Idea

Yanick Lahens: “Haití se cuestiona la modernidad, señalando sus contradicciones y límites”

Figura importante de la escena literaria haitiana, Yanick Lahens nos habla de su obra, empapada de la cultura popular y viva de su país y alejada de tópicos miserabilistas. Sus peculiares relatos poéticos nos traen el sabor de de la historia de la primera República negra, al mismo tiempo “producto de la modernidad y respuesta a esta modernidad”.

Entrevista realizada por Agnès Bardon

UNESCO

¿Cómo se llega a escoger esta forma tan particular de estar en el mundo que es la escritura?

Yo más bien creo, como dice el poeta haitiano Georges Castera, que “las palabras nos eligen porque estamos solos”. Las palabras se convierten en una forma de comunicar con nuestro misterio, con nuestro conocimiento íntimo y de comunicar con quienes, al leernos, van a recorrer su propio misterio y su saber íntimo. Paradójicamente, escribir es asumir la soledad y tratar de escapar de ella al mismo tiempo.

Ser escritor es experimentar la necesidad de dar un sentido a la realidad y ponerla en perspectiva para colmar con palabras un vacío fundamental, igual que otros pueden hacerlo con la música o con el dibujo y los colores. 

Ser escritor es experimentar la necesidad de dar un sentido a la realidad

¿Cómo es el lugar en el que escribe?

Escribo en varios sitios de mi casa (a menudo llevo de un lado para otro trozos de papel escritos en los bolsillos), pero mi lugar predilecto es la alcoba. En mi mesa de trabajo tengo de fetiche un canto rodado en el que están dibujados un pez y algas sobre un fondo ocre. Creo que resume bien la vida: mineral, fauna y flora, todos juntos. La mano del hombre ha hecho de todos ellos una obra de arte.

Puerto Príncipe es la protagonista de su novela Douces déroutes [Dulces derrotas]. La capital de Haití es también el epicentro de su libro Failles [Fallas], escrito a raíz del terremoto que la azotó en enero de 2010. ¿Cómo se nutre su obra de esta ciudad y de su país?

Nací en esta ciudad. En mi primera antología de relatos cortos, Tante Résia et les dieux [La tía Resia y los dioses], hay uno titulado La Ville [La ciudad] en el que un personaje deambula prolongadamente por Puerto Príncipe tratando de desentrañar el misterio de una mujer vestida de rojo. Su deambulación es un pretexto para evocar los mitos de la ciudad, sus mitologías, su poderoso presente, desconcertante y vivo. Partiendo de esa ficción, hago un trabajo de introspección personal y me pregunto sobre la historia, los mitos, la geografía, la fuerza vital y el discurrir del mundo con sus desigualdades, desgracias y encantos.

¿Qué papel han desempeñado las mujeres en la literatura haitiana?

Creo que su papel se hizo más patente desde finales del decenio de 1980. Esto se debe a los esfuerzos realizados por grupos feministas para poner de manifiesto la función desempeñada por las mujeres haitianas en la política y la historia de Haití. Esto nos permitió reexaminar nuestra producción literaria femenina, y más concretamente la obra de la novelista y dramaturga Marie Chauvet que con su trilogía Amour, Colère y Folie [Amor, Cólera y Locura] fue la verdadera introductora de la novelística moderna en Haití. Después de Marie se han sucedido dos nuevas generaciones de escritoras, y es importante señalar que todas ellas han escrito y escriben en criollo.

En su condición de primera titular de la cátedra “Mundos francófonos” del Colegio de Francia de París, el curso que impartió en 2019 lo tituló “Apremio(s) de escribir, sueños(s) de habitar”. ¿A qué clase de apremio(s) se refiere?

En Haití hemos nacido en una situación apremiante de la que nunca hemos salido. Después de las revoluciones de los Estados Unidos y Francia, la tercera revolución de la era moderna fue la haitiana, que llevó mucho más lejos el proyecto del Siglo de las Luces por su radicalidad, porque fue anticolonialista, antirracista y antiesclavista. Somos el molde y la matriz de las relaciones Norte-Sur establecidas por esa modernidad revolucionaria. 

