Idea

El paisaje sonoro de la naturaleza

Las aves no son los únicos animales que componen la banda sonora del planeta. Numerosas especies usan sonidos para comunicarse, desplazarse o buscar alimento. Desde hace algunos años, una nueva disciplina científica, la ecología del paisaje sonoro, permite comprender mejor y medir este universo acústico, así como evaluar el grado de deterioro de la biodiversidad.
La nature sur écoute

Bryan C. Pijanowski
Profesor del Departamento de Recursos Naturales y Forestales de la Universidad de Purdue en Indiana (Estados Unidos) y director del Centro Mundial de Paisajes Sonoros

En la naturaleza, el sonido está en todas partes. Los animales, en particular los pájaros, emiten cantos específicos para cortejar a una pareja, alertar a otras aves o marcar su territorio. Insectos como los grillos, las cigarras o los saltamontes están presentes en prácticamente todos los ecosistemas y sus sonidos característicos reflejan por lo general el “ritmo” de un lugar. Los anfibios también contribuyen a marcar el ritmo de la naturaleza, a veces de manera ensordecedora cuando se juntan muchos individuos.

Incluso los peces y otros animales acuáticos utilizan el sonido para detectar la presencia de sus congéneres o para desplazarse. Esos mecanismos sonoros permiten, por ejemplo, que muchos alevines y crustáceos pequeños se orienten hacia los recursos disponibles en los arrecifes de coral. En tierra, numerosas especies de aves que viven en los bosques tropicales húmedos utilizan los diversos tonos sonoros de un río para localizar los nidos que han construido junto a la corriente.  

Hoy en día sabemos que los sonidos biológicos nocturnos son más frecuentes y complejos de lo que suponíamos. Numerosos animales terrestres y marinos se mantienen activos durante la noche, de modo que el sonido es un medio importante de percibir los cambios en el contexto natural, comunicarse con otros animales y buscar alimento. De ahí que los animales nocturnos den prioridad a los sonidos y a los olores.

La ecolocalización de los murciélagos

Los seres humanos solamente percibimos algunos de los sonidos que pueblan nuestro entorno, sin embargo, las frecuencias situadas por encima del umbral auditivo humano, los ultrasonidos, constituyen el ámbito sonoro de muchos animales. Los científicos descubren sin cesar especies que se comunican a través de este espacio sonoro, sobre todo insectos y ranas tropicales.

La ecolocalización de los murciélagos mediante los ultrasonidos es un fenómeno conocido. Estos animales emiten señales acústicas para localizar determinados objetos, como por ejemplo los mosquitos que vuelan alrededor, y estas señales les permiten, además, precisar la distancia que les separa de dicho objeto. 

Los sonidos situados por debajo del umbral de audición humana se denominan infrasonidos. Numerosos animales de gran tamaño, como los elefantes, los hipopótamos, los rinocerontes y las ballenas, así como los pulpos y los calamares, se comunican a través de este espacio sonoro. Otras especies de menor tamaño, como las palomas, las aves de corral y los peces, también emplean los infrasonidos.

Se estima que, de todas las especies actuales, probablemente más de la mitad de ellas recurren a alguna modalidad acústica para emitir sonidos o para percibir las variaciones del medio ambiente.

Sensores acústicos

¿Por qué estas informaciones son tan importantes? En nuestra condición de científicos, tratamos de medir la crisis actual de la biodiversidad y evaluar el grado de desaparición de las diversas especies. Esta misión es muy delicada, ya que es difícil observar a los animales y tenemos que recoger datos en lugares de difícil acceso como bosques tropicales densos o desiertos, tanto por el día como por la noche, y durante periodos prolongados.

Pero, gracias a los recientes adelantos tecnológicos, ahora podemos instalar sensores acústicos que pueden registrar los ultrasonidos y los infrasonidos y que están diseñados para operar de manera continua durante largos periodos en zonas extensas, desiertos y selvas tropicales y, especialmente, en puntos importantes de biodiversidad como los arrecifes de coral. Esta tecnología permite a los científicos dar seguimiento a la actividad y la biodiversidad animal, y establecer un inventario de sonidos biológicos. Los programas de inteligencia artificial se usan para extraer e identificar los sonidos presentes en esas grabaciones digitales complejas, y los científicos pueden “enseñar” a los ordenadores a identificar la fuente de un sonido específico, lo que luego permite elaborar un inventario de las especies que viven en cada lugar. 

Los sensores acústicos permiten dar seguimiento a la biodiversidad animal en lugares remotos

Mis investigaciones abarcan un nuevo ámbito científico denominado ecología del paisaje sonoro. Se trata de estudiar los sonidos que emiten los animales para evaluar las variaciones de la biodiversidad animal y generar archivos de biomas -los conjuntos de ecosistemas característicos de una zona biogeográfica determinada- en los lugares más remotos. En el marco de esta “misión de grabación de la Tierra”, se han repertoriado hasta ahora 29 de los 32 principales biomas terrestres y acuáticos del planeta.

