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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

Generación “Greta”

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Manifestación en Bangkok, Tailandia, en apoyo del movimiento mundial estudiantil Fridays for Future a favor del medio ambiente, el 15 de marzo de 2019.

Para las jóvenes generaciones cambiar el mundo significa, ante todo, salvar el planeta. Lo dicen a través de las redes sociales, en las calles o con manifestaciones de desobediencia cívica como huelgas escolares. La amplitud de la movilización de los menores de 25 años está a la altura de la urgencia de la lucha contra el cambio climático.

Anna Turns
Periodista especializada en temas medioambientales basada en Devon, Reino Unido.

Desde el día en que hizo una sentada ante el Parlamento de Suecia y promovió una huelga escolar para sensibilizar a la opinión pública de la crisis climática, Greta Thunberg ha galvanizado a millones de adolescentes de todo el mundo. Para muchos el movimiento juvenil por el clima representa hoy una voz potente y unida que ha encontrado un inmenso eco en el grupo de la Generación Z, los nacidos después de 1995.

Desde enero de 2019, la joven de 15 años Holly Gillibrand, escolarizada en Fort William, se salta las clases de los viernes. “Llamamos a la gente a rebelarse y con esta modalidad de desobediencia civil todo va a cambiar. Tenemos que ser muchos más los jóvenes y los mayores decididos a exigir cambios y rechazar el sistema que ha provocado esta crisis”, señala la joven, activista del movimiento por el clima “Fridays for Future” en Escocia (Reino Unido). ”Nos esforzamos por alcanzar el objetivo de crear otro futuro y eso me da ánimos, aunque me hastíen todos esos adultos que nos alientan a actuar sin que ellos muevan un solo dedo”.

Para actuar, opina Holly, no hay que esperar a que los jóvenes de hoy lleguen a ser los dirigentes del mañana. “Es esencial que la juventud comprenda que el cambio se puede lograr desde ahora mismo: podemos influir en el voto de nuestros padres o conectarnos con otros que tengan las mismas preocupaciones”.

Experiencia colectiva

Para Holly, como para muchos otros jóvenes, la lucha contra el cambio climático es una experiencia colectiva. Participar en huelgas de ámbito mundial les hace sentir que pueden contribuir con su acción a una gran causa que trasciende con mucho a su propia persona. Para Charly Cox, una experta de Oxford, Reino Unido, dedicada a orientar a los jóvenes con empleos tradicionales hacia carreras profesionales “verdes”, estos movimientos ecologistas crean vínculos en la juventud e incrementan las posibilidades de lograr cambios. “El gran enemigo del activismo es el aislamiento, y por eso los jóvenes propenden a agruparse masivamente en las escuelas y universidades para compensar colectivamente sus puntos flacos y actuar juntos”. Convencida de que la aspiración al cambio rebasa el ámbito de las generaciones más jóvenes, agrega: “Todos tenemos expectativas de futuro muy precisas y la pandemia del COVID-19 nos ha dotado de una capacidad de imaginación que antes no poseíamos. Creo que la voz de los activistas está actualmente en fase con un cambio más general”.

El cambio empieza ante todo en el ámbito de la educación. En Reino Unido, una campaña impulsada por estudiantes y alumnos bajo el lema “Teach the Future” [Enseñar el futuro] pide la reestructuración inmediata del sistema educativo para que refleje más la crisis ecológica y la emergencia climática, dispensando a los docentes una formación mejor y más amoldada a las cuestiones medioambientales, acondicionando los edificios escolares para ahorrar energía, y creando planes de estudios que incluyen el cambio climático y formaciones profesionales para adquirir competencias “verdes”.

Crear confianza

Coautor de la obra Climate Crisis for Beginners [La crisis climática para principiantes], Eddie Reynolds ha procurado proporcionar a los niños y a sus educadores instrumentos para comprender el problema del clima, sin tratar de imponer lo que deben hacer. “Subestimamos la capacidad de los niños para entender conceptos y aplicarlos en el plano emocional. Por eso, hemos tratado de hacer más palpables todos los aspectos de la cuestión climática, desde el económico hasta el político, explicando que son el resultado de múltiples decisiones individuales de diferentes personas. Cualquier acto, por mínimo que sea, es importante”, afirma Reynolds, que espera que una obra como la suya suscite nuevos debates sobre el tema.