Aunque nuestras élites trataron de reproducir el modelo de la antigua metrópoli, se fue desarrollando paralelamente una cultura popular hostil al sistema de las plantaciones, dotada de una religión, el vudú, de un idioma, el criollo, y de una forma peculiar de asentamiento espacial, de organización de las relaciones matrimoniales, etc. Los primeros escritores haitianos pertenecían a las élites y escribieron francés para dejar sentado que existíamos en cuanto negros y seres humanos. Durante más de un siglo se fue creando un idioma criollo en torno a una literatura oral que ahora se está plasmando en la escritura. Los escritores actuales nos sustentamos en esos dos pilares.

Hoy en día nos hallamos aún en esa situación apremiante porque las relaciones Norte-Sur no han cambiado fundamentalmente, que yo sepa. Además, para los países del Sur está muy clara la complicidad de las élites autóctonas con la perpetuación de esas relaciones. En el fondo de toda creación artística, y más especialmente literaria, hay un sentimiento de desamparo y de rabia, pero también una voluntad de expresarse en “estado de poesía” que, según el escritor haitiano René Depestre, es “el que florece a una distancia de años luz de los estados de sitio y alarma”.

Durante más de un siglo se fue creando un idioma criollo en torno a una literatura oral que ahora se está plasmando en la escritura

En su ensayo L’Exil: entre l’ancrage et la fuite [El Exilio entre el arraigo y la huida], usted nos muestra que la literatura haitiana oscila paradójicamente entre el deseo de irse a otra parte y la voluntad de quedarse en el país. ¿Cómo se traduce esa oscilación?

Siempre existió esa oscilación. En primer lugar, los haitianos somos gentes que fuimos trasplantadas a este país; en segundo lugar, hubo muchos que se afanaron en hacer esta tierra inhabitable; y por último en el imaginario de los pueblos ex-colonizados existe una idea de que se debe combatir siempre, de que lo mejor solamente se puede encontrar en otra parte, o sea, en los países del Norte. La combinación de estos tres factores ha creado esa oscilación entre el arraigo y la huida.

¿Cómo sigue cuestionando la modernidad una revolución como la haitiana que creó la primera República negra libre del mundo moderno?

Los haitianos somos a la vez producto de la modernidad y la respuesta a ella. Somos una civilización relativamente reciente nacida del encuentro y la mezcla entre culturas del Océano Atlántico y del Mar Caribe. Cuestionamos la modernidad señalando sus contradicciones y límites. Desde un principio nuestra existencia es una forma de proponer una reconsideración de la universalidad del Siglo de las Luces.

¿Qué nos dice hoy la literatura haitiana?

Como los territorios de los países del Sur se han hecho inhabitables, la migración se ha convertido en uno de los destinos más importantes de sus poblaciones. Los haitianos, por ejemplo, han emigrado en gran número desde los inicios del siglo XX, llevando consigo la cultura autóctona forjada en el siglo anterior y sus diversas expresiones artísticas, de las que forma parte la literatura. Hoy en día, hay literaturas haitianas escritas en varios idiomas: la de Haití, en criollo y francés; la de Estados Unidos, en inglés; la de Latinoamérica, y concretamente la de la República Dominicana, en español; y la de Francia y Canadá, en francés. Todas esas literaturas son una prefiguración del mundo plural emergente de nuestros días y del multilingüismo mencionado por Édouard Glissant en su obra Le Discours antillais [El discurso antillano]. 

Yanick Lahens

Autora de ensayos, relatos cortos y novelas como La Couleur de l'aube [El color del alba], Bain de lune [Baño de Luna] y Douces déroutes [Dulces derrotas], Yanick Lahens ha sido profesora de literatura en la Universidad Estatal de Puerto Príncipe, ciudad en la que reside. Sus obras han sido galardonadas con numerosos premios y se han traducido al alemán, inglés, italiano, japonés y portugués. 

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Abril-Junio 2021
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