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Día Internacional de la Educación 2022: cambiar de rumbo para transformar el aprendizaje

24/01/2022

Ahora que celebramos el cuarto Día Internacional de la Educación, el mundo se encuentra en un momento decisivo. Las desigualdades profundas, el planeta dañado, la polarización creciente y el impacto devastador de la pandemia de COVID-19, nos sitúan ante una disyuntiva generacional: continuar por este camino no sostenible o cambiar radicalmente de rumbo.

Desde hace dos años, la pandemia de COVID-19 ha provocado interrupciones en los sistemas educativos de todo el mundo, afectando con mayor intensidad a los educandos más vulnerables. La pandemia ha incrementado las desigualdades y agravado la crisis educativa preexistente. Las interrupciones detectadas han variado desde ningún cierre de las escuelas en un puñado de países hasta más de un año de cierre en otros. La falta de conectividad y dispositivos excluyó al menos a un tercio de los estudiantes de seguir aprendiendo a distancia.

Hoy, a pesar de la variante Ómicron, las escuelas están abiertas en la mayoría de los países, respaldadas por protocolos de salud y seguridad y programas de vacunación. Pero los costos pueden ser tremendos en términos de pérdida de aprendizaje, salud, bienestar y abandono escolar. Priorizar la educación como bien público es crucial para evitar una catástrofe generacional e impulsar una recuperación sostenible. Para ser más resilientes, equitativos e inclusivos, los sistemas educativos deben transformarse, aprovechando la tecnología para beneficiar a todos los estudiantes y aprovechando las innovaciones y asociaciones catalizadas durante la crisis.

Un nuevo contrato social para la educación

Para transformar el futuro hay que restablecer urgentemente el equilibrio de las relaciones con los demás, con la naturaleza, así como con la tecnología que impregna nuestras vidas, y que ofrece oportunidades sin precedentes, a la vez que genera serias preocupaciones en materia de equidad, inclusión y participación democrática. A pesar de que es esencial para orientar el rumbo hacia un mundo más justo y más sostenible, la educación no ha cumplido con sus promesas con respecto a millones de niños, jóvenes y adultos al exponerlos aún más a la pobreza, la violencia y la explotación. 

El reciente informe mundial de la UNESCO sobre Los futuros de la educación, titulado Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación, hace un llamamiento a una transformación profunda de la educación para reparar las injusticias del pasado y mejorar nuestra capacidad de actuar juntos en aras de un futuro más sostenible y más justo. El informe propone respuestas a tres cuestiones fundamentales: ¿Qué deberíamos seguir haciendo? ¿Qué deberíamos dejar de hacer? ¿Qué debería reinventarse de forma creativa?

Este nuevo contrato social se basa en una concepción reafirmada y, a su vez, ampliada de la educación como derecho del individuo, empresa pública y bien común. Para redefinir nuestras relaciones con los demás, este contrato incita a poner en práctica pedagogías organizadas en torno a la cooperación y la solidaridad que den prioridad a la diversidad y el pluralismo. Asimismo, se requiere de competencias científicas y digitales para luchar contra la propagación de la desinformación y la división que corroe a todas las sociedades. Para redefinir nuestra relación con el planeta, el aprendizaje debe inculcar a los alumnos las mentalidades y las competencias necesarias para aprender a cuidarlo, mediante la educación para el desarrollo sostenible.

El papel que desempeñan los docentes es crucial, pues ocupan el centro de la renovación de la educación. La pandemia nos recordó más que nunca hasta qué punto el papel desempeñado por los docentes no puede ser sustituido. El hecho de proporcionar reconocimiento a los docentes y un apoyo profesional para incitarlos a colaborar e innovar tendrá mucha influencia en los futuros del aprendizaje. Finalmente, debemos redefinir nuestra relación con la tecnología garantizando, en primer lugar, que las herramientas digitales estén al alcance y servicio de todos, comenzando por los más marginados. La transformación digital debe estructurarse en torno a la inclusión y la calidad.

Empoderar a los docentes, reforzar la financiación y proporcionar oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida son condiciones indispensables para crear un nuevo contrato social. Pero colocar a la educación en el centro de la transformación y hacer que sea útil para cada persona requiere de un cambio político y societal que conduzca al resfuerzo de las funciones públicas de la educación como empresa común. Esto requiere de un amplio movimiento que una a los gobiernos, la sociedad civil, los docentes, los educandos y los jóvenes, con miras a movilizar nuestra inteligencia colectiva para repensar juntos nuestros futuros, basándonos en actos valientes, creativos, de interés para los demás y de resiliencia, capaces de sembrar las semillas de la esperanza.