Identificar y salvaguardar la cultura no se limita a preservar la memoria histórica de una sociedad, sino que también tiene una función social, la cual puede ser la de conducir a la cohesión social, resaltando los valores de la identidad cultural.
Alejandro Alcaraz,
Especialista en Cultura, UNESCO
Alejandra Mariel Vergara Herrera,
Consultora UNESCO
La UNESCO ha definido al Patrimonio Urbano Histórico (PUH) como el resultado de una estratificación histórica de los atributos culturales y naturales más allá de la noción de un “centro histórico” o un “conjunto” para incluir el contexto urbano más amplio y su entorno geográfico de acuerdo con la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico, con inclusión de un glosario de definiciones (UNESCO, 2011). El PUH incluye las prácticas sociales, culturales, los procesos económicos y las dimensiones intangibles del patrimonio en relación con la diversidad y la identidad. Por lo tanto, el PUH es el reflejo de la cultura urbana que manifiesta las identidades, expectativas y visiones de las sociedades a través del tiempo (UNESCO, 2015).
En las últimas décadas, el PUH ha encontrado frente a mayores presiones para su salvaguardia, debido a las mismas dinámicas demográficas y económicas, como la infraestructura no planificada, desarrollos turísticos no controlados, mayor densidad poblacional, por mencionar algunas. Estos fenómenos desgastan la esencia de la identidad cultural y conllevan a problemáticas como la sobreexplotación de este patrimonio por la promoción del turismo, generando desafíos mayores para la capacidad de las comunidades para salvaguardar y transmitir sus prácticas culturales. De igual forma, a los sitios y las expresiones culturales se les atribuyen características más estandarizadas para ser considerados como bienes más atractivos al mercado. También se ha observado que las expresiones culturales minoritarias corren el riesgo de marginación o verse afectadas por las migraciones forzadas de las zonas urbanas a las rurales, creando una pérdida de la memoria de la comunidad, el empobrecimiento cultural y la homogeneización (UNESCO, 2015).
Ante estos retos, la UNESCO lanzó la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico en 2011, con el objetivo de preservar la calidad del entorno en el que viven las personas, mejorando el aprovechamiento sostenible de los espacios urbanos, mediante el reconocimiento de la diversidad social, para un desarrollo social, económico y ambientalmente responsable; para lo cual resulta importante que las intervenciones contemporáneas, derivadas de las transformaciones físicas y sociales, se integren armónicamente con el patrimonio en un entorno histórico.
Lo anterior supone retomar los conocimientos y prácticas tradicionales o adaptar aquellas innovaciones en el contexto social para mejorar las medidas de salvaguardia del patrimonio, mejorar la calidad de vida de las personas, tener una gestión urbana más eficaz, reforzar las capacidades y utilizar las herramientas para impulsar la toma de decisiones y emprender las acciones en aras a un desarrollo sostenible.
Es por ello que, como parte de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, existe uno dedicado a las ciudades, el Objetivo 11. Particularmente, en la Meta 11.4 se establece la importancia de redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural y natural, ya que esto puede funcionar como apoyo a los vínculos económicos sociales y ambientales positivos entre las zonas urbanas, periurbanas y rurales, fortaleciendo así la planificación del desarrollo nacional y regional (Meta 11.a).
Identificar y salvaguardar la cultura no se limita a preservar la memoria histórica de una sociedad, sino que también tiene una función social, la cual puede ser la de conducir a la cohesión social, resaltando los valores de la identidad cultural. Asimismo, permite el intercambio de conocimientos y prácticas entre uno o más individuos de distintos grupos sociales y estimula las sinergias para la construcción de soluciones innovadoras para los problemas que aquejan a los espacios urbanos.
La salvaguardia del PUH puede ser, por ejemplo, una prioridad estratégica para aquellas ciudades históricas o lugares urbanos donde las actividades relacionadas con el patrimonio representan parte importante de los ingresos económicos y la generación del empleo. Esto implica recuperar los valores, la diversidad, la historia, tradiciones y aspiraciones de las comunidades, a través de procesos participativos, donde las personas puedan vincularse con los tomadores de decisiones en la construcción de un mejor presente y futuro (UNESCO, 2011 y 2015).
Para favorecer la comprensión de lo que abarca el PUH en una localidad, es importante reunir a las partes interesadas y que los interlocutores colaboren activamente para describir su situación actual, sus capacidades, sus herramientas y hacia dónde quieren guiar el desarrollo. Por este motivo, la Oficina de la UNESCO en México, a través del Programa de Acompañamiento en la ruta del Tren Maya, implementó seis talleres colectivos del 8 al 16 de noviembre de 2021 en las poblaciones de San Francisco de Campeche, Mérida, Felipe Carrillo Puerto, Xpujil y Palenque, en el sureste mexicano.
Como resultados de los talleres se pudieron identificar aquellos elementos del PUH: centros históricos, barrios tradicionales, poblaciones y comunidades vernáculas, monumentos, arquitectura tradicional y/o vestigios arqueológicos, terrestres o subacuáticos, de atención prioritaria ante la nueva ruta turística.
Por otra parte, favorecieron a reunir a actores clave y estratégicos del sector público, privado y de la sociedad civil para identificar diversas percepciones de lo que consideran vital del PUH, así como las posibles amenazas y oportunidades que tendrán al estar dentro del área de influencia de las estaciones del Tren Maya, en los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
En los talleres, los grupos de trabajo identificaron el conjunto de elementos de diferentes características, que abordan las diversas escalas o componentes de un paisaje cultural y sus interrelaciones con el espacio territorial, el espacio rural, el espacio urbano y el espacio arquitectónico. A partir de ello, fue posible distinguir los valores clave para desarrollar visiones y objetivos compartidos, así como las necesidades locales y actuales del PUH dentro de los territorios, teniendo como resultado un diagnóstico general FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas), propuesto por los actores clave, con componentes seleccionados y filtrados, a partir de de la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico de la UNESCO (2011).
A su vez, se recuperó el análisis prospectivo de las y los participantes, en cuanto a los impactos de la operación del Tren Maya sobre el PUH. Este ejercicio se encaminó a crear puntos de encuentro sobre los cuales trabajar y generar sinergias entre los actores para incentivar la planificación de metas encaminadas a crear un mejor estado de conservación y aprovechamiento del PUH, tanto para las generaciones presentes como futuras.
En estos primeros encuentros se bosquejaron los diversos componentes de valor patrimonial constitutivos y presentes en su extensión territorial y que, en su conjunto, conformarán el Valor Universal Excepcional1 a preservar en el sitio.
Para la gestión y manejo de paisajes culturales se han identificado seis apartados que pretenden aglutinar y ordenar las estrategias generales con que se buscaría enfrentar la problemática visualizada a futuro para la preservación de sus valores culturales. Aunque pueden variar, dependiendo de cada caso, se pueden considerar los siguientes atributos de valor patrimonial: patrimonio medioambiental, patrimonio arqueológico, patrimonio agrario o rural, patrimonio arquitectónico, patrimonio urbano y patrimonio inmaterial.
Gracias a esta información, la UNESCO, a través de su Programa de Acompañamiento al proyecto Tren Maya, continuará con su labor para crear Hojas de Ruta desde los actores clave, para ser un semillero de ideas y acciones encaminadas a salvaguardar el patrimonio, fortalecer el tejido social y los modos de vida tradicionales de los centros urbanos y semiurbanos de la región, así como formular recomendaciones para su conservación y desarrollo sostenible.