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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

Gran angular

La circulación de talentos africanos: ¿una alternativa al éxodo?

En octubre de 2016, un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue portada en la prensa. “Los inmigrantes del África subsahariana en los países de la OCDE podrían aumentar de unos 7 millones en 2013 a 34 millones en 2050”, decía el texto, señalando que “las migraciones de trabajadores jóvenes y educados penalizan en gran manera una región cuyo capital humano ya es de por sí escaso”.
 
Esta hemorragia de talentos del continente, que dura décadas, no puede detenerse por la fuerza. Es necesario integrar cursos en el extranjero en los planes de estudios universitarios africanos y fomentar la emigración de corto plazo, que permite el retorno de los cerebros a su país de origen.

Luc Ngwé

“La fuga de cerebros es particularmente pronunciada en el África subsahariana”, afirma el Informe del FMI “Perspectivas de la Economía Mundial”, publicado en octubre de 2016. “La migración de trabajadores jóvenes e instruidos es una gran desventaja para una región donde el capital humano es ya escaso. La concentración de migrantes entre la población instruida es más alta que en otros países en desarrollo. La migración de trabajadores altamente calificados redunda en un alto costo social, como lo demuestra la partida de médicos y enfermeras de Malawi y Zimbabwe, que puede ser sinónimo de pérdidas de bienestar, además de las puramente económicas”.
 
Esta situación no es nueva. La fuga de cerebros africanos comenzó en la década de 1980.

Años sesenta: migración temporal

Después de las independencias, en los años 1960-1970, las políticas de educación superior de África correspondían a las necesidades de los Estados entonces en construcción, que necesitaban formar sus propias élites. Parte de los universitarios iban a educarse en el extranjero, principalmente en las antiguas colonias y en  países del ex bloque soviético. Los estudiantes recibían becas estatales y debían regresar al país de origen para participar en su desarrollo. Camerún, por ejemplo, obligaba a todos sus becarios a firmar compromisos de diez años. En cuanto a los países del antiguo bloque soviético, estos exigían la salida de los estudiantes  africanos tan pronto como hubieran terminado sus estudios. Además, se les instaba a salir del territorio de acogida por otros medios: dificultades de inserción, trabajos reservados a los nacionales, discriminación, no reconocimiento de antigüedad o categoría laborales, etc.
 
Por otra parte, los nuevos Estados independientes ofrecían puestos de trabajo atractivos a sus graduados y reavivaban constantemente el entusiasmo engendrado por la independencia y el sentimiento de utilidad con lemas elogiosos como: “¡El país os necesita!”.
 
En las dos décadas posteriores a las independencias, la circulación de los cerebros africanos formó parte de la lógica de un movimiento migratorio más grande cuya característica, al menos en su intención, era la de ser temporal.

“African students in Europe find it hard to return to their home country once they have finished their studies,” says Loveline Nguetsa. But not her. She wants to go back to Cameroon when she has her degree in electronics and a Master’s in automation.
“Una vez graduados, los estudiantes africanos en Europa pocas veces se deciden a volver a sus países de origen”, dice la joven camerunesa Loveline Nguetsa. Sin embargo, piensa regresar a su país cuando obtenga su máster en automatización.

Años 1980: la migración como horizonte de vida

Al mismo tiempo, la emigración de competencias desde los países del Sur no desagradaba a los del Norte, que participaban en la pugna por capturar talentos, ya  que enfrentaban dificultades para renovar su fuerza de trabajo. El anunciado envejecimiento de la población, pero también ciertas políticas que limitan la formación
profesional –como el numerus clausus para los médicos en Francia– obligan a estos países a recurrir cada vez más a la mano de obra extranjera.
 
Las profesiones de la salud, la informática, las finanzas y la tecnología permiten una mayor movilidad internacional que las demás. En este sentido, la globalización liberaliza gradualmente los mercados de trabajo nacionales, y esta dinámica económica favorece la equiparación de los estudios y diplomas obtenidos en todo el mundo.
 
Pero si los países africanos “irrumpen” en la globalización a la fuerza, en la medida en que no siempre tienen voz propia, no ocurre lo mismo con las personas. Éstas a veces logran beneficiarse de proyectos educativos que desarrollan perspectivas profesionales y otras oportunidades (de consumo, viajes, etc.) que se les presentan. Dichas situaciones, que se refieren a objetivos de crecimiento personal, no necesariamente cumplen los objetivos generales, las orientaciones y las  prioridades de ciertos países africanos.
 
Dicho esto, las políticas interiores de los países africanos constituyen uno de los factores que, junto con la ecuación demográfica en los países del Norte y la globalización, han transformado la migración temporal de los africanos en una emigración duradera. Se trata pues de una migración sin perspectivas reales ni intención de retorno que no se debe, como ya hemos visto, sólo a factores económicos (empleo, salario, condiciones de trabajo) y/o políticos (persecución,  inseguridad). Se trata de una emigración como horizonte de vida.

