Idea

Diébédo Francis Kéré: “Trabajo con la naturaleza, no en su contra”

Primer africano galardonado con el Premio Pritzker, la máxima distinción en arquitectura, Diébédo Francis Kéré privilegia los saberes y los materiales locales para concebir construcciones elegantes, respetuosas con el medio ambiente y coherentes con el entorno. Su enfoque participativo le permite integrar a los habitantes a partir de las primeras fases del proyecto con el fin de crear estructuras adaptadas a las necesidades de la población.
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Entrevista realizada por Laetitia Kaci

UNESCO

Usted nació en la aldea de Gando, en el centro-este de Burkina Faso. ¿Cómo llegó a ser arquitecto?  

Desde que estaba en la escuela primaria, tenía ganas de mejorar las aulas de Burkina Faso. En mi época de estudiante, sufríamos por el calor, el hacinamiento y la escasa iluminación. Fue el deseo de ofrecer a las generaciones futuras mejores condiciones de aprendizaje lo que me llevó a emprender la carrera de arquitectura.

Estudié en la Universidad Técnica de Berlín y luego adapté lo que había aprendido al contexto en el que quería construir. Mis profesores me animaron a desarrollar métodos de construcción tradicionales y a utilizar materiales locales. Gracias a ellos, comprendí que no se trataba solamente de una cuestión de interés o de gusto personal, sino que podía hacer una contribución significativa a la arquitectura en general. 

Uno de sus primeros proyectos fue la escuela de Gando, que usted decidió construir con tierra cruda en vez de usar cemento u hormigón. ¿A qué se debió esa decisión?

Me considero un oportunista de los materiales: trabajo con lo que está a mano y lo que tiene sentido en el lugar donde construyo. Puede ser hormigón, si el contexto lo justifica. Creo que, sobre todo, hay que usar materiales que la gente del lugar sepa utilizar con el fin de que el mantenimiento de los edificios pueda correr a cargo de profesionales de la zona y se lleve a cabo con un mínimo de esfuerzo. Apliqué este principio en sitios no tenidos en cuenta por la arquitectura contemporánea y eso me permite aplicarlo en otros contextos ahora.

Trabajo con lo que está a mano y lo que tiene sentido en el lugar donde construyo

Usted decidió asociar la población a ese proyecto y a todos los que siguieron ¿A qué se debe esta exigencia?

Dediqué mucho tiempo a conversar sobre el asunto y me esforcé por que los vecinos de Gando se sintieran vinculados al proyecto. Mi enfoque era totalmente novedoso. Les propuse que construyéramos con un material conocido, pero poco valorado, y les expliqué que en la universidad me había formado en esas técnicas, que en África se aprenden habitualmente por transmisión generacional.  

Para convencerlos, les expuse mis ideas haciendo experimentos con ellos para demostrarles que eran viables. Esa experiencia me enseñó varias cosas. La primera tiene que ver con la selección de materiales. Cuando los recursos son escasos, hay que dejar de lamentarse y de decir “¡no podremos hacerlo!” o “¡tendremos que importar los materiales!”. Me gusta la idea de que la escasez de recursos sea más bien un motor para la innovación.  

La otra lección es que hay que tomarse el tiempo de convencer. La confianza no se forja únicamente con explicaciones racionales, sino que nace de la inclusión y de la participación. Este método permite además encontrar soluciones que nadie habría previsto si hubiera examinado el problema a distancia, sin incluir a la población interesada. 

¿Cómo se logra insuflar vida a un edificio?

En la medida de lo posible, trato de colaborar con la naturaleza y no ir contra ella, lo que da ya una cierta idea del espacio. Lo hacemos, sobre todo, rodeandonos de materiales relacionados con la naturaleza y esforzándonos por dar a los ámbitos domésticos un carácter multifuncional, creando espacios en los que la gente se siente cómoda y donde le guste pasar el tiempo.

¿Cuál es el nexo entre la arquitectura y la igualdad social?

La gente y el mundo en que vivimos son el punto de salida y de llegada de mi trabajo. Si nadie necesita un edificio, ¿por qué vamos a construirlo? Y si nadie utiliza lo que yo he construido, ¿de qué sirve? Un espacio solo existe realmente cuando se usa, de lo contrario pierde su sentido. Esto no significa que la arquitectura renuncie a crear obras extraordinarias y a ampliar sus límites, o a probar nuevas ideas y conceptos, pero para que una obra sea duradera, es necesario que las personas sientan ganas de vivir en ella. Al menos, eso es lo que trato de lograr cuando construyo algo. 

Usted aboga por “ciudades coherentes y pacíficas”. ¿Qué significa eso?

A mi entender, ese concepto habla de ciudades que pertenecen a quienes viven en ellas, concebidas para esas personas. Mientras más acogedoras sean las ciudades, gracias a espacios que invitan a descansar y a juntarse, más apacibles serán sus vecinos. Es un desafío inmenso, pero hay que afrontarlo, tanto si nos gusta como si no. 

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Aula de la escuela primaria de Gando, en Burkina Faso, primer edificio concebido por Francis Kéré.

Las construcciones que usted ha creado se distinguen por el bajo consumo de energía y por la utilización de materiales del lugar que resisten al calor. En un contexto marcado por el calentamiento climático, ¿cómo es posible que esas prácticas no hayan encontrado mayor difusión?

Para mi se trata de un aspecto tan indisociable de la arquitectura, que figura de manera natural en el centro de mis creaciones. Lo importante es que constituya un punto de vista global y que uno no se limite a sumarse a la última moda o a fingir que aborda ese problema sin tener en cuenta su inmensa complejidad.  

Usted es el primer arquitecto africano galardonado con el Premio Pritzker, la máxima distinción de su profesión. ¿Cómo lo interpreta?

Para mí fue una enorme sorpresa y, aunque han pasado varios meses desde el anuncio, todavía me cuesta darme cuenta. El premio me ha permitido llegar a una audiencia mucho más extensa y lo he recibido a la vez como una oportunidad y una responsabilidad.

¿Cómo ve usted el porvenir de la arquitectura ecológica?

No puedo responder solo a esa pregunta, porque eso supondría que los expertos de todo el mundo actúan teniendo en cuenta el carácter limitado de nuestros recursos. Lo que sí veo es una generación que entiende que un diseño de calidad y una arquitectura respetuosa con el medio ambiente no se excluyen, sino que, al contrario, se pueden enriquecer mutuamente. Esa simbiosis puede arrojar resultados sorprendentes.

Un diseño de calidad y una arquitectura respetuosa con el medio ambiente no se excluyen mutuamente

Usted ha diseñado edificios en su país, pero también en Kenya, Malí, Estados Unidos, Europa, China… ¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Acabamos de inaugurar el Área de Juegos Comunitaria de Kamwokya en Kampala, en Uganda, un proyecto que refleja todas las características de mi obra. Al mismo tiempo, seguimos construyendo la sede de la Asamblea Nacional de Benin y tenemos otros trabajos en curso para desarrollar infraestructuras educativas en Burkina Faso.

Además, vamos a ejecutar otros proyectos en Alemania, Portugal y Togo. Nos sentimos muy agradecidos por la oportunidad de seguir experimentando y de poder aportar nuestro enfoque a nuevos lugares.