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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

Rafael Yuste: “Es preciso actuar antes de que sea demasiado tarde”

En la actualidad, ya sabemos cómo provocar alucinaciones en los ratones manipulando el córtex cerebral. Lo que hoy es posible en el ratón, mañana lo será en el ser humano. Por lo tanto, según el neurobiólogo Rafael Yuste, es urgente adoptar leyes que regulen la explotación de nuestra actividad mental.

Yuste, que preside la Fundación NeuroRights y es profesor en la Universidad de Columbia en Estados Unidos, milita en favor de la protección de nuestros “neuroderechos”.  

Entrevista realizada por Jenny Dare

UNESCO

Su carrera comenzó en Madrid, donde trató a pacientes aquejados de trastornos mentales, en particular de esquizofrenia paranoide. ¿De qué manera esa labor dio origen a su trayectoria en las ciencias neurológicas?

Me destinaron a un hospital donde se trataba los casos más graves. Muchos de ellos eran esquizofrénicos paranoicos y las entrevistas se realizaban en presencia de agentes de seguridad. Me impresionó mucho la inteligencia de esos pacientes. No son personas con capacidades limitadas; son capaces de razonar con tanta precisión como el detective británico Sherlock Holmes, ¡que probablemente también era un esquizofrénico paranoico! Recuerdo una entrevista terrorífica: uno de los pacientes me amenazaba personalmente, a mí y a mi familia. Gracias a mi acento, había adivinado dónde vivía y me dijo: “Voy a ir a tu casa para matar a tu padre”. 

Esas personas están dotadas de cerebros excepcionales, pero es como si en su fuero interno un interruptor estuviera apagado. Utilizan su inteligencia contra sí mismas y contra la sociedad, en vez de mejorar sus vidas y su entorno. Si pudiéramos comprender lo que no funciona en ellas, podríamos accionar ese interruptor para reincorporarlos a nuestro mundo. Pero no podemos porque no comprendemos la esquizofrenia; y no la comprendemos porque tampoco entendemos cómo funciona el cerebro. Esa constatación me hizo reflexionar acerca de mis ambiciones profesionales y me dije que, para obtener resultados concretos en pacientes con enfermedades mentales, tenía que centrarme en comprender mejor los mecanismos cerebrales.

¿Por qué resulta tan difícil comprender cómo funciona el cerebro?

No lo hemos logrado todavía a causa del enorme número de neuronas y la complejidad de sus circuitos. Por eso Santiago Ramón y Cajal, uno de los creadores de las ciencias neurológicas, los comparó hace un siglo con una selva impenetrable en la que numerosos exploradores se han extraviado.

¿En qué medida las investigaciones sobre el cerebro de los ratones que usted realiza actualmente en la Universidad de Columbia contribuyen a mejorar la comprensión del funcionamiento del cerebro humano?

Creo que el camino más corto para hacer realidad el sueño de llegar a comprender las funciones mentales pasa por el córtex cerebral del ratón. El córtex es una zona común a todos los mamíferos y, por eso, su aspecto es similar. Córtex en latín significa “corteza”; el córtex recubre el cerebro como si fuera una corteza. Esa fina capa de tejido genera, como por arte de magia, todo lo que somos: percepciones, pensamientos, recuerdos, emociones; todo deriva de la actividad de esas neuronas. Llevamos 30 años estudiando los circuitos cerebrales de ratones normales y de otros que padecen enfermedades cerebrales, como esquizofrenia, Alzheimer, epilepsia y otras. 

Gracias a esos trabajos, hemos logrado descifrar y manipular la actividad cortical, al punto de poder provocar alucinaciones en los ratones, y hemos conseguido que se comporten como si vieran cosas que no existen en realidad. Científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Estados Unidos, han logrado implantar falsos recuerdos en el cerebro de algunos ratones. Ese experimento plantea el problema de la protección de la vida privada, ya que no se trata solamente de leer el pensamiento -las cosas de las que una persona es consciente- sino de algo aún peor: descifrar la actividad cerebral subconsciente.

Estas investigaciones me han llevado paulatinamente a la convicción -y este es el punto de partida de NeuroRights- de que es preciso proteger el cerebro humano, porque esos métodos pueden modificar las conductas. Ya podemos manipular al ratón como si fuera una marioneta. Y lo que hoy podemos hacer con el ratón, mañana será posible hacerlo con el hombre.

