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Espejito, espejito, ¿a fin de cuentas, en quién debo confiar? El futuro en la era del pensamiento conspirativo

Ivana Milojević — 18 de agosto 2020

El espacio LABO Ideas de la iniciativa los Futuros de la Educación se ha concebido para destacar obras académicas y artículos de opinión originales en torno a cuestiones que se están analizando en el marco de dicha iniciativa de la UNESCO. Las ideas y opiniones expresadas en este documento corresponden las de los autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de la UNESCO ni comprometen a la Organización.

ES Milojević - Quote Card - Ideas LAB

La mayoría de las decisiones difíciles exigen elegir entre futuros alternativos. (Hicks y Holden, 1995:14) 

En su ensayo publicado recientemente, Sohail Inayatullah (2020) nos pide que consideremos si estamos conspirando para destruir o para crear futuros mejores. Sostiene que muchos nos hemos perdido recientemente en una habitación de espejos y que los estudios de futuros son en parte cómplices de ello. Los futuristas han desempeñado colectivamente un papel desafiando los sistemas de significado dominantes y pidiendo que se escuchen perspectivas alternativas, abriendo, tal vez, demasiadas puertas. Inayatullah pregunta entonces dónde están los límites de lo permisible y, lo más importante, cómo decidimos, en un contexto de incertidumbre, dónde y cómo anclar.

Se trata de una pregunta muy pertinente en un momento en el que luchamos colectivamente para concebir las mejores estrategias y soluciones a nuestro actual conjunto de incertidumbres, impulsadas, pero no totalmente causadas, por la pandemia de COVID-19. Como los muy distantes ancestros de los futuristas modernos no eran adivinos sino historiadores (Cornish, 1999), tal vez deberíamos consultar primero la historia. De hecho, me recordó mi propia historia no tan lejana y mis esfuerzos por «anclar» en un nuevo entorno.

Después de emigrar de Yugoslavia a Australia en 1994, de repente me di cuenta de que ya no podía hacer una simple compra de un alimento cotidiano. En casa, cuando necesitábamos aceite de cocina, iba a la tienda y compraba aceite. Un tipo. La botella tenía una foto de un girasol. Lo fabricaba una empresa. Muy fácil. En los supermercados australianos, sin embargo, había filas de estantes llenos de diferentes tipos de aceite. Monoinsaturado. Poliinsaturado. Aceite vegetal. Aceite de canola. Aceite de oliva. Aceite de palma. Aceite de salvado de arroz. Aceite de cártamo. Aceite de sésamo. Aceite de coco. Aceite de colza. Y también, afortunadamente, aceite de girasol. Sin embargo, incluso este aceite se presentaba en muchos tamaños, lo elaboraban muchas empresas y tenía diversos precios. Cada empresa afirmaba que su producto era el mejor y utilizaba estrategias de marketing para intentar seducir al comprador potencial. No disponía de parámetros que me ayudaran a decidir. Entonces, ¿cómo podía anclar?

El tema puede parecer trivial, pero lo utilizo como símbolo de un desafío a mayor escala a la hora de tomar decisiones cuando las circunstancias cambian y hay muchas posibilidades. Lo que me hubiera llevado un segundo en el pasado, se convirtió en un proceso más largo en el que tuve que recurrir conscientemente a pensar en un problema que solía resolverse fácilmente mediante una acción automática. De manera similar, la mayoría de las imágenes de futuros en las que se basan nuestras decisiones en el presente son «tácitas, simbólicas y se dan por hecho» (Gough, 1990), es decir, están implícitas y a menudo son subconscientes. Este imaginario tiene un impacto indirecto en nuestro proceso de toma de decisiones y se combina con una multitud de factores para ayudarnos a elegir un curso de acción o inacción. Actuamos continuamente a partir de pensamientos e imágenes sobre el futuro, pero normalmente somos conscientes de ello solo cuando se cuestionan las respuestas automáticas, ya sea por circunstancias externas o procesos deliberadamente diseñados como los utilizados en los talleres de futuros. En palabras del psicólogo y economista Daniel Kahneman (2011) empleamos entonces el «pensamiento lento» a expensas del tipo «rápido». En 1994, eso también fue mi ancla. Dediqué algo de tiempo y energía a determinar qué «aceite» representaba la mejor opción entre muchas. Retrospectivamente, me doy cuenta de que utilicé cuatro recursos principales:

