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La ciencia y la pandemia

Durante la pandemia de COVID-19, los países se dirigieron a sus respectivas comunidades científicas en busca de asesoramiento y soluciones prácticas para combatirla. Muchos gobiernos crearon comités científicos especiales para gestionar la crisis, lo que les permitió percatarse directamente de la ventaja que supone contar con expertos nacionales y locales para el seguimiento y control de la progresión del virus.

La pandemia de COVID-19 ha demostrado el valor que tienen las tecnologías digitales en situaciones de emergencia. Su utilización ha cobrado más peso en el sector de la educación con la enseñanza a distancia, y también en el sector de la salud con la telemedicina, la utilización de drones para la entrega de muestras médicas para pruebas y la detección en aglomeraciones públicas de personas que presentaban una temperatura corporal elevada.

La pandemia de COVID-19 se ha cobrado un alto tributo en el plano humano y en el económico, pero también ha dinamizado los sistemas de producción de conocimientos.

En octubre de 2020, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud informó de que a África le correspondía el 13% de las 1.000 tecnologías nuevas –o ya existentes, pero modificadas – que se habían creado en el mundo para contrarrestar la pandemia, esto es, una cifra muy aproximada a la de la proporción representada por ese continente en el conjunto de la población mundial (14%). Un 58% de esas tecnologías comprendían soluciones digitales como la utilización de robots conversacionales, instrumentos de autodiagnóstico y aplicaciones de rastreo de contactos. Más de un 25% de las soluciones encontradas en África se basaron en la impresión tridimensional (3D) y un 11% en la robótica.

Los gobiernos apoyaron la industria de la biociencia  suscribiendo acuerdos de compra anticipada de vacunas, a fin de facilitar su rápida elaboración. Para responder a la crisis, diversas instituciones de muchos países aceleraron sus procedimientos de autorización de las propuestas de proyectos de investigación. Los gobiernos aprobaron incentivos económicos en beneficio de las pequeñas y medianas empresas (PYME) para que pudieran afrontar las consecuencias de la pandemia.

La crisis provocada por la COVID-19 ha puesto de relieve cuán deseable es la existencia de sólidos vínculos entre el sector público y el privado para la producción de ventiladores pulmonares, mascarillas, medicamentos y vacunas. Las universidades han trabajado conjuntamente con los hospitales y las empresas para fabricar, por ejemplo, ventiladores pulmonares con industriales locales que readaptaron sus cadenas de montaje a este efecto.

La crisis provocada por la COVID-19 dio también lugar a una epidemia de información engañosa que tenía el propósito de fomentar la discordia. Denominada “infodemia” por la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta propagación de noticias falsas ha demostrado cuán esencial es disponer de medios de información independientes, responsables y pluralistas, a fin de garantizar al público el acceso a información fidedigna y basada en la ciencia.

La pandemia de COVID-19 ha transformado radicalmente nuestro modo de vida. Esta crisis podría redefinir de manera imprevisible los procedimientos científicos y la gobernanza de la ciencia. Es probable que influya en la próxima generación de investigadores y en los mecanismos en los que está basada la propia ciencia.

Además de sus repercusiones en la ciencia y la tecnología, la crisis provocada por la COVID-19 ha suscitado interrogantes sobre una serie de cuestiones fundamentales como el papel del Estado en la economía, el restablecimiento de las cadenas de abastecimiento, la organización del trabajo y el valor de la proximidad.

La investigación sobre los virus nuevos o resurgentes se dispara durante las epidemias

Cuando estalló la pandemia de COVID-19 en 2020 y se convirtió en el fenómeno dominante de ese año, se podía esperar que ya hubiera un voluminoso corpus de trabajos de investigación sobre los virus nuevos o resurgentes susceptibles de infectar a los seres humanos. No era así. En 2019 solamente hubo 7.471 publicaciones sobre este tema, y el 35% de ellas fueron obra exclusiva de investigadores de los EE.UU. (Gráfico 2.1). La producción editorial global sobre este vasto tema solamente aumentó un 2% anual entre 2011 y 2019, esto es, más lentamente que el total de las publicaciones científicas globales en su conjunto (3,8% anual)

El aumento de la investigación sobre los virus fue mucho más rápido en los países que a lo largo de ese periodo tuvieron que dirigir sus actividades científicas hacia la lucha contra los brotes de otras enfermedades virales. En el periodo 2014–2015, el brote del virus del Ebola influyó en la producción científica de Liberia y de dos de sus países colindantes, Guinea y Sierra Leona, y lo mismo ocurrió con los brotes a repetición de este virus en la República Democrática del Congo.