Enregistrement de paysages sonores en Mongolie.
Grabación de paisajes sonoros en Mongolia.

La diversidad sonora de los bosques

Los descubrimientos de los ecologistas del paisaje sonoro revolucionan nuestra comprensión de las tendencias actuales en materia de biodiversidad. Los sonidos de un bosque antiguo, por ejemplo, suelen ser más variados porque la masa forestal acoge a una mayor diversidad de animales: aves, insectos, mamíferos y anfibios. En el Medio Oeste de los Estados Unidos, varios estudios que se realizan actualmente sobre los paisajes sonoros ponen de manifiesto que la mayor diversidad acústica del reino animal se observa a finales del verano, tras la aparición de numerosos insectos cuya actividad sonora se mezcla con el canto de las aves y las ranas, presentes desde la primavera. En cambio, la diversidad acústica de los bosques jóvenes es mucho menor y los paisajes en los que predomina la producción agroalimentaria humana están desprovistos de sonidos biológicos, en particular durante la noche.

Los paisajes en los que predomina la producción agroalimentaria están desprovistos de sonidos biológicos

Con frecuencia me contratan para recoger lo que un investigador científico denomina información sobre la ”situación de referencia”. Se trata de viajar a los lugares menos afectados por la actividad humana e instalar un conjunto de sensores que permitan captar y analizar los sonidos de los bosques pluviales paleotropicales, las “selvas vírgenes”. Por lo general, tardamos un año en encontrar un lugar así y un colega con quien colaborar, y el desplazamiento hasta el punto escogido puede ser largo y difícil. 

Para llegar a la provincia oriental de Brunei, por ejemplo, en la isla de Borneo, tuvimos que viajar en avión, camión, barco y a pie durante varios días ¡La diversidad acústica del lugar es asombrosa! Casi un centenar de especies de ranas, más de 390 especies de aves y docenas de especies de cigarras conforman una diversidad biológica tan densa y compleja que algunas especies, como la cigarra de las seis de la tarde, deben escoger el momento preciso del día para cantar. Esos “nichos acústicos” tan estrechos indican que muchas especies deben buscar medios originales para comunicarse con sus congéneres.  

En consecuencia, los paisajes sonoros varían considerablemente en función del lugar y el momento. Los sonidos de Borneo son muy antiguos: las masas terrestres del subcontinente apenas se han desplazado en los últimos 300 millones de años, lo que les confiere un carácter “prehistórico”. Esos paisajes sonoros permiten que los investigadores se planteen la siguiente pregunta: “¿Cuáles son las lagunas acústicas y qué tipo de animal, en función de su tamaño, podría estar ausente de esta biofonía?”. La combinación de la ciencia ecológica y la tecnología les ayuda a encontrar respuestas.

Conciertos de ranas

El hecho de visitar y “escuchar” esos lugares remotos me ha causado una auténtica “fascinación por la naturaleza”. Tomemos, por ejemplo, la estación de investigación de Borneo donde llevé a cabo mi proyecto de formación. En un parque turístico aledaño había una torre de observación de 90 metros de altura y sentí el impulso de escuchar los ruidos del bosque desde ese punto elevado.    

¡La experiencia me dejó estupefacto! Al anochecer, es posible oír el griterío de los gibones en el valle, seguido de un concierto de diversas especies, con un coro de ranas tropicales en primer plano, y después un largo recital de grillos. De vez en cuando me llegaban los ultrasonidos de los murciélagos. Curiosamente, esos paisajes sonoros me parecían familiares, porque se parecían mucho a los que había escuchado en las zonas húmedas de Michigan. La parte superior de un bosque tropical alberga el mismo tipo de animales que una zona húmeda del Medio Oeste estadounidense: insectos, ranas y algunos pájaros nocturnos. 

Desde hace mucho tiempo, los pueblos indígenas utilizan el sonido para comprender las variaciones del medio ambiente, pero también para vincularse con la naturaleza y el más allá. Los sonidos de la naturaleza están a menudo inextricablemente ligados al mundo espiritual. En Mongolia, colaboro con investigadores de ciencias sociales y humanidades para estudiar los cantos y las prácticas sonoras de los pastores nómadas que reproducen los sonidos del cuco, el ruido del hielo que se quiebra o el rumor de los arroyos, para entonar alabanzas a la naturaleza. A fin de comprender mejor lo que los sonidos representan, le pregunté a un pastor mongol cuáles serían, en su opinión, las consecuencias de la desaparición de esos sonidos del mundo natural que lo rodea. Su respuesta fue inmediata: “Dejaríamos de ser humanos”.