  1. racionalidad instrumental que buscaba el medio más rentable para lograr mi objetivo y comparaba los productos en función de dos variables principales (precio y tamaño de la botella de aceite);

  2. ética que buscaba el producto más acorde con mis valores personales (es decir, consideraciones medioambientales, botella de vidrio frente a plástico, productos de origen y producción locales, uso de pesticidas);

  3. búsqueda de asesoramiento para aprovechar la sabiduría de la comunidad (es decir, amigos y familiares que habían pasado por un proceso similar o tenían conocimientos que yo no tenía); y

  4. una imagen de un futuro deseado que buscaba minimizar la posibilidad de un arrepentimiento futuro (es decir, tomar una decisión equivocada o no óptima o, con carácter más general, sobre la base de una imagen deseada del consumo de alimentos beneficiosos para el organismo).


La elección del anclaje es muy importante en la toma de decisiones. Sabemos por la investigación que normalmente utilizamos varios métodos además de los cuatro que utilicé yo. Incluyen hábitos anteriores, costumbre social, atractivo hacia la autoridad, impulso, intuición, estética, azar y así sucesivamente (Stone, 2012:248). También sabemos por la investigación empírica que nuestras decisiones dependen en gran medida de la información inicial que tenemos o recibimos al evaluar intuitivamente las probabilidades (Kahneman, 2011:119-128). Las decisiones sobre futuros dependen hasta tal punto de anclajes previamente establecidos que el anclaje se ha reconocido como un poderoso sesgo cognitivo (Lieder, 2018). Estos sesgos cognitivos que se derivan del uso por parte de las personas de «estrategias cognitivas rápidas pero falibles» (Lieder, 2018) enmarcan de manera intensa la toma de decisiones. Una vez echada el ancla, «se procede a otros juicios mediante ajustes que se alejan del ancla, y hay un sesgo hacia la interpretación de otra información en torno al ancla» (PON, 2019).

Esto me lleva a los cuatro argumentos clave que expongo en este ensayo:

  1. la forma en la que anclamos es fundamental;

  2. los anclajes cambian, o tienen que cambiar, dependiendo de las nuevas circunstancias;

  3. es preferible elegir nuevos anclajes de manera informada y deliberada, ya que afectan a la toma de decisiones en el futuro de forma automática; y

  4. es preferible que los anclajes en tiempos de «incertidumbre asociada a una abundancia de alternativas» estén en consonancia con la mejor base de conocimientos actual disponible y los futuros preferidos, en lugar de estar en consonancia con el pasado (anclajes anteriores).

Las falacias de futuros como impedimento para nuevas y mejores anclas
En este proceso, es de vital importancia ser conscientes de determinados sesgos que representan obstáculos a nuestra capacidad de tomar decisiones en consonancia con nuestro futuro preferible a largo plazo. He calificado anteriormente estos sesgos como Falacias de Futuros (Milojević, 2020) y he sostenido que, si bien son comunes, son manifestaciones del patrón de pensamiento perjudicial sobre el futuro. Se debe a lo siguiente: 1) es contradictorio directamente con futuros a largo plazo realmente deseados y 2) representan pensamientos y comportamientos contrarios a nuestra mejor evidencia, hechos y lógica existentes, o relevancia para futuros emergentes. Por último, al ser reactivos, debilitantes y contraproducentes, crean barreras para un cambio individual y social positivo. De las diez falacias de futuros identificadas en ese artículo, me centro aquí en una –la falacia de la agencia excesiva– ya que es la falacia que está directamente relacionada con las preguntas planteadas en el artículo de Inayatullah sobre teorías conspirativas. Esta falacia de futuros también es, en términos más generales, pertinente para la toma de decisiones informadas y el anclaje constructivo.

