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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Ideas

La moda ética: ¿tendencia superficial o cambio profundo?

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An activist disguised as a Trash Queen promotes “Buy Nothing Day” on Black Friday in Hamburg, Germany, 2016, as part of a Greenpeace campaign to reduce overconsumption.

Empujada por la concienciación de un número cada vez mayor de consumidores, la industria de la moda intenta, con mayor o menor sinceridad, mostrarse más virtuosa y sostenible. Sin embargo, a pesar de las iniciativas orientadas a mejorar el reciclaje, promover el intercambio o fomentar el alquiler de ropa, los progresos logrados por este sector tan contaminante siguen siendo modestos.

Olivia Pinnock

Periodista especializada en moda, residente en Londres, Reino Unido

Todas las tiendas de ropa ofrecen hoy en día  artículos que ostentan las etiquetas “bio”, “vegano” o “reciclado”. Pero, más allá de la voluntad manifiesta de que la moda sea más responsable con el medio ambiente, las medidas reales siguen teniendo un alcance limitado.

Las cifras hablan por sí mismas. Según un informe publicado en agosto de 2020 por Global Fashion Agenda, una organización del sector especializada en el desarrollo sostenible, y el gabinete de asesores McKinsey, si el sector mantiene sus esfuerzos de descarbonización, las emisiones se estabilizarán en un nivel de 2.100 millones de toneladas anuales de aquí a 2030, es decir, un volumen idéntico al de 2018, lo que representaría el 4% de las emisiones totales del mundo.

Algunos países empiezan a tomar iniciativas para reducir la repercusión medioambiental del sector, con un éxito relativo. Por ejemplo, en el Reino Unido, el mayor consumidor de moda de Europa, se inició en 2012 un plan de acción para lograr ropa sostenible, denominado Sustainable Clothing Action Plan. Este programa congregó a 90 marcas británicas que representan cerca del 50% de las ventas de ropa en el país. Esas marcas se fijaron el objetivo de reducir un 35% su huella de carbono en materia de desechos y un 15% la fracción que la ropa representaba sobre el total de la basura doméstica para 2020. Sin embargo, según indica un informe final, las firmas solo lograron reducir un 2,1% su huella de carbono y un 4% la fracción de la ropa desechada en el total de la basura casera.  

La manera de la que fabricamos, consumimos y desechamos los artículos de moda es fundamentalmente aberrante

Sin embargo, los consumidores son cada vez más sensibles a los argumentos éticos, en particular tras la pandemia de COVID-19. El tiempo consagrado a meditar sobre la interconexión del mundo, nuestros valores y la manera en que podríamos construir un futuro mejor, ha reforzado esta tendencia. Según una encuesta mundial realizada entre los lectores de la revista Vogue, el número de personas que afirma tener en cuenta la repercusión medioambiental al adquirir un artículo de moda pasó del 65% en octubre de 2020 al 69% en mayo de 2021.

Si las marcas de moda toman medidas para sanear su actividad, y si la mayoría de sus clientes están dispuestos a apoyarlas, cabe preguntarse por qué el sector no logra despojarse de la reputación de ser una de las industrias más contaminantes del mundo.

La respuesta está en que la manera de la que fabricamos, consumimos y desechamos los artículos de moda es fundamentalmente aberrante.

El impulso gregario y la mejora de la autoestima

El acto de vestirse responde a una necesidad humana esencial, por lo que no resulta  sorprendente que el consumo de ropa haya aumentado al mismo ritmo que el crecimiento demográfico. Pero nuestra relación con la ropa no se resume en absoluto con la satisfacción de dicha necesidad. Nuestro deseo de pertenencia se manifiesta, de hecho, por el deseo de llevar un atuendo similar al de nuestros prójimos; nuestra autoestima y confianza están estrechamente ligadas a la ropa que nos hace sentir bien. E incluso es posible que tratemos de ganarnos el respeto de los demás por medio de las marcas que usamos. El hecho de vestirse también puede ser una forma de expresión personal y de creatividad. Esas son las necesidades que la industria de la moda ha manipulado para vender cada vez más y aumentar de manera exponencial la producción en los últimos decenios.

Los cambios del panorama geopolítico y tecnológico también han impulsado este crecimiento. En las décadas de 1980 y 1990, las firmas de moda occidentales comenzaron a deslocalizar gradualmente la producción hacia el mundo asiático, donde el costo de la mano de obra era más bajo. Como la ropa se abarató, los consumidores empezaron a comprar más y a tolerar calidades inferiores, ya que era más sencillo reemplazar artículos que costaban menos. A partir de los años 2000, Internet permitió que los amantes de la moda pudieran comprar las 24 horas del día en una gama más amplia de tiendas. Por último, la irrupción de las redes sociales hizo posible que las marcas pudieran promover sus artículos 24 horas al día, 7 días a la semana.

