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Construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres

De actualidad

Llenar el vacío cultural

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“Vivimos en el silencio VIII”, obra del artista plástico zimbabuense Kudzanai Chiurai, 2017.

Los jóvenes del sur de África son tan talentosos como sus congéneres del resto del mundo. Pero la desaparición de las tradiciones locales y la falta de lugares donde canalizar su creatividad los encierran en un vacío cultural. El consumo de contenidos en Internet no es suficiente: deben poder acceder a las herramientas y recursos adecuados. Se les debe guiar y estimular para que forjen sus propias historias.

Lucy Mushita

El continente africano está repleto de talentosos músicos, escritores, poetas, filósofos, bailarines y otros… Estos artistas y sus creaciones son los vectores por los cuales se transmiten las culturas de una generación a la siguiente. Pero muchos están viviendo o han vivido en el exilio, como el escritor keniano Ngugi wa Thiong’o, el dramaturgo nigeriano Wole Soyinka, el escritor y químico congoleño Emmanuel Dongala, el escritor franco-congoleño Alain Mabanckou y el músico de Zimbabue Thomas Mapfumo, por nombrar solo unos pocos. Algunos de estos exiliados enseñan en prestigiosas universidades extranjeras donde se les valora como lo merecen, mientras que los estudiantes que permanecen en el país se ven privados de sus conocimientos.

Entretanto, la literatura oral tradicional está desapareciendo de nuestra escena cultural. Cuando era joven –en el pequeño pueblo de Rodesia del Sur, ahora Zimbabue, donde crecí en tiempos del apartheid– vi mi identidad y mis necesidades culturales alimentadas por la literatura transmitida por los ancianos a través de las historias que solían contarnos al anochecer.. Combinando teatro, canto y danzas comunitarias, estos “cursos” completaron nuestra educación formal.

Fue en la escuela donde leí los grandes clásicos de la literatura inglesa, francesa y estadounidense. Estaban muy alejados de nuestra realidad cotidiana y desprovistos de cualquier idea que pudiera conducirnos a creer que éramos iguales a los blancos. Pero, a pesar de la censura, estas lecturas me revelaron un universo insospechado, abriéndome a otras culturas, al pensamiento y a la reflexión filosóficos, lo que me condujo a cuestionar el statu quo.

Los jóvenes africanos de hoy saben muy poco de su patrimonio tradicional y prefieren pasar el tiempo consumiendo cine hollywoodiense o jugando en Internet. En lugar de transmitir su propia cultura a sus hijos y nietos e incitarlos a crear sus propias obras artísticas apoyándose en dicho patrimonio, pagan por el entretenimiento importado del exterior. De ello se desprende que nuestra juventud está desconectada tanto de nuestra tradición como de las obras de los autores y pensadores africanos contemporáneos.

Nuestra juventud es tan talentosa como la del resto del mundo. Conocí a muchachas y muchachos que producen la música más bella con los instrumentos más rudimentarios o que realizan excelentes cortometrajes filmando con sus teléfonos móviles y sin haber recibido ninguna formación específica. Sacan gran provecho de los recursos que ofrecen los libros descargables. Lo mismo puede decirse de los artistas visuales, que necesitarían galerías para exhibir su talento. Y también necesitamos políticas de propiedad intelectual para proteger sus respectivas creaciones.

Falta de dinero, ¿realmente?

¿Qué políticas con contenido relevante podrían adoptar los Estados del África austral para llenar este vacío cultural? ¿Cómo ayudar a los jóvenes africanos a pensar, en lugar de regurgitar todo cuanto pasa delante de sus narices? ¿Cómo hacer para que la región rechace los productos tóxicos y proporcione a su creatividad auténtico alimento?

Como siempre, se invocará el argumento financiero y en muchos casos con razón. Pero señalaré que casi todos los países del sur de África están gastando millones en estadios de fútbol y pagando fabulosos salarios a sus futbolistas. Es cierto que se debe alentar el deporte y los estadios son una inversión rentable. Una solución podría ser inventar una estrategia que combine deportes y cultura: los ingresos proporcionados por los deportes podrían emplearse, por ejemplo, en financiar bibliotecas, cines, teatros o conservatorios.

Otro argumento político frecuentemente esgrimido es que toda inversión debería crear empleos. Veamos por ejemplo Hollywood, que emplea a miles o incluso millones de personas, directa o indirectamente, hecho que beneficia económicamente a Estados Unidos, además de permitirle usar su soft power o poder blando. Ahora que la tecnología se ha vuelto accesible, ello nos capacita para forjar nuestras propias historias a través de la literatura, el cine y el arte.

Un éxito africano

La creatividad no tiene por qué ser costosa. La editorial italiana 66thand2nd publicó en 2016 La felicità degli uomini semplici (La felicidad de los hombres sencillos), una colección de relatos de escritores africanos sobre el fútbol continental. Escrito en italiano, vendido a 18 euros, es inaccesible para la mayoría de los africanos. Por el contrario, Neria, un filme de autor que narra el combate de una mujer, con guión de la escritora y cineasta de Zimbabue Tsitsi Dangarembga y realizada por su compatriota Godwin Mawuru en 1993, más accesible, sigue siendo el mayor éxito comercial de la historia del cine zimbabuense

Si bien para alguien de mi generación era casi impensable elegir como profesión la de novelista, la juventud africana de hoy tiene medios y herramientas suficientes para poder hacerlo. Las escritoras y filósofas –como Ken Bugul (Senegal), Kidi Bebey (Francia y Camerún), Nadia Yala Kisukidi (nacida en Bélgica de padre congoleño y madre franco-italiana), Virginia Phiri (Zimbabue), Chimamanda Ngozi Adichie (Nigeria)– empuñaron la pluma y África debe escucharlas y apoyarlas. La imagen de África en el mundo está todavía demasiado impregnada del espíritu colonial. Las voces africanas podrían cambiar esta situación, siempre que cuenten con las plataformas adecuadas.

 

Con este artículo, El Correo se une a la celebración, en el mes de mayo, de la Semana africana en la UNESCO.

Foto: 

Kudzanai Chiurai

Lucy Mushita

Novelista y ensayista, Lucy Mushita nació en Rhodesia del Sur, creció en una aldea durante la era del apartheid. Su novela Chinongwa (publicada en 2008 en Sudáfrica, luego en Francia en 2012 por la editorial Actes Sud) da cuenta de ese período de su vida, antes de que abandonar su país en 1986 para residir en Francia, Estados Unidos y Australia. Actualmente vive en París.