954, realizamos una misión para la “Darcy Exploration Company”. El contrato era muy ventajoso pues nos permite instalar el radar y los instrumentos de medición que nos hacían falta. Fue nuestro equipo el que descubrió el petróleo del golfo Pérsico. ¡Si, señor, el emirato de Abu Dhabi se enriqueció gracias a nosotros!

Con El mundo del silencio de 1956 obtuvimos ganancias suficientes para seguir trabajando hasta 1972 prácticamente sin ninguna otra fuente de ingresos.

Después realizamos muchas otras películas y, paralelamente, en 1962 llevamos a cabo pruebas durante las cuales algunos hombres vivieron y trabajaron bajo el agua, a grandes profundidades. Hubo “Precontinente I”, en Marsella, a 10 metros de profundidad; después “Precontinente II”, en el Mar Rojo, a 40 metros y, por último, en 1975, “Precontinente III”, frente al cabo Ferrat, a 100 metros de profundidad. 

 

¿En qué principio se basaban esas pruebas?

—Se trata de una esfera impermeable al agua en cuyo interior la atmósfera, compuesto de una mezcla de oxígeno y de helio, se mantiene a la presión ambiente. Dentro de esa esfera vivieron seis personas durante tres semanas y cuando salieron tuvimos que mantenerlos una cuarta semana bajo presión y proceder paulatinamente a una descompresión de la atmósfera. 

Con estas pruebas fuimos los primeros en realizar el buceo llamado de “saturación”. La industria petrolera se ha servido luego de esos resultados en sus explotaciones mar adentro.

Innovamos mucho y en los campos más diversos. Perfeccionamos cámaras cinematográficas que llevamos hasta 8.000 metros de profundidad.

En varias fosas atlánticas tomamos miles de fotografías y filmamos escenas extraordinarias. fuimos también los primeros en bucear en el Antártico con un submarino y en llevar a cabo allí mismo una exploración sistemática con escafandra. Recientemente hemos creado el primer aparato de buceo con botellas de plástico cargadas con 300 bares…

 

¿Y dónde se sitúa su interés por el medio ambiente en todo esto?

—Se ha ido desarrollando gradualmente. Desde el comienzo optamos por una divisa: “Conocer, amar, proteger”, y es exactamente lo que me ha sucedido. Comencé por explorar. Cuando vi la extraordinaria belleza submarina, me apasioné por ella. Y, por último, cuando comprendí hasta qué punto los océanos estaban amenazados, decidí denunciar con vehemencia todo aquello que pusiera en peligro lo que tanto amaba. Mi historia constituye un ciclo y desearía que los niños pudiesen seguir esa misma trayectoria.

 

¿Cuáles son los grandes peligros que amenazan la Tierra?

—Después de recorrer el mundo como he hecho durante años, de haberlo visto desde helicópteros, desde barcos o buceando, podría resumir esos peligros diciendo que los recursos de nuestro planeta no son ilimitados, que hay una barrera que no se debe sobrepasar, un umbral de habitabilidad que no hay que transponer.

Debemos preguntarnos cuantos animales y cuántos seres humanos puede todavía albergar nuestro planeta sin que la calidad de vida se deteriore, sin que toda la belleza que encierra desaparezca. Hace quince años, cuando estaba en Estados Unidos, traté de elaborar un modelo matemático para responder a la siguiente pregunta: ¿cuantos seres humanos con un ingreso, un poder adquisitivo y un bienestar material equivalentes a los de un norteamericano medio puede acoger nuestro planeta? Los datos de los que disponía no eran muy exactos y sabía de entrada que el margen de error sería de un 40% o un 50%. En esa época mantenía estrechos contactos con el director del Laboratorio Universitario Oceanográfico de la Universidad de California del Sur, cuyos investigadores actuaban como consejeros de nuestro equipo. Con todos los parámetros de los de disponia llegué a la cifra de 700 millones. Setecientos millones de individuos con un nivel de vida comparable a la de un norteamericano medio. ¡Hace quince años nuestro planeta no podía ofrecer condiciones de vida agradables a más de 700 millones de personas! ¡En esa época la población mundial llegaba ya a los 4.000 millones!