El futuro está determinado en parte por la historia, las estructuras sociales y
realidad, y en parte por la casualidad, la innovación y elección/agencia humana

La falacia de la agencia excesiva
¿Cómo se produce el futuro? Una visión exhaustiva de las obras de investigadores y teóricos sobre futuros revela la visión compartida de que el futuro está determinado en parte por la historia, las estructuras sociales y la realidad, y en parte por la casualidad, la innovación y la elección/agencia humana (Milojević, 2005:17). Es decir, hay un sinfín de causas y condiciones, incluidos hechos aleatorios, especialmente en el ámbito social, que se unen para crear un resultado en particular. En este caso, los anclajes son «posibilidad» y «multiplicidad». La consecuencia de ello es que podemos actuar ahora de una manera que determine los resultados futuros. Otra implicación es que podemos estudiar e investigar la dinámica del cambio para entenderlo mejor y posteriormente tomar decisiones más informadas.

Alternativamente, y esta es una creencia sostenida por muchos en el mundo de la conspiración, nuestro presente colectivo y nuestro futuro global son obra de un individuo (a saber, George Soros, el Papa, Bill Gates) o un grupo bastante reducido de personas (a saber, los Illuminati, los Masones, la ONU). Si se trata de un grupo, suelen reunirse en secreto para perseguir algún objetivo malévolo (Bale, 2007). Por lo general, se sabe que «ellos» comparten una ideología (a saber, globalistas, «grandes farmacéuticas») o una identidad nacional/religiosa/racial común (por ejemplo, judíos). En este caso, el ancla es el «antielitismo». La consecuencia es que somos impotentes. Otro anclaje es el «secretismo», la falta de transparencia del grupo o «lo que no quieren que sepas».

Dependiendo del anclaje que se establezca, la futura toma de decisiones seguirá su lógica interna. Por ejemplo, las investigaciones demuestran que si se cree en una teoría de la conspiración es más probable creer en otra teoría de la conspiración diferente, incluso creer simultáneamente en otras mutuamente incompatibles (por ejemplo, una persona famosa fue asesinada y fingió su propio asesinato) (Van Prooijen y Douglas, 2018: 898). Asimismo, la creencia en una posibilidad crea espacio para que las personas consideren otras posibilidades. Toda la historia, como han sostenido Frederik Polak (1972) y Elise Boulding, puede interpretarse tal vez como «una sucesión de actos de la imaginación, que inspiran posteriormente la acción social en la dirección de lo imaginado» (Boulding, 1988:116). Sin embargo, la clave, en este caso, es también la creencia en la agencia, la multiplicidad y en la importancia de elegir acertadamente nuestros futuros imaginados.

Aun así, ¿cómo podemos determinar qué posibilidad es digna de nuestro tiempo y atención, o cómo escogemos entre las diversas narrativas que nos rodean? Y, tal vez lo más importante, ¿en quién confiamos para influir en nuestro futuro?

No cabe duda, por supuesto, de que la agencia humana dirigida a inducir el futuro es generalizada, incluida la participación en «políticas conspiratorias», es decir, «actividades encubiertas y clandestinas del mundo real» (Bale, 2007). Por ejemplo, en 2001, un grupo de hombres conspiró (en secreto) para perpetrar un ataque terrorista en territorio estadounidense. Sin embargo, la conmoción desencadenada, los efectos en cadena y el abrumador «éxito» de su proyecto (daño causado, impacto global y a largo plazo) ha llevado a pensar que la versión oficial de los hechos esconde algo. Por ejemplo, los estudios revelan que «entre el 30 % y el 40 % ciento de la población [estadounidense] cree que el relato oficial del 11-S es un encubrimiento o que el establishment estadounidense estuvo implicado [de alguna manera] en los ataques» (Byford, 2011: 6). Otro estudio puso de manifiesto que en torno al 20 % de los residentes estadounidenses respaldan la idea de que el cambio climático «es un engaño perpetrado por científicos corruptos que quieren gastar más dinero de los contribuyentes en la investigación climática» (Lewandowski et al., 2013). Si bien Estados Unidos es una de las sociedades que se estudian más a fondo, no es única a la hora de adoptar teorías conspirativas. La creencia de que el futuro es fruto de una fuerza oculta o de un grupo de seres humanos que conspiran a puerta cerrada está muy extendida en el tiempo y el espacio. Por lo tanto, es de vital importancia diferenciar entre «fábulas esencialmente elaboradas aunque puedan perfectamente basarse en atisbos de verdad» y las actividades de grupos políticos reales clandestinos y encubiertos, una característica común de la política (moderna), sostiene Jeffrey Bale (2007:48). En la tabla siguiente se resume la conclusión de Bale sobre lo que diferencia estos dos fenómenos.

