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Océanos: ¡cambio de rumbo!

El calentamiento del clima, la acidificación, la contaminación y la pesca excesiva amenazan a los ecosistemas marinos. Este deterioro, que comenzó a principios de la era industrial, no ha dejado de acelerarse y pone en peligro la supervivencia misma del planeta. Al proclamar el Decenio de las Ciencias Oceánicas (2021-2030), las Naciones Unidas se han propuesto potenciar los esfuerzos de investigación y reforzar la colaboración científica internacional, a fin de alcanzar una comprensión más cabal del complejo universo oceánico, y hallar métodos para explotar sus recursos de manera más sostenible. Porque la tarea es urgente: el 66% del medio marino ya ha sido alterado gravemente por la actividad humana.

Agnès Bardon
UNESCO

La espuma de plásticos que se forma en la superficie del océano, incluso en lugares alejados de la costa, es el síntoma más espectacular del mal estado de salud del medio marino, pero solo constituye uno de sus muchos indicadores. Un estudio tras otro, el diagnóstico se va precisando: los océanos, que cubren el 71% de la superficie del planeta, se recalientan, se empobrecen y se acidifican. De lo que se trata hoy no es ya de saber si esos fenómenos auguran trastornos importantes, sino de saber a qué ritmo estos acontecerán. El reto es considerable. Está en juego la supervivencia de unos 3.000 millones de personas que dependen directamente del mar para satisfacer sus necesidades. En sentido más amplio, está en juego también el futuro mismo del planeta.     

Porque los océanos, que producen parte del oxígeno que respiramos, funcionan como auténticos pulmones de la Tierra. Y al absorber la mayor parte del calor adicional que generan las emisiones de gases de efecto invernadero liberadas desde el inicio de la era industrial, los océanos desempeñan también una función esencial en la regulación del clima.

Proliferación de « zonas muertas »

Según las cifras publicadas en 2019 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en su Informe especial sobre los océanos y la criosfera en un clima cambiante, el ritmo de recalentamiento del océano se ha duplicado con creces desde 1993, en relación a los 25 años precedentes.

Además, mientras más caliente está el agua, menos oxígeno puede disolverse en ella. Agravado por la contaminación agrícola, el fenómeno se traduce en una multiplicación de « zonas muertas », esas áreas del océano privadas de oxígeno donde han desaparecido las especies marinas. En alta mar, esas zonas se han multiplicado por cuatro en 50 años. Resultado: los organismos vivos capaces de desplazarse tienden a emigrar hacia los polos. Los que carecen de esa posibilidad, como los corales, están condenados a padecer las consecuencias del estrés térmico y a deteriorarse. Un océano que se calienta se traduce también por un mayor volumen de vapor de agua, la modificación del ciclo de las nubes y la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías o las lluvias torrenciales.

El ritmo de recalentamiento del océano se ha duplicado con creces desde 1993

El recalentamiento se encuentra también en el origen de la dilatación térmica del agua, que causa la elevación del nivel del mar, alimentada además por el deshielo de los glaciares. Según la hipótesis más optimista del IPCC, la subida del nivel del mar podría alcanzar los 59 centímetros de aquí a finales de siglo. Ese incremento constituye una amenaza directa para 65 millones de personas que viven en pequeños Estados insulares en desarrollo y para unos 680 millones de seres humanos que residen en zonas situadas a menos de 10 metros de altitud.

Al absorber casi la tercera parte del dióxido de carbono que el ser humano produce, los océanos hicieron que la atmósfera siguiera siendo respirable, pero a costa de modificar la composición química del agua. Los organismos marinos dotados de conchas calcáreas, en particular los que forman el plancton -la fauna que está en la base de la cadena alimentaria- se encuentran ahora fragilizados por el aumento de la acidez del agua.

Los ecosistemas marinos tienen que pagar un alto precio por este fenómeno. El 66% de ellos ya están « gravemente afectados » por las actividades humanas, según explica el informe de 2019 de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Hasta ahora se calcula que la mitad de la superficie de los arrecifes de coral ha desaparecido desde 1870 y algunos ecosistemas cruciales, como los manglares, se han visto reducidos a menos del 25% de su extensión original. 

Un mundo inexplorado

En la actualidad, esta situación ya es bastante conocida. Pero lo que se conoce menos son los efectos cumulativos sobre el estado de los océanos de todos los fenómenos causados por las actividades humanas. Todavía falta mucho por descubrir en ese mundo sumergido, del que apenas se ha explorado un 5%. Precisamente a eso se dedican las ciencias del océano: a descifrar el universo complejo que forman los ecosistemas marinos y sus interacciones con la atmósfera. 

Al combinar disciplinas como la física, la biología, la química, la geología, la hidrografía, las ciencias de la salud, la ingeniería o incluso las ciencias sociales, las ciencias oceanográficas también son esenciales para establecer una gestión razonable de los recursos marinos, lo que constituye uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por las Naciones Unidas en el marco de la Agenda 2030: « Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos » (Objetivo 14).

Pero la exploración del océano requiere barcos de investigación, explotación de imágenes obtenidas por satélite y uso de robots submarinos. Esas tecnologías exigen inversiones considerables. Sin embargo, según el Informe Mundial sobre las Ciencias Oceánicas elaborado por la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO (COI), los fondos dedicados a las ciencias del océano representan una media de apenas el 1,7% de los presupuestos nacionales de investigación, en proporciones que varían del 0,03% al 11,8%.

El Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible que está a punto de comenzar (2021-2030) se propone sobre todo alertar sobre la necesidad de reforzar y diversificar las fuentes de financiación de estas disciplinas. La iniciativa pretende además facilitar la colaboración internacional en lo tocante al estudio de los océanos, detectar las deficiencias existentes en los programas científicos y coordinar las actividades de investigación, planificación del espacio marítimo y reducción de los riesgos marinos, con el fin de mejorar la gestión de los recursos del océano y las zonas costeras. 

Porque los medios de actuación existen. Los esfuerzos encaminados a la conservación, cuando se completan con éxito, producen frutos. Especies amenazadas, como la ballena de aleta o la ballena gris, han visto aumentar sus poblaciones gracias a la prohibición internacional de pesca comercial de la ballena y la reducción de las capturas. Sobre la base de los conocimientos científicos e inspirándose en los saberes autóctonos, todavía es posible cambiar nuestras prácticas para cuidar los recursos y mejorar la resiliencia del medio marino, en particular reglamentando la pesca y creando zonas marinas protegidas. A condición también de que frenemos la mecánica destructiva del recalentamiento del clima. Ese es el precio que hay que pagar por un futuro viable para nuestros océanos y, por lo tanto, para el planeta.

Los esfuerzos encaminados a la conservación, cuando se completan con éxito, producen frutos
Océanos: ¡cambio de rumbo!
UNESCO
Enero-Marzo 2021
UNESCO
0000375277