El 69% de los consumidores tiene en cuenta la repercusión medioambiental cuando compra un artículo de moda.

Resultado : la producción de ropa se duplicó entre 2000 y 2014, según McKinsey, y el número de prendas que cada persona compraba aumentó un 60% aproximadamente. Cabe añadir que las colecciones empezaron a renovarse más rápidamente. Las grandes marcas, que por lo general presentaban dos colecciones al año, proponen ahora cada semana nuevos modelos. Y, rápidamente, los sitios de venta en línea pueden proponer a los consumidores de la generación Z miles de nuevos productos cada día.

Este aumento vertiginoso de la producción ha acarreado una presión enorme sobre algunos recursos naturales, tales como el algodón, sobre todo en los terrenos y el agua indispensables para su cultivo, y también sobre las energías fósiles para producir el poliéster. Al mismo tiempo, la producción de desechos ha crecido, tanto en la cadena de suministros como al término de la vida útil de los artículos, y las emisiones de carbono se han disparado.

Vaqueros de alquiler

Sin embargo, existe otro método, más virtuoso para replantearnos la manera de la que producimos y consumimos los productos de la industria textil.

Por ejemplo, el reciclaje de ropa es fácil de organizar, siempre que se mejore la infraestructura de recolección de prendas usadas, para transformarlas en ropa nueva. Las marcas que utilizan materiales reciclados disponen por lo general de su propio sistema de acopio de ropa y accesorios. Uno de los más innovadores es el que ha puesto en marcha la empresa MUD Jeans, una firma con sede en los Países Bajos. Su modelo de alquiler permite a los clientes pagar un pantalón vaquero en 12 meses, en mensualidades de 9,95 euros, con lo que la moda de gran calidad, fabricada de manera sostenible, resulta más accesible al usuario. Al cabo de 12 meses, los clientes pueden conservar el vaquero, devolverlo o alquilar otro, lo que les permite satisfacer su deseo de renovar el fondo de armario. Todas las piezas devueltas se reciclan de inmediato y se transforman en nuevos vaqueros, que serán vendidos o alquilados por la marca.

Asimismo, la plataforma comunitaria SPIN, creada por la firma italiana Lablaco, ofrece a los consumidores soluciones para prolongar la vida útil de su ropa. Los clientes pueden intercambiar las prendas, alquilarlas o revenderlas a otras marcas, lo que les permite acceder al guardarropa de personas del mundo entero.

La moda postpandemia

Actualmente la venta de ropa usada experimenta un auténtico auge. Incluso las marcas que tradicionalmente sólo venden artículos nuevos la están adoptando para dar una imagen de sociedades comprometidas, sin dejar de obtener beneficios. La empresa Reflaunt, con sede en Singapur, creó un programa informático que cualquier marca puede vincular a su sitio web: este dispositivo permite que los clientes puedan intercambiar artículos de esa marca que ya no se ponen. Una vez vendida la prenda, los clientes reciben un crédito que pueden usar en la tienda. Entre los clientes de Reflaunt figuran la casa de prêt-à-porter de lujo Balenciaga y la marca sueca de alta gama Cos.

La mayoría de estas ideas no son nuevas. El alquiler de trajes de etiqueta para hombres existe desde hace mucho tiempo y los mercadillos satisfacen a quienes buscan artículos de segunda mano. Pero ahora la tecnología permite una difusión más amplia y sencilla de esas actividades. La participación de personas que cuentan con experiencia en el mundo de la moda las hace más atractivas para un público interesado en cuestiones de estilo.

La etapa de postpandemia no debería afectar únicamente a nuestra forma de vestir: también debería suscitar un replanteamiento profundo de nuestra relación con la moda. El éxito comercial no debería depender de la producción de un volumen cada vez mayor de artículos, y la ropa usada tendría que convertirse en un recurso en vez de ser considerada un simple desecho. Este movimiento entraña también una actitud más responsable y más sobria por parte de los consumidores. Ese es el precio a pagar para lograr una moda más virtuosa y sostenible. 

Lecturas complementarias:

¿A quién beneficia lo “étnico”?, El Correo de la UNESCO, enero-marzo de 2021

Bibi Russell: magia en los dedos, El Correo de la UNESCO, abril-junio de 2018

Alphadi: Por el reconocimiento de la creatividad africana, El Correo de la UNESCO, abril-junio de 2017

La frugalidad: ¿un estilo de vida?, El Correo de la UNESCO, enero de 1998

 

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