Cualquier tecnología que altere nuestras capacidades cognitivas afectará a nuestra humanidad

La Fundación NeuroRights, que usted preside, sensibiliza a las Naciones Unidas, las empresas tecnológicas y al público en general sobre las implicaciones éticas de las neurotecnologías y la inteligencia artificial. ¿Por qué deberíamos preocuparnos por estos temas?

En 2017, un grupo de 25 interesados nos reunimos en la Universidad de Columbia, en Nueva York, para reflexionar sobre las implicaciones éticas y sociales de las neurotecnologías. Los asistentes representábamos a las Brain Initiatives [iniciativas de neurología] de distintos países: Estados Unidos, China, Japón, República de Corea, Australia, Israel y varios países europeos. También había expertos en el desarrollo de las neurotecnologías, neurocirujanos y médicos en ejercicio, neurólogos, miembros vinculados al sector de la inteligencia artificial y la industria tecnológica, y expertos en la creación de algoritmos, en bioética y en derecho.

Este grupo, que adoptó el nombre de Morningside, propuso los principios éticos que deberían orientar a las neurotecnologías y la inteligencia artificial. El primer principio fue la elaboración de lo que nosotros denominamos “neuroderechos”, los derechos cerebrales. Creemos que se trata de un asunto que afecta a los derechos humanos, ya que en el cerebro radica la actividad mental. Y la mente es lo que nos hace humanos. Cualquier tecnología que altere el tejido donde se generan nuestras capacidades mentales y cognitivas repercutirá sobre el pilar fundamental de la persona, sobre nuestra humanidad. 

En su opinión, ¿qué “neuroderechos” deberían recibir protección prioritaria?

Nuestro derecho a la privacidad mental, para evitar que el contenido de nuestra actividad mental sea descifrado sin nuestro consentimiento. Debemos acometer esta tarea sin más dilación porque las neurotecnologías se desarrollan en el mundo entero, para beneficio de muchos pacientes, pero también porque numerosas empresas tecnológicas y de ciencias del cerebro explotan hoy esos métodos para captar la actividad cerebral y conectarla directamente a un ordenador.

El teléfono inteligente del futuro, en vez de viajar en nuestros bolsillos, se alojará en la cabeza o tal vez sea un chip implantado en nuestro cerebro. Los datos recopilados por esa interfaz cerebro-máquina serán propiedad de la empresa informática, porque no existe ninguna regulación al respecto.

¿Qué podemos hacer para que se vayan poniendo en marcha los marcos jurídicos necesarios para proteger los “neuroderechos” y la vida privada mental, a imagen de las leyes que protegen los derechos humanos?

El objetivo de la Fundación NeuroRights es promover la creación de “neuroderechos” y colaboramos con los países y con Naciones Unidas para examinar esta cuestión. En Nuestra Agenda Común, se abordan los retos que esto plantea en relación con la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Secretario General, António Guterres, ha señalado específicamente que las neurotecnologías van a figurar entre los temas más importantes de los seis próximos años.

También colaboramos con algunos países en términos bilaterales. El mejor ejemplo quizá sea Chile, porque el Senado de esa nación ha apoyado una enmienda constitucional que hace de la integridad cerebral un derecho humano fundamental. Así, una vez que el presidente chileno haya ratificado la enmienda, la Constitución chilena protegerá el cerebro de sus ciudadanos contra las intrusiones no autorizadas con arreglo a la ley. Ésto podrá servir de modelo a otros países para definir los principios éticos aplicables a las neurotecnologías. 

Las neurotecnologías van a generar un nuevo renacimiento histórico.

¿Cree usted que las neurotecnologías y la inteligencia artificial pueden mejorar la sociedad?

Sin duda. En ese aspecto, mi optimismo es total. Creo que las neurotecnologías van a generar un nuevo renacimiento en nuestra historia. Debemos avanzar, en beneficio de esos pacientes que esperan mucho de nosotros. Debemos hacerlo de manera inteligente, con algunos “quitamiedos”. Las tecnologías siempre son neutras, pero pueden utilizarse para el bien o para el mal. Nuestra responsabilidad consiste en velar por que las tecnologías estén al servicio de la humanidad y por que no perjudiquen al progreso.

¿Qué mensaje deberíamos retener de su exposición?

No se trata de ciencia-ficción. Hay que actuar antes de que sea demasiado tarde

Lecturas complementarias:

”Hay que educar a los algoritmos”, El Correo de la UNESCO, octubre-diciembre de 2020

¡El cerebro no es el que piensa!, El Correo de la UNESCO, julio-septiembre de 2018

 

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