La diáspora contemporánea y su potencial

En la actualidad, los países africanos parecen incapaces de frenar la fuga de cerebros. Las estrategias de repatriación a toda costa resultarán ineficaces hasta que  los gobiernos aborden las causas fundamentales de la partida y no se dé prioridad a captar nuevamente los cerebros que actualmente están fuera de sus respectivos países. Una alternativa, por no decir una solución, sería integrar a los cerebros de la diáspora en los planes de estudios universitarios de los países africanos. Dicha circulación de competencias abriría nuevas perspectivas en un momento de la globalización del que los países africanos no pueden abstraerse.
 
Desde hace varios años se han establecido redes académicas y científicas entre los países de origen y los países anfitriones de la diáspora africana. Es el caso de la
Universidad de Montagnes (UDM) en Camerún, que ha forjado relaciones con el Centro Hospitalario Universitario (CHU) de Dijon y la Universidad de París-XIII en Francia, así como con la Universidad de Udine y el Centro de Cardiología de Milán, en Italia. Marruecos moviliza a su diáspora a través de programas como el Foro Internacional de Competencias Marroquíes en el Exterior (FINCOME), que apoya el esfuerzo nacional de investigación científica y tecnológica. En 2009, el Centro Nacional de Investigación Científica y Técnica (CNRST) de Rabat firmó acuerdos con diversas estructuras en el extranjero, en particular con la Asociación de  Programadores Informáticos Marroquíes en Francia (AIMAF) y la Red de Competencias Marroquíes en Alemania. (DMK).
 
La salud es un área que también se beneficia con este tipo de cooperación. Por ejemplo, los farmacéuticos cameruneses establecidos en Bélgica entablaron  relaciones con la Universidad de Duala para ofrecer cursos de preparación en farmacia. A su vez, desde 2010, la Asociación de Médicos Cameruneses en Bélgica (MedCamBel) organiza simposios profesionales y campañas de información, prevención y sensibilización en Camerún.

Migración circular : un nuevo tipo de migración 

En forma paralela, algunos países del Norte favorecen la “movilidad circular”, es decir, la emigración a corto plazo, pues permite a los extranjeros trabajar y especializarse durante unos años antes de regresar a su país. La movilidad circular, apoyada por ejemplo por la Fundación Alemana para la Integración y la Migración, y también, bajo el nombre de Triple Win, la Agencia Alemana de Cooperación Internacional (GIZ) y la Agencia Federal de Empleo, beneficia –gracias a la transferencia de competencias y conocimientos– tanto al país de origen como al país anfitrión. Y por supuesto al principal interesado, que se forma trabajando, establece relaciones profesionales que pueden serle útiles y tiene la posibilidad de ganarse la vida mejor durante su estancia en el extranjero para luego invertir sus ahorros en su país de origen.
 
Estas prácticas de beneficio mutuo entre el país de acogida y el de origen son una realidad en el mundo universitario, particularmente en Estados Unidos y Canadá y, en menor medida, en el Reino Unido y Francia. De hecho, docentes africanos que trabajan en instituciones de educación superior e investigación en estos países están dirigiendo, con el apoyo de éstas, programas de cooperación en sus países de origen. Después de dirigir el Instituto de Estudios Africanos en la Universidad de  Columbia (Nueva York, Estados Unidos), Mahmood Mamdani creó el Instituto de Investigación Social en 2010 en la Universidad de Makerere, en Uganda. Ousmane Kane, titular de la cátedra “Islam and Contemporary Muslim Societies” (El Islam y las sociedades musulmanas contemporáneas) en la Universidad de  Harvard (Boston, Estados Unidos), inició en 2016 un programa de intercambio universitario que beneficia a los estudiantes de Senegal, su país de origen. Hay una larga lista de investigadores y académicos africanos que contribuyen a la regeneración de la educación superior y la investigación en sus países de origen a través
de proyectos de enseñanza, investigación y coedición como estos.
 
La inclusión de las diásporas africanas en el mercado global de conocimientos especializados les ofrece garantías de mantener su competitividad, en lugar de la esclerosis que padecerían de permanecer en sus países de origen, debido a las malas condiciones laborales y a un ambiente no propicio para el crecimiento profesional. Esto es especialmente cierto para los docentes-investigadores, el personal de salud y, más recientemente, para las llamadas profesiones de vanguardia como las correspondientes al ámbito de la informática, las telecomunicaciones, las finanzas o la biotecnología. Tal como señala el informe del FMI, los talentos africanos en fuga “también pueden proponer programas rigurosos de desarrollo profesional y capacitación de cuadros. Al combinar sus capacidades, relaciones y
experiencias con su conocimiento de las perspectivas globales y las costumbres locales, las redes de diásporas de emigrantes pueden contribuir a fortalecer el entorno económico de sus países de origen, a aumentar su eficacia y a desarrollar nuevos mercados”.
 
Si se hace el esfuerzo de convertir la fuga de talentos en una circulación de cerebros, pueden abrirse puertas a nuevas formas de cooperación, a nuevas formas de desarrollo de los países africanos y a nuevas formas de influencia que cobran fuerza en la socialización internacional.
 
Luc Ngwé

Luc Ngwé (Camerún) es investigador y consultor independiente. Autor de una serie de estudios sobre educación superior, enseñó en las Universidades de Duala (Camerún) y Nanterre y Aviñón (Francia).