Por su parte, Sarah Goody, una estudiante de 16 años que vive en San Francisco, Estados Unidos, nos cuenta que encontró su vocación a raíz de un curso sobre la emergencia climática que se impartió en su escuela. Se unió a la huelga y más tarde fundó “Climate NOW” [Clima AHORA], una asociación que tiene por objeto educar y ayudar a los jóvenes a ser autónomos. Sarah ya ha realizado sesiones de sensibilización en más de 70 centros docentes. “Aportamos a los jóvenes instrumentos y recursos, pero sobre todo les inculcamos confianza en sí mismos para que sientan que su voz cuenta, ya que mi generación es la que más va a padecer las consecuencias del cambio climático”.

Sarah está convencida de que ella y sus compañeros conseguirán avanzar. “La Generación Z es la generación de la compasión, la que trata de cambiar el mundo”, recalca. “El futuro va a ser apasionante, podremos reestructurar la sociedad conforme a nuestros ideales y lograr un planeta mejor. ¡Este movimiento puede suscitar tantos cambios!”.

En el plano internacional “Climate Cardinals [Nociones básicas sobre el clima], una plataforma sin fines de lucro dirigida por jóvenes, facilita el acceso a información medioambiental difundiendo traducciones de textos. “Cada día cuenta, pero todo alumno bilingüe motivado ya puede facilitar a los demás el acceso a información fundamental sobre la crisis climática”, explica Cristina C. León, de 17 años, colaboradora voluntaria de esta plataforma. Escolarizada en Lima (Perú), Cristina habla español, inglés y alemán y es plenamente consciente de que la barrera del idioma obstaculiza la difusión universal de los conocimientos científicos. 

Desde que se inauguró la plataforma en la primavera de 2020, más de 8.000 jóvenes voluntarios como ella han traducido textos informativos sobre el clima en un centenar de idiomas, desde el hebreo hasta el urdu. “Con nuestras traducciones proporcionamos a las comunidades más vulnerables medios para que puedan determinar cuáles son sus prioridades en la acción contra el cambio climático. Nuestro objetivo es que todos se informen, cualesquiera que sean su lengua y su grado de instrucción”, agrega.

Audacia y creatividad

Además de la difusión de conocimientos científicos, la lucha contra el cambio climático incluye la voluntad de lograr un mundo más solidario en el que la cultura desempeñe un papel importante. Serayna Solanki, una activista por la justicia climática de 25 años que vive en el Reino Unido, dirige “El huerto de las abuelas”, un programa intergeneracional creativo destinado a las minorías étnicas que está centrado en la naturaleza, el cambio climático y la pérdida medioambiental. “El arte es una fuente formidable de historias y adopta diversas formas en comunidades del mundo entero, desde canciones y tejidos artesanales hasta el lenguaje escrito o el diseño creativos. Es un vector de emociones, una guía hacia la sabiduría y la complejidad”, explica esta joven.

“La fuerza del activismo juvenil radica en que no tiene camuflajes ni ambigüedades verbales. Los jóvenes no tenemos pelos en la lengua porque entendemos lo que pasa: el cambio climático es una consecuencia del capitalismo colonial”, señala. Según ella, la movilización de la Generación Z no ha hecho nada más que empezar. “Si ha abierto los ojos al cambio climático, creo que el siguiente paso va a ser concienciar sobre el hecho de que el problema no se resolverá con soluciones engañosas que no estén basadas en el desarrollo sostenible. Con la confianza necesaria para ser audaces y creativos, todavía queda mucha energía para gastar”.

 

Lecturas complementarias:

Arshak Makichyan, piquetero solitario, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2019
Rebeldes con causa, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2011
No hay otra alternativa, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2011

Zoomers, en sus propias palabrasEl Correo de la UNESCO, abril-junio de 2021

 

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