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Gran angular

Ciudades de Rusia: de "monoindustriales" a una economía diversificada

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Clima polar, contaminación y aislamiento. En la serie "Días de noche-Noches de día", la fotógrafa rusa Elena Chernyshova trata de descifrar la capacidad de adaptación de los habitantes de Norilsk (Rusia) a las condiciones de vida extremas.

En julio de 2013 corrieron ríos de tinta en la prensa internacional con motivo de la quiebra y posterior recuperación la ciudad estadounidense de Detroit, llamada “Motor City” por haber basado toda su economía en el desarrollo de la industria automovilística. En cambio, se ha hablado menos de las 319 ciudades fábrica, o monoindustriales, que han corrido una suerte parecida en Rusia. ¿Cómo están superando la crisis?

Ivan Nesterov

El 2 de junio de 2009, en el noroeste de Rusia, cuando el mundo estaba sumido en una de las peores crisis financieras de la historia, la autopista federal que une las ciudades de Novaya Ladoga y Vologda fue bloqueada por unos 300 habitantes de la pequeña localidad de Pikaliovo, situada en la provincia de Leningrado, cuya capital es San Petersburgo. El motivo: no habían cobrado su salario desde muchos meses atrás. Las tres industrias de esa localidad que formaban una sola línea de producción habían pasado a manos de tres grupos privados –Basel Cement, Eurocement y PhosAgro– que no se ponían de acuerdo sobre diversas cuestiones, en particular sobre el precio de las materias primas, el volumen de producción y las perspectivas de desarrollo. El desacuerdo fue tal que 4.000 de los 21.000 vecinos de Pikaliovo se quedaron sin empleo.

Fue necesario que Vladimir Putin, primer ministro entonces, interviniera personalmente para solucionar el conflicto. El 4 de junio se desplazó a Pikaliovo y, tras reunir a los propietarios de las fábricas, consiguió que firmaran acuerdos de abastecimiento en materias primas y contratos a largo plazo. Los fondos necesarios para resolver los problemas financieros (el pago de salarios, las deudas con proveedores y transportistas de materias primas) fueron proporcionados por el Banco de Comercio Exterior (VTB) de propiedad estatal. Así fue como, al final, se pudo reanudar la producción.

Sin embargo, es evidente que la intervención personal de un primer ministro o un presidente no puede constituir un modelo duradero de solución de crisis. Sobre todo porque la mayoría de las veces los problemas no estriban fundamentalmente en los desacuerdos entre las empresas privadas, sino más bien en la carencia de mercados para sus productos. En efecto, la transición de Rusia a la economía de mercado en el decenio de 1990 ha acarreado toda una letanía de graves problemas para las ciudades monoindustriales.

El primero de ellos es el desempleo. El porcentaje de personas sin trabajo en ese tipo de ciudades duplica el promedio nacional. Además, estas aglomeraciones urbanas se planificaron para la actividad industrial, sin tener en cuenta el bienestar de la población. De ahí la recurrencia de los problemas que padecen en materia de contaminación, subdesarrollo de infraestructuras, educación y atención médico-sanitaria. Por si fuera poco, muy a menudo están situadas en regiones remotas y sus habitantes se hallan prácticamente secuestrados en ellas debido a los precios exorbitantes del transporte aéreo. Cuando alguien se decide por fin a comprar un pasaje de avión es para no volver nunca más.

Orígenes de las ciudades monoindustriales

Unos 13,2 millones de habitantes, esto es, uno de cada diez rusos, viven y trabajan en una de las 319 ciudades fábrica del país. Al margen de sus diferencias, todas ellas tienen un denominador común: la subsistencia de sus habitantes depende por completo de un solo consorcio o empresa que da trabajo por lo menos a una cuarta parte de la población. Todas esas ciudades se crearon en torno a importantes manufacturas, industrias forestales y yacimientos de oro, hierro, carbón, petróleo, gas, apatitas y otras materias primas. Por ejemplo, en el caso de Pikaliovo en 1935 se crearon la ciudad y su fábrica en los alrededores de una estación de ferrocarril de ese mismo nombre, donde se habían descubierto cinco años antes yacimientos de caliza y arcilla de cemento.