Alarmado por el resultado de mis investigaciones, puse al director del laboratorio al corriente de la conclusión a la que había llegado. ¿Sabés qué me dijo? Que mis resultados eran muy optimistas. Había realizado el mismo cálculo que yo y había obtenido un resultado sumamente inferior al mío. Desde entonces, me obsesiona el problema de la habitabilidad del planeta. 

La población mundial asciende actualmente a 5.700 millones de habitantes. Y esta población aumenta a un ritmo vertiginoso. Todos los meses una población equivalente a la de Francia se suma a la precedente. Y cada diez años es una población igual a la de China la que se añade a nuestro hormiguero humano.

Todo el mundo está convencido de lo siguiente: el crecimiento de la población no puede continuar así, de manera anárquica, como un cáncer. Pero en cuanto se trata de actuar, todos se echan atrás so pretexto de que no hay nada que hacer, que el asunto es demasiado complicado, que lo hacen aún más arduo los usos y costumbres, la religión y quién sabe qué otras razones. Ahora bien, la religión no tiene nada que ver con el problema. Italia es el país más catolico del mundo y, sin embargo, es aquél donde la tasa de natalidad es menos elevada. Otro tanto ocurre en España, igualmente católica. La tasa de natalidad disminuye allí vertiginosamente. En Indonesia, el país musulman más grande del mundo, una campana, que se lleva a cabo desde hace diez años, ha reducido la tasa de natalidad en cerca de un 50%.

Por consiguiente, no hay que culpar a la religión. En cambio, sí puede caberle cierta responsabilidad al temor del porvenir. En los llamados países en desarrollo no existe el seguro de vejez. Las pensiones, cuando existen, son inferiores al mínimo indispensable para subsistir. Al pensar en su vejez, las personas se aterran desde jóvenes y tanto más cuanto que, dadas las condiciones de vida, envejecen prematuramente. Necesitan un hijo varón con el que puedan contar para que vele por ellos cuando llegue la vejez. Y como hay que tomar en cuenta la incertidumbre en cuanto al sexo, la mortalidad y la disponibilidad afectiva de los hijos respecto de sus padres, para tener un hijo varon hay que fabricar seis hijos. Repito, seis. Seis para tres muchachos. Y tres muchachos para que dos sobrevivan. Y dos vivos para que uno de ellos sea misericordioso con sus padres.

Al factor de inseguridad hay que añadir el del analfabetismo de las mujeres que, a su vez, se debe a la pobreza. En los países en desarrollo la educación ha progresado enormemente, pero las escuelas siguen siendo insuficientes. Hay entonces una primera seleccion basada en el sexo. Los niños tienen prioridad frente a las niñas para ir a la escuela. 

¿Por qué? Mi respuesta va a parecer extraña, pero así ocurre con mayor frecuencia; las niñas no van a la escuela porque no hay agua potable. Cuando no la hay en las cercanías, son ellas las que van a buscarla a la fuente. He visto a adolescentes que iban a procurarse agua potable de a 20 e incluso a 30 kilómetros de distancia, actividad que ocupaba un día entero. Sometidas así a la urgencia del abastecimiento de agua, esas jóvenes cumplen catorce y quince años sin haber ido a la escuela, sin haber aprendido nada. ¿Cómo pretender entonces que empleen métodos anticonceptivos o incluso que conozcan la existencia de los anticonceptivos?

Algunos llegan a explicar la natalidad  excesiva por el hecho de que, para cientos de millones de personas, el amor es la única fuente de felicidad. La contracepción no impide ni reduce la felicidad. En muchos países pobres se distribuye gratuitamente la píldora anticonceptiva. Y, sin embargo, las mujeres no la toman. ¿Por qué? Porque las mujeres, sin ninguna educación, están sometidas a la voluntad de los hombres, a quienes las consecuencias no les importan un bledo o que desean hijos que los mantengan durante su vejez.