Políticas conspiratorias

Teorías conspirativas

Concretas y basadas en pruebas

Afirmaciones estrafalarias, infundadas y grandiosas

Actores humanos reales con diferentes valores, creencias y objetivos políticos

Actores no humanos, sobrenaturales o antihumanos que son la Encarnación del Mal

Centradas en un futuro concreto deseado, desde su punto de vista

Centradas en futuros maniqueos (dualista, lucha entre el bien y el mal) y apocalípticos

«Daños colaterales» de resultados negativos de futuros concretos deseados

Resultados negativos basados en el deseo de corromper sociedades enteras y destruir civilizaciones y culturas enteras

Algunos resultados imprevistos

Cada resultado es consecuencia de una planificación consciente y de una intervención directa

La división interna entre los conspiradores se produce en múltiples líneas (creencias, estrategia, futuro preferido)

Grupo monolítico e infalible en la búsqueda de sus objetivos; existe un grado extraordinario (sobrenatural) de solidaridad interna

Limitada en tiempo (específica) y espacio (local)

Omnipresente: global en su dimensión espacial y continua en su dimensión temporal

Alcance y resultados limitados; diversos niveles de eficacia

Prácticamente omnipotente

Utiliza estrategias específicas

Utiliza todas las técnicas subversivas conocidas por la humanidad

Algunas actividades visibles

«Falacia furtiva»: todo lo que es verdaderamente significativo sucede entre bastidores

Una característica habitual de la política cuya importancia varía en diferentes contextos sociales e históricos

La fuerza motriz de todo cambio histórico y desarrollo

Algún cambio histórico accidental y de significado histórico limitado

Todo sucede como consecuencia de una trama secreta de acuerdo con algún siniestro diseño grandioso

Resultados futuros concretos como consecuencia de imágenes/intereses contrapuestos e influencia del poder por parte de diversas personas/grupos

Un grupo conspirativo altera con éxito el curso de la historia; solo ellos son capaces de controlar nuestro destino

Nuevas pruebas descubiertas ajustan lo conocido

Nuevas pruebas confirman y refuerzan aún más la conspiración inicial

En resumen, ningún grupo o individuo tiene la capacidad de controlar completamente nuestro futuro, independientemente de cuán secretos o poderosos sean. Una conspiración nunca, o casi nunca, culmina de la manera que se pretende, sostuvo Karl Popper en su influyente ensayo de 1972, porque «nada sale exactamente como se pretende» (Popper, 1972: 13). Y, sin embargo, la falacia de una agencia excesiva ha demostrado ser increíblemente resiliente, posiblemente porque cumple determinadas «funciones sociales y necesidades psicológicas» importantes (Bale, 2007: 50). Paradójicamente, mientras relegan la agencia a los demás, las personas reafirman simultáneamente su propia capacidad potencial para controlar el curso del futuro, es decir, mediante la exposición y la acción contra esos actores omnipotentes (imaginados).