Las primeras ciudades fábrica de Rusia datan del siglo XVIII y se fundaron a raíz de las reformas emprendidas por el zar Pedro el Grande, que fomentó la instalación de manufacturas de paños y de forjas industriales. La segunda fase de rápido crecimiento de estos núcleos urbanos tuvo lugar en el siglo XIX con el desarrollo de las industrias textiles y ligeras. Sin embargo, la inmensa mayoría de las ciudades fábrica se crearon en el decenio de 1930 como resultado de los colosales planes quinquenales de la época de Stalin, centrados principalmente en la industria pesada armamentística.

Hoy en día esas ciudades cuentan con más de 400 grandes industrias privadas, como la Sociedad Siberiana de Carbón y Energía (SUEK), las firmas mineras y metalúrgicas Severstal y Mechel, y la primera empresa mundial de extracción de diamantes, Alrosa. También acogen a empresas estatales como Rostec, fabricante y exportadora de productos industriales de alta tecnología para usos civiles y militares, y Rosatom, la joya de la corona de la industria nuclear rusa, y muchas otras.

Aunque las ciudades fábrica se extienden un poco por doquier en Rusia, su concentración es mayor en Siberia y la región de los Urales. En la provincia de Kemerovo, por ejemplo, hay 24, en la de Sverdlovsk 15 y en el distrito autónomo de Janty-Mansi 14. Algunos de estos núcleos monoindustriales cuentan con menos de mil habitantes, como el pueblo minero de Beringovsky, situado en el extremo oriental de la Federación de Rusia. En cambio, la población de otros se cifra en centenares de miles de habitantes. En Togliatti, capital de la industria automovilística rusa, viven 712.000 personas y en Naberejnye Chelny, sede de las fábricas de camiones KamAZ 517.000. No obstante, la población de la mayoría de las ciudades fábrica –unas 261 localidades en total– no supera los 50.000 habitantes.

Una nueva estrategia

Los problemas que afrontan las ciudades monoindustriales de Rusia constituyen uno de los principales peligros que se ciernen sobre la estabilidad sociopolítica del país.

Tras la crisis de Pikaliovo, la administración estatal estableció un catálogo de esos núcleos urbanos clasificándolos en zonas de tres tipos: a) zona roja, que abarca 94 localidades con una situación socioeconómica especialmente difícil; b) zona amarilla, que comprende 154 ciudades con riesgos de deterioro de esa situación; y c) zona verde, integrada por 71 aglomeraciones con una economía y condiciones sociales estables.

En 2014, el gobierno federal adoptó una estrategia de desarrollo innovadora para esta clase de ciudades, basada esencialmente en la diversificación de su economía, el incremento de las inversiones y la creación de nuevos empleos. Para llevarla a la práctica, recurrió al Banco de Desarrollo de la Federación de Rusia (VEB) que tiene a su cargo la financiación de proyectos de grandes dimensiones a fin de fomentar la creación de infraestructuras, la producción industrial, la actividad social y el potencial tecnológico del país. Asimismo, le encargó a ese banco que estableciera instrumentos financieros susceptibles de facilitar ante todo a las ciudades fábrica de la zona roja una puerta de salida de su crítica situación, para lo cual, el VEB creó un fondo especialmente dedicado al desarrollo de las ciudades fábrica.

Una vez puesta en marcha la nueva estrategia, los equipos de representantes de esas ciudades recibieron una formación en materia de inversiones y creación de empresas. De esa formación se hizo cargo una de las mejores escuelas de comercio de Skolkovo, equivalente ruso del Silicon Valley estadounidense.

El Estado no escatima gastos

Hoy en día, el Fondo de Desarrollo de las ciudades fábrica colabora con equipos mixtos de empresarios y administradores regionales y municipales. La mayoría de las ciudades fábrica han preparado y aprobado programas locales de desarrollo que no sólo toman en cuenta sus propias características territoriales, climáticas, socioeconómicas y productivas, sino que además se han incorporado a los planes estratégicos de desarrollo de sus respectivas regiones.