No hay que engañarse. La superpoblación es el problema más grave de nuestro planeta. De los 5.700 millones que pueblan la tierra, menos de 2.000 millones viven decentemente. Esta cifra se va a duplicar dentro de poco. Se logrará quizá alimentar a los 10.000 o 12.000 millones previstos. Pero solo será posible alimentarlos. ¡El hombre se verá obligado a hacer cola esperando su comida!

 

A juicio de algunos, el mar puede ser una fuente de riqueza alimentaria…

—Lo menos que puede decirse es que esa idea es descabellada. Los recursos marinos disminuyen constantemente. Se pesca ya demasiado. E incluso si se llega a mantener la misma cantidad de proteína procedente del mar, esa cantidad, la misma en cifras absolutas, no puede sino disminuir en proporción a las necesidades del consumo. Recuerdo que al comienzo de mi carrera, el mar suministraba el 10% de la proteína consumida. Esta proporción es hoy dia de 4% a 5%. Mañana, cuando la población se haya duplicado, esa proporción caerá al 2%. Una vez más la productividad tiene un tope que no es posible sobrepasar. Estamos ya en la fase de pesca excesiva. 

 

Se logra sin embargo aumentar la productividad de la tierra. ¿Por qué no la del mar?

—Las tasas de rendimiento no son en absoluto similares.

En la Antártida, por ejemplo, se necesitan diez toneladas de algas microscópicas para formar una tonelada de krill— el krill es una gamba pequeñísima; y se requiere una tonelada de krill para formar 20 kilos de ballena. En ese caso, el factor de transformación es de 40 por 1. En la tierra, para formar una vaca, el factor de transformación es de 10 por 1. 

 

¿Y qué ocurre con la desertificación? ¿No se decía que el desierto estaba invadiendo las tierras cultivables? Ahora bien, de acuerdo con las últimas noticias, al parecer el desierto se está retirando. 

—Las noticias a las que usted alude son demasiado recientes. Hay que esperar a que se confirmen. Pero aceptemos que sean ciertas. Estoy dispuesto a admitir que el Sahara fue creado por el hombre, por consiguiente, el hombre también puede deshacerlo. En ese caso, el Sahara, al tornarse cultivable, tendría un rendimiento enormemente superior al del mar. 

 

¿Y las amenazas de contaminación?

—El recalentamiento de la Tierra y la rarefacción del agua son amenazas mucho más graves y más urgentes que la contaminación química. La rarefacción del agua se debe al despilfarro, que también tiene que ver con la superpoblación. el grado de despilfarro es enorme. En los países occidentales los agricultores emplean sistemas de rotación y riego por aspersión, y ¡un 90% del agua utilizada se evapora! ¡Se extrae el agua de la capa freática para dejar que se evapore! ¡Y todavía hay quejas de que la capa freática se está secando! Este año, pese a la abundancia de las lluvias, habrá problemas de sequía en Francia. ¿Por qué? Porque desde hace tres años se ha desperdiciado buena parte del agua extraída de la capa freática.

El perjuicio causado al planeta resulta de la demografía, pero también del grado de desarrollo. Un norteamericano agota al planeta mucho más que veinte naturales de Bangladesh. Este daño está estrechamente ligado al consumo. Nuestra sociedad se ha volcado hacia un consumo cada vez más inutil. Es un circulo infernal, comparable al cáncer. 

 

Existen especies animales que constituyen una amenaza o son perjudiciales para el hombre, algunas serpientes, algunos mosquitos, etc… ¿es posible eliminarlos como se procura eliminar los virus responsables de una determinada enfermedad?