Lo que es desalentador no es solo la resiliencia de esta falacia, sino también el hallazgo de que, a lo largo de la historia, las personas asumen esta falacia con mayor intensidad durante «situaciones de crisis sociales impactantes, por ejemplo, en incendios, inundaciones, terremotos, cambios sociales rápidos, violencia y guerras» (McCauley y Jacques, 1979, citado en Van Prooijen y Douglas, 2018: 898). Habida cuenta de que actualmente nos encontramos precisamente en una crisis social tan grave a nivel mundial, es muy probable que la falacia de una agencia excesiva siga estando presente en el futuro. Lamentablemente, las «soluciones» propuestas basadas en este tipo de pensamiento sobre el futuro también pueden dar lugar a resultados perjudiciales para la mayoría de las personas. Los principales resultados perjudiciales pueden incluir la utilización de minorías (políticas, ideológicas, étnicas, religiosas) como chivo expiatorio y la pérdida de oportunidades para abordar de manera constructiva las crisis actuales. Por otra parte, cuando esta falacia se combina con las propias estructuras sociales que configuran los sentimientos de vulnerabilidad de las personas (es decir, ausencia de red de seguridad, ausencia transparencia en su funcionamiento, percepción de injusticia), agravan aún más los sentimientos de impotencia de las personas y hacen que sean más propensas a optar por soluciones políticas concretas que ofrecen certidumbre en términos simplistas (es decir, populismo, extremismo político, fundamentalismo religioso y político). Otros resultados negativos que esta falacia engendra incluyen la alienación de la política convencional (por ejemplo, una disminución de la participación en las elecciones), una disminución del apoyo a políticas importantes, elecciones con malos resultados personales para la salud, las relaciones y la seguridad de las personas, e incluso un aumento de la radicalización y la aparición o el fortalecimiento de tendencias violentas entre algunos grupos extremistas (Van Prooijen y Douglas, 2018).

Afortunadamente, los investigadores también han propuesto dos antídotos frente a esta falacia: 1. Promover el pensamiento analítico y aportar argumentos racionales frente a puntos de vista específicos basados en la conspiración y 2. Intervenciones destinadas a sofocar las emociones negativas, como el miedo, infundiendo «sentimientos de seguridad entre el público», abriendo vías para que las personas experimenten un mayor sentido de control y, al mismo tiempo, proporcionándoles un sentido de esperanza y empoderamiento (Van Prooijen y Douglas, 2018: 905). Por ejemplo, proporcionar ingresos básicos universales y otros programas sólidos de ayuda social. Este último antídoto, especialmente relacionado con generar un sentido de esperanza y empoderamiento, es el que los estudios de futuros y los futuristas han estado proporcionando constantemente. Y aquí es donde se pueden encontrar nuevos y mejores anclajes.

Conclusión
La toma de decisiones es ciertamente difícil cuando nos enfrentamos a una multitud de cambios muy rápidos, cuando los «aceites» disponibles siguen cambiando cada vez que vamos al supermercado. Y, sin embargo, al ser conscientes de algunos patrones comunes de pensamiento perjudicial sobre el futuro podemos reconocerlos y alejarnos de ellos. Reconocer la falacia de futuros de una agencia excesiva puede ayudarnos a alejarnos de ese pensamiento. El siguiente paso consiste, por supuesto, en elegir con cuidado, de manera deliberada y despacio, nuevas y mejores anclas. Estas serán las que, como se sostiene aquí, estén en consonancia con la mejor base de conocimientos actual disponible, así como con mejores futuros para todos.

La doctora Ivana Milojević es investigadora, escritora y educadora con experiencia profesional transdisciplinaria en sociología, educación, estudios sobre género, paz y futuro y directora de Metafuture y Metafuture School. Ha sido profesora en varias universidades y ha llevado a cabo investigaciones, dictado conferencias e impartido talleres para instituciones públicas y académicas, asociaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo. La dirección de contacto de la doctora Milojević es la siguiente: ivana@metafuture.org

 

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Milojević, I. (18 de agosto de 2020) Espejito, espejito, ¿a fin de cuentas, en quién debo confiar? El futuro en la era del pensamiento conspirativo. LABO Ideas de Los futuros de la educación de la UNESCO. Extraído de https://es.unesco.org/futuresofeducation/milojević-espejito-espejito-en-quien-debo-confiar

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Milojević, Ivana. «Espejito, espejito, ¿a fin de cuentas, en quién debo confiar? El futuro en la era del pensamiento conspirativo. LABO Ideas de Los futuros de la educación de la UNESCO. 18 de agosto de 2020, https://es.unesco.org/futuresofeducation/milojević-espejito-espejito-en-quien-debo-confiar

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