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Interview

Marco Antonio Ávila de Fundación Chile: “Nos abrimos al mundo a través de la escuela”

10/11/2021
04 - Quality Education

La UNESCO organizó el seminario web Educar sobre el Holocausto y los genocidios en América Latina y el Caribe para promover la Educación para la Ciudadanía Mundial (ECM) como una prioridad de la Agenda Educación 2030. Uno de los participantes del seminario fue el chileno Marco Antonio Ávila, jefe de proyectos de Aprendizaje para el Futuro de la Educación en la Fundación Chile.

Ávila es profesor de Castellano, fue jefe de una Unidad Técnico Pedagógica (UTP) en una escuela y fue director en una institución educativa. Es Magister en Educación con mención en Currículum e Innovaciones Educativas. Posteriormente fue coordinador de Educación Media en el Ministerio de Educación de Chile y en el año 2007 fue distinguido con el Premio a la Excelencia Pedagógica por dicha cartera.

Marco Antonio Ávila participó en el webinario de la UNESCO en la sesión sobre Formación docente para la ciudadanía mundial: la contribución de la educación sobre el Holocausto y las atrocidades masivas. En este contexto, la UNESCO conversó con él sobre los desafíos y oportunidades que tienen los y las docentes en el aula cuando trabajan contenidos sobre acontecimiento violentos en América Latina y cómo este tipo de estrategias contribuye formar pensadores críticos, ciudadanos globales que valoran la dignidad humana y el respeto por la diversidad.

¿Cuáles son los desafíos y oportunidades que tienen los y las docentes para educar sobre los procesos y acontecimientos violentos que caracterizan a gran parte de las historias nacionales en la región y especialmente en Chile?

Creo que hay varias dimensiones que uno a veces olvida en el proceso educativo. Eso está dado por la excesiva exigencia con respecto a la medición, la que a veces da una visión un poco estrecha del currículo, donde se visualiza solamente algunas de las oportunidades que nos ofrece. Esto ha sido muy negativo porque no permite verlo de manera integral. Gran parte de lo que hoy nos convocan a la gran mayoría de las personas que estamos en educación, y yo diría que aún post estallido social en Chile (2019) y post pandemia a nivel mundial, es cómo repensar las dimensiones que a veces no son visibles, como el desarrollo socioemocional o el desarrollo físico y la salud, y, por otra parte, también el desarrollo de las competencias ciudadanas.

Es en la escuela donde se aprende, nos abrimos al mundo a través de la escuela, es ahí que incorporamos esta conciencia con respecto de qué es la democracia, cómo se vive democráticamente, cómo se dialoga, cómo se debate, cómo se participa, cómo se llega a acuerdos y cómo se resuelven los disensos. Por lo tanto, si eso no se visualiza explícitamente en el proceso formativo es difícil que después se logre comprender cómo se resuelven situaciones de violencia, como la xenofobia, los feminicidios, los crímenes y la homofobia. La importancia que tiene la formación de la ciudadanía, ojalá desde que se está en el jardín infantil, en procesos que son colectivos y de construcción comunitaria, es debido a la capacidad que nos brinda para involucrarnos con otros, así como la de levantar una propuesta, exigirla, hacerla ver y participar activamente.

¿Cómo cree usted que la educación sobre el Holocausto y los genocidios puede ayudar a los estudiantes a convertirse en pensadores críticos, ciudadanos globales activos y responsables que valoren la dignidad humana y el respeto por todos?

El estudio de los genocidios y en particular del Holocausto es una oportunidad para que uno tome consciencia de la escalada que significó este y otros actos de violencia, y entender cómo inician de manera progresiva desde procesos que parecen pequeñitos, como el proceso de discriminación, con discursos basados en falsedades y mitos que se van desarrollando gradualmente hasta llegar a la aniquilación de personas. Es progresivo en todos los casos que se pueden estudiar. Lo que sucedió en Alemania, en Armenia o en Guatemala tienen una cuestión en común y es que parten con acciones discriminatorias, con discursos de odio que van en escalada, hasta convertirse en la aniquilación de una población. Es un tremendo recurso la enseñanza de esos fenómenos para comprender cómo uno podría ser víctima de un genocidio o podría ser un victimario en la medida que siente que es distinto, superior a otro y que otros y otras no merecen, por ejemplo, vivir.  

¿Cómo sueña la educación del futuro?

Creo que la educación, al menos en Chile, que tiene un currículo tan extenso que parece inabarcable, nos limita para generar verdaderos procesos de reflexión que puedan ser acompañados por las y los profesores.  Entonces creo en un sueño con más oportunidades para procesos reflexivos, que un estudiante sea capaz de poder enfrentar un desafío, investigar de manera autónoma o mediada por un profesor. Que sea capaz de identificar la información verdadera de la falsa, distinguir buenas fuentes de información, generar una reflexión y comunicarla.

En segundo lugar, sueño con que tuviéramos más elementos de carácter territorial. Chile es un país largo, muy diverso, más hoy gracias a temas como la migración, lo que es tremendamente positivo, porque lo que hace es enriquecer la cultura, especialmente la nuestra, ya que vivíamos tan aislados por la cordillera de los Andes y el desierto. Necesitamos foco en lo territorial, pero también una visión que nos permita comprender que somos parte de un mundo más amplio, más grande, donde están pasando cosas.

Lo tercero, es la consciencia de que los procesos educativos se dan en la medida que generemos interés por aquello de lo que estamos aprendiendo. Los niños a veces nos preguntan ¿para qué nos sirve esto? Tenemos que ser capaces de decirles que hay cosas que van a servir en el momento y otras que serán insumos para una exploración futura, para su riqueza, para su reflexión, para generar interés en otras áreas que no han descubierto aún. Eso implica quitar algunos elementos de presión en el sistema educativo que nos han hecho estrechar nuestro currículo y no visualizar la riqueza y la oportunidad que tenemos.