—La eliminación de los virus es una idea noble, pero plantea enormes problemas. Entre el año 1 y el año 1400 la población se mantuvo prácticamente invariable. Mediante las epidemias, la naturaleza compensaba los excesos de natalidad con excesos de mortalidad…

Analicé este asunto con el director de la Academia de Ciencias de Egipto. Me dijo que los científicos estaban espantados ante la perspectiva de que en el año 2080 la población de Egipto llegue a 250 millones. 

¿Queremos eliminar los sufrimientos, las enfermedades? Es un noble propósito, pero tal vez no sea totalmente beneficioso a largo plazo. Existe el peligro de que al hacerlo se comprometa el porvenir de nuestra especie.

Es terrible decir una cosa semejante. Es necesario que la población mundial se estabilice y, para lograrlo, habría que eliminar 350.000 individuos por día. Es tan horrible decirlo, que es preferible callar. Pero lo lamentable es la situación a la que hemos llegado en su conjunto.

 

Sin embargo, tiene que haber soluciones…

—Es una cuestión de costo. Se precisan 400.000 millones de dólares anuales durante quince años. Para dar agua potable a la gente, para escolarizar a las niñas y para asegurar una pequeña pensión a todas las personas de edad. Con 400.000 millones durante quince años no solo es posible disminuir la presión demográfica, sino detener su progresión.

 

¿Hay algo que hacer con las industrias contaminantes?

—Poca cosa. El gran problema es el dióxido de carbono CO2. Vamos a terminar por asfixiarnos con el CO2. Usted sabe que es un estimulante de la respiración. Terminaremos todos sin aliento si el CO2 sigue aumentando. Ahora bien, ese aumento se debe a una política errada en materia de energía. Se ha preferido investir sumas enormes en la energía nuclear en lugar de hacerlo en la fusión, que es limpia…¡Pero la energía nuclear, con la fisión, permite fabricar la bomba!

Hay otras contaminaciones...más “pintorescas”. ¡El planeta Tierra está rodeado actualmente por un cinturón de partículas de satélites despedazados que están arremetiendo contra él a la velocidad de un obús y que terminan por impedir toda salida al espacio!

Para dominar la naturaleza se precisa una cierta dosis de cordura. Tal vez logremos algún día, teniendo en cuenta el largo plazo, dominar la naturaleza como sabemos hacerlo tratándose de un hermoso jardín. Pero en espera de que ello ocurra, volvamos a nuestros mosquitos. Desde hace diez años, tengo una casa de campo. Cuando fui al lugar por primera vez había golondrinas, petirrojos y también mosquitos. Ahora ya no hay mosquitos, pero tampoco hay golondrinas, langostas, ni mariposas. Para proteger los cultivos, se los ha regado con pesticidas. Desde un avión. Así, casi se han suprimido los insectos. Pero, si esto continúa los niños no verán nunca más una golondrina, una libélula o una mariposa. ¡Bravo!

 

¿Y si, como conclusión,le pidiéramos una nota de esperanza?

—El auténtico interés por los problemas del medio ambiente en 1988, cuando la revista estadounidense Time dedicó su portada al planeta Tierra, designado “planeta del año” en reemplazo del “hombre del año” mencionado habitualmente. 

Desde el año siguiente, en julio de 1989, las siete grandes potencias industriales han dedicado un tercio del tiempo de sus reuniones a estudiar los problemas ambientales y han reservado estas 23 páginas de su informe. Hubo, posteriormente, una reunión en La Haya y, más adelante, otras. Se advertía, por fin, que el peligro era global y que todo el mundo estaba amenazado.

Una formidable presión de la opinión pública estimulaba esta toma de conciencia de los responsables. La conjugación de ambas fuerzas, en la cumbre y en la base, debería traducirse en un principio de solución. ¡Ahí la tiene su nota de esperanza!

 

Entrevista publicada en Medio ambiente y desarrollo: un pacto planetario, El Correo de la UNESCO, noviembre de 1991