El Fondo entrega a las regiones el dinero necesario para llevar a cabo los proyectos que han de ser ejecutados por empresas locales o nacionales, en estrecha colaboración con los municipios. También proporciona otros recursos y personal especializado, controla los gastos y difunde las prácticas idóneas. En el bienio 2016-2017 con miras a atraer inversiones, el Fondo firmó 29 acuerdos de financiación conjunta para la construcción y refección de infraestructuras valorados en 14.300 millones de rublos, esto es, unos 217 millones de dólares estadounidenses. Está previsto que en el futuro el Fondo preste apoyo directo a una inversión destinada a las ciudades fábrica por un monto superior a 106.000 millones de rublos, o sea algo más de 1.600 millones de dólares.

En 2016 entró en vigor en toda Rusia el “Programa Prioritario de Desarrollo Integrado para Ciudades Monoindustriales”, cuyo objetivo es crear en nuevos sectores de actividad empresas pequeñas, medianas o individuales que podrían generar unos 230.000 empleos. En Pikaliovo, por ejemplo, se van a crear de aquí a 2030 más de 1.700 empleos en ámbitos tan diversos como el cultivo de productos hortofrutícolas en invernaderos, la confección de ropa deportiva, la fabricación de muebles, etc. En el plan de desarrollo se ha previsto invertir 20.000 millones de rublos (303 millones de dólares) en la diversificación de la economía de la localidad.

Otro privilegio nada desdeñable es la creación de zonas de desarrollo socioeconómico avanzado cuyas empresas gozan de ventajas fiscales sin precedentes. Esas ventajas consisten concretamente en una rebaja de tasas sobre los beneficios y activos, del impuesto sobre bienes raíces y las licencias de minería, y sobre las primas de seguros. A finales de 2018, las ciudades fábrica contaban ya con 63 zonas de ese tipo, en las que había inscritas más de 200 empresas.

Las grandes empresas secundan al Estado

El Estado, sin embargo, no puede resolver por sí solo los problemas de las ciudades monoindustriales. Las grandes empresas han puesto también manos a la obra en la tarea de diversificar la economía. En 2017, la sociedad Nornickel invirtió 2.500 millones de rublos (más de 38 millones de dólares) en una red de conexión con Internet por fibra óptica para la cobertura de Norilsk, situada a unos 300 km al norte del círculo polar ártico. En 2018, la empresa minera Kolmar participó en la inversión realizada para reconstruir el aeropuerto de Neryungri (Yakutia) con vistas al desarrollo del turismo en la región.

Por otra parte, las grandes empresas han comenzado a promover una industria cada vez más respetuosa del medio ambiente. Por ejemplo, en 2008 la firma de petróleo y gas Taneko, con sede en Nijnekamsk (República del Tartaristán), invirtió en la elaboración de un “Proyecto de volumen único de emisiones máximas admisibles de contaminantes”, que ha llegado a ser prácticamente una norma en materia de control de emisiones atmosféricas nocivas. En 2016, Nornickel redujo en un 30% las emisiones generadas por la industria del níquel, la más contaminante de Norilsk, al cerrar su planta de producción más obsoleta. En 2017, en su planta de enriquecimiento de carbón situada en Neryungri, la empresa Mechel instaló colectores para retener el 98% de las emisiones de polvos y gases. Por último, otra empresa carbonera, Kolmar, ha construido plantas de enriquecimiento en circuito cerrado que reciclan y reutilizan el agua usada para el tratamiento de la materia prima.

Se espera que los resultados de todas esas medidas sean palpables hacia 2025. Por el momento, el Fondo de desarrollo va a publicar en el primer semestre de 2019 la lista de las 18 ciudades cuya economía es ya sostenible y que, por lo tanto, dejarán de figurar en el catálogo de ciudades monoindustriales. La primera ciudad candidata a ser borrada del mismo es el antiguo centro siderúrgico de Cherepovets, que cuenta con 318.000 habitantes. En 2017, la ciudad se dotó de un importante polo de producción de fertilizantes sintéticos, creado por PhosAgro. Además se han creado otras 20.000 empresas individuales, que emplean a la cuarta parte de la población activa.

Foto: Elena Chernyshova – fotógrafa

Ivan Nesterov

Periodista y especialista en la movilización de recursos para inversiones en el desarrollo socioeconómico del distrito de Lejano Oriente, Ivan Nesterov (Rusia), se ha dedicado, entre 2008 y 2018 a la promoción del más vasto proyecto de inversiones en ese distrito: el “Plan de Desarrollo Integrado de la República de Sajá (